Supongo que es una idea que ronda la cabeza de casi todo el mundo, pero he pensado que mejor ponerla por escrito y así podemos contrastar opiniones.
Hace ya algunos meses escribí un artículo sobre la desaparición de los periódicos impresos, catalizado por la pandemia pero consecuencia de una tendencia que no se puede obviar: no sólo las nuevas generaciones no conciben ir a un kiosko a comprar un periódico (o una revista, para el caso) cuando todo pueden encontrarlo en internet, Facebook, Twitter, Instagram, TikTok, SnapChat… o los enlaces que llegan por WhatsApp, Telegram, o cualquiera de las numerosas mensajerías que bullen en los teléfonos móviles.
No se trata de debatir si la información que se recibe sea más o menos cualificada, o si estas nuevas generaciones se forman a golpe de “titulares” en vez de contenidos. Es otro debate, aunque perfectamente válido y fundamentado.
Se trata de cómo la digitalización ha ido progresivamente calando en la sociedad, como la humedad en la pared, no por invisible menos real. Y cómo las industrias afectadas han ido posponiendo la transformación como si no fuera urgente o como esperando, cual conejo en mitad de la carretera, que en el último momento sea el camión el que se aparte.
No hace falta decir que eso no ocurre. El camión sigue su camino y sólo en un rincón de su consciencia anota un ligero “bache”, al aplastar al minúsculo obstáculo.
Por supuesto, ese conejo representa cientos (miles) de trabajadores, tanto especializados como no cualificados, que son los caídos en la transformación. Algunos lo veían venir y no hicieron nada, y otros no podían hacer nada porque no tienen donde ir.
No olvidemos que detrás de todas estas disertaciones hay historias humanas llenas de angustias, estrecheces, dificultades y desesperación, porque no consiguen salir del agujero.
Pero la realidad es la que es. Los cines están acabados.


Índice
De dónde venimos
La sala de cine es un intermediario entre la empresa que tiene una película y el espectador que quiere verla. Durante décadas, la mejor pantalla, el mejor sonido, la mejor experiencia, estaba en verla en una sala junto con otras cincuenta o sesenta personas.
Pero en los últimos años, los precios del cine no han parado de subir, mientras que la calidad de las películas no han subido en paralelo. Siguen siendo buenas, mediocres o malas, como ya lo eran en el principio.
La experiencia también se deterioró: las palomitas, o las patatas, o el refresco, a precio de hotel de cinco estrellas, y muy lejos de buscar la perfección: pueden tocarte saladas, sosas, rancias, blandas y -alguna vez- perfectas.
La “industria” se queja de que la gente cada vez va menos al cine, como si ellos no tuvieran nada que hacer (¡ah, qué fácil es echarle la culpa al IVA!) pero llega el “día del cine”, con los precios a menos de la mitad, y las colas que se forman podrían llenar los cines durante varios días.
Es decir, el precio es el problema. La “experiencia” del cine se ha convertido en un dispendio que hace que sea imposible hacer en tiempos de economías apretadas.
El presente: pantallas gigantes y sistemas de sonido
A esta larga agonía, donde empresarios reclaman que las administraciones les resuelvan el problema para que la gente vaya al cine (como si el producto que enseñan, los precios que cobran y las comodidades que ofrecen no tuvieran ningún tipo de influencia en el comportamiento del espectador) se han ido sumando diferentes situaciones que les colocan claramente en desventaja.
Por un lado, las pantallas de televisión, un electrodoméstico que todo el mundo tiene en sus casas, han ido aumentando de tamaño al tiempo que sus precios bajan, cada vez más asequibles para más gente.
Llegará un momento en que, proporcionalmente, la pantalla que tenemos en casa comparada con la distancia a la que la vemos, sea más grande en comparación que la del cine.
Al aumentar el tamaño también mejora el sistema de audio que incorpora, y si no, barras de sonido, relativamente asequibles, pueden convertir nuestro pequeño salón en una experiencia -puede que no comparable, pero si suficiente- para justificar la película en casa.
Y llegó la pandemia


Si ya había cada vez una mayor desconexión entre el público y los cines, la pandemia del Covid, mandando a todo el mundo a su casa durante meses, nos ha puesto a todos delante de la televisión, con muchas horas por delante y una necesidad de encontrar entretenimiento audiovisual.
Para cuando hayamos perdido el miedo a encerrarnos en una sala con otras cincuenta personas, habremos perdido completamente la costumbre, no sólo de salir al cine (imagínate en una sala, queriendo ver una película mientras en la oscuridad alguien no hace más que toser…) sino de aflojar los billetes que cuesta la experiencia (por no hablar de conducir, hacer cola, utilizar un baño público, etc.)
Claro que habrá gente que siga disfrutando de esa experiencia, pero, como meteorito entrando en la atmósfera, cada semana que pasa más y más gente se desprende de esa masa crítica, resignándose a ver los estrenos cuando estén disponibles en su televisor… o no.
Como remate, el streaming
También hemos hablado del tema aquí: la proliferación de las plataformas hace que la oferta audiovisual haya llegado a niveles nunca conocidos (y el artículo está obsoleto porque faltan plataformas posteriores como HBO Max o Disney Plus, así es la situación es aún peor).
Como es obvio, las productoras de películas y series no van a dejar de trabajar por la pandemia, les va el negocio en ello. Las películas rodadas antes del confinamiento no se pudieron estrenar en los cines (estaban cerrados), después de unos meses de desconcierto, y al comprobar que la situación no se iba a desvanecer en el corto plazo, han reaccionado, decidiendo saltarse al intermediario (las salas de cine) y utilizar los estrenos como incentivo para que los espectadores se suscriban a sus plataformas.
No nos engañemos, por el precio de una entrada de cine tienes una suscripción de un mes a la plataforma más cara, y puedes estar suscrito a dos de las de precios más moderados (Disney Plus son 6,99€ al mes, Amazon Prime 3 € al mes y Apple TV+ 4,99€ al mes).
Si la experiencia “vamos al cine” son cuatro personas, más las palomitas, refrescos etc. el coste puede acercarse a los cien euros. Creo que no hace falta elaborar más por qué en el supuesto de que estar en una sala encerrado con cincuenta personas durante dos horas vuelva a ser seguro, va a costar mucho que los clientes “aflojen” sus carteras para volver a la vieja costumbre.


¿Quién va a sobrevivir?
Durante años se ha justificado el precio de las palomitas en el cine porque sólo la exhibición los cines no son negocio. Ya ese razonamiento sería suficiente para justificar que era un negocio sin futuro. Es como si un hospital tuviera que obtener su beneficio con los ingresos del parking.
Las salas de cine pueden seguir como si no fuera culpa suya, pidiendo subvenciones (¿me repito? ah, la cultura, ese comodín), rebajas de impuestos, y echándole la culpa a los royalties. Al fin y al cabo, eso es gratis.
Pero si alguien, de verdad, quiere tener un negocio de sala de cine, ¿qué puede hacer? a mi sólo se me ocurren dos caminos:
El lujo siempre vende. Es posible que no quiera gastarme diez euros en una entrada y otros diez en unas palomitas y un refresco. Pero puede que si quiera gastarme cuarenta en una cena más película (o cena durante la película). O Una película y una copa después…
Mi público será menor, pero los ingresos que obtenga por cada uno serán superiores. Y la satisfacción del cliente mucho mayor. Es la experiencia lo que vende. La película puedo verla en casa. Las palomitas puedo hacerlas en casa. Lo que no puedo tener es la experiencia. Ofréceme una bien diseñada, y seguramente me aficionaré.
El cine de barrio. Es posible que una solución esté en que los cines vuelvan a los barrios. Más pequeños, más “coquetos”, pero sin que haga falta coger el coche para ir a las afueras. Una experiencia cotidiana, para un público adulto que se crió con cines a la vuelta de la esquina. Al igual que con los periódicos, hay que pensar que la nueva generación se ha criado viendo contenido en sus pantallas, así que o les ofrecen un incentivo para ir, o se quedarán en casa de alguien a ver todos juntos algo.
Sobre el cine de “barrio” puedes ver la historia de The Castle Cinema y este artículo sobre él. Conclusión: Es posible
Yo no tengo ni idea del mercado de exhibición de cine. Puede que haya dicho enormes majaderías, producto de mi ignorancia, al intentar ponerme en sus zapatos y pensar qué querría como usuario.
Es probable que, hagan lo que hagan, los cines estén muertos porque podemos vivir sin ellos. Algunas veces los echaremos de menos, cuando veamos una película tan espectacular que la pantalla de la televisión se quede pequeña, pero igual que echamos de menos poner discos de vinilo, bailar lento en las discotecas o poder aparcar en una calle sin tener que sacar un ticket. Simplemente, desaparecieron.
Me encanta esta web Alf, y es precisamente por el contenido que publicas. Es diferente a todo lo de este mundillo, que desde hace demasiados años se dedica a copiar y traducir mal las noticas de webs americanas. Yo mismo inicié hace 11 años ya un proyecto de portal para huir de ese concepto y aportar contenido nuevo y fresco, aunque por razones de tiempo lo tuve que abandonar.
En esta ocasión estoy 100% de acuerdo con todo el artículo. Con el cine te venden una experiencia y al cabo, no una película. Si se centran en esa experiencia y la mejoran entonces sobrevivirán. Si no, tendrás que cerrar pese a pedir subvenciones (y luego cobrarte por ver la película que ya has subvencionado via impuestos). Como todo, habrá quien lo haga y quien no.
Como ejemplo, vi el estreno del episodio 3 de Star Wars en kinepolis. Disfruté tanto que todo el resto de estrenos de Star Wars los veo ahí. La gente disfrazada, el cine vestido para la ocasión, actores disfrazados para animar el cotarro, exposiciones, mercandising, incluso un cóctel especial si vas con empresa o con invitación, etc. sin duda marca la diferencia.
Sí, al estreno del espisodio IX fui disfrazado y con una espada láser de juguete. Es lo que tiene ser un friki.
Gracias Charly, sois la gasolina que me hace vencer cada día la pereza 🙂
Ejem, ejem… menos mal que reconoces que no controlas del tema 😉
Van mis modestas opiniones, de alguien que trabaja en el medio desde hace más de 20 años.
Creo que hay un lío monumental. Primero se dice que el problema es la digitalización, pero luego afirmas que el precio es el problema. O uno, o el otro… o los dos. Lo que está claro es que el problema es muy complejo, mucho, y hace décadas que hay gente trabajando duro en afrontarlo con mayor o menor éxito.
El exhibidor no es un intermediario, ya que aporta una infraestructura, un equipamiento, expewriencia, etc, forma parte de la cadena de explotación de una película. Un intermediario son, por ejemplo, los agregadores de Spotify, que no aportan valor añadido entre la discográfica o la banda y el melómano, simplemente median entre el artista y la plataforma. (ojo, ellos seguro que no están de acuerdo con esto, es un ejemplo)
De lo de la calidad de las películas… no voy a entrar, el argumento no va más allá de una gracia totalmente subjetiva.
Los tomates también han subido en la última década, y no son más ricos ahora.
La distribución en salas es muy importante en la vida de una película, tanto económicamente como a nivel promocional. Hoy en día una película difícilmente se rentabiliza sin su paso por festivales y salas de cine. Y ojo, no todas las productoras y producciones tienen detrás una plataforma. De hecho lo normal es que no la tengan y que si la plataforma está es como productora asociada, no como dueña 100% de la producción.
Por cierto, las plataformas son otro “intermediario”, y posiblemente bastante más “caimán” que las salas.
La gente paga por determinados actos sociales. Entre ellos ir al cine con los amigos y tomar unas cañas luego o antes. Igual que podemos tener un equipo de música del copón en casa, pero la gente sigue yendo a las discotecas a bailar (vale y a ligar, pero se entiende el acto social ¿no?).
El mantra de que el audiovisual, y en este caso la exibición, no paran de pedir subvenciones es muy cansino… ¿cuando han pedido algo que no tengan otros? Precisamente la exhibición tiene bastantes pocas ayudas de dinero público, que se centra en el apoyo a la producción. Y en general el audiovisual es uno de los sectores menos subvencionados y uno de los que más dinero “revierte” al Estado de cada euro “invertido” en forma de impuestos.
Por cierto, el ejemplo de los hospitales es horrible 😉
Medir el beneficio social de un hospital es un tema muy muy complejo, y desde luego no se hace en euros.
Ya para acabar y a modo de resumen:
La radio no acabó con la prensa, el cine no acabó con la radio, la tele no acabó con el cine, e internet no acabará con el cine, eso sí, cada uno se acomodará en su nicho “natural”.
Hola Juan, gracias por tu comentario. Ojalá tengas razón. El objetivo del artículo es señalar que, como en otros aspectos de la vida analógica, la pandemia puede haber acentuado una tendencia que ya se conocía, se comentaba y se contemplaba como inevitable (la “fuga” de los espectadores de los cines) hasta un nivel crítico. Es decir, cuando, y si alguna vez, la pandemia quede atrás, los que antes iban al cine puede que no vuelvan. Porque se han desacostumbrado, porque les parezca carísimo, no se sientan seguros metiéndose en una sala o porque prefieran tomar las cañas con los amigos sin ver la película.
Supongo que lo que dices de los intermediarios e aplicaba también a las tiendas de discos (infraestructura, experiencia, etc.) y ya ves cómo les ha ido.
Es sumamente probable que todo mi análisis esté equivocado, y no me he puesto a buscar cifras o datos que puedan apoyarlo, simplemente es un artículo de opinión “desde el estómago”, por la impresión que tengo y pensando en mi mismo ante esa tesitura. Que es posible que cuando se estrene La Guerra de las Galaxias episodio 214 (o por el que vayan ahora) piense: “mira, esta película sería genial verla en el cine”. Pero igual que pienso los sábados por la tarde… ¡qué a gusto me iba ahora a ver discos! Aún los venden en algunos sitios, pero simplemente ya no tengo el hábito.
Para terminar, deseo fervientemente que dentro de un año me dejes un comentario aquí mismo poniéndome la cara roja y recordándome lo equivocado que estaba 🙂
¡Gracias por tu contribución!
Claro, entiendo tu posición, y realmente está bien compartir impresiones.
Espero que te equivoques, porque el problema es que sin la “ventana” de la exhibición, no es que se mueran las salas, es que posiblemente se muera el cine como lo conocemos, porque, seamos realistas, solo con plataformas las cuentas no salen, al menos de momento.
Bueno con las subiditas anuales de Netflix, igual en unos años ya sí, jjjjj
La verdad es que nadie está seguro de como será el mundo postCovid… saldremos más? Menos? volveremos a socializar o ya nos quedaremos en casa?
hablamos en un año!!
Por ayudar a la conversación, artículo publicado en Informe semanal de política Exterior:
¿Réquiem por las salas de cine?
La pandemia lo ha cambiado todo y quizá de modo irreversible. Con más de la mitad de los 5.477 cines aún cerrados en EEUU, los estudios han redirigido una docena de películas destinadas a la gran pantalla a servicios de ‘streaming’ como Netflix, Apple TV o Amazon Prime.
Con su decisión de estrenar en 2021 sus películas simultáneamente en cines y su plataforma digital HBO, Warner Bros. –filial de AT&T desde 2018, cuando el gigante de las telecomunicaciones compró Time Warner por 80.000 millones de dólares– va a sacudir hasta los cimientos la industria del entretenimiento y los hábitos de consumo del séptimo arte, vinculado desde la década de 1890 a su exhibición en salas.
El 24 de diciembre, cruzando el Rubicón, Pixar estrenó Soul en Disney+. Warner Bros. hizo lo mismo con Wonder Woman 1984 en HBO.
Por esas mismas fechas, Regal Cinemas, la segunda cadena de salas multiplex de Estados Unidos y Canadá, pidió un crédito de emergencia para no caer en la insolvencia. otra de ellas, AMC, adeuda unos 5.500 millones de dólares, ocho veces más de lo que vale en bolsa.
Las deudas de Cineworld, el tercer exhibidor, rondan los 8.200 millones.
La National Association of Theater Owners ha pedido un rescate al gobierno federal para capear la tormenta.
El problema es que nadie sabe cuándo amainará.
Warner Bros. tiene planeado estrenar 10 películas en salas en 2022. En 2019 estrenó 18. Eventos virtuales van a sustituir sine die las ceremonias de premiación.
En 1951, David O. Selznick, uno de los grandes productores de la era dorada de Hollywood, predijo que la televisión vulgarizaría y prostituiría el oficio de hacer películas. Fue un entierro prematuro.
J. J. Abrams, cuya última película recaudó en taquilla 1.000 millones de dólares, comenta a la revista Hollywood Reporter que ambos medios convivirán, equiparando la experiencia de ir al cine con la de asistir a una iglesia y la de ver una película en casa, a la de rezar en soledad. Mientras la gente quiera disfrutar experiencias colectivas, ir al cine siempre tendrá sentido, dice.
Desde hace años, exhibidores y estudios crean experiencias cinematográficas como sonido envolvente, efectos especiales…, irreproducibles en otros formatos.
En el fin de semana de su estreno en diciembre, 3,4 millones de japoneses salieron de sus casas para ver en la gran pantalla Demon Slayer, una cinta de anime.
A escala mundial, en 2019 se vendieron 42.200 millones de dólares en entradas de cine, aunque más por la subida de precio que por el aumento de público, cuya asistencia disminuye desde 2002.
A la crisis pandémica se suma el boom de las plataformas online. Netflix, que hoy tiene 201 millones de suscriptores, comenzó a distribuir contenidos en internet en 2007.
Para competir, en 2017 Disney compró a Rupert Murdoch, 21st Century Fox por 71.300 millones de dólares. Disney+ espera tener entre 230 y 260 millones de clientes en 2024.
En EEUU, para ir al cine, una familia de cuatro miembros gasta de media unos 50 dólares, sin contar aparcamiento y gasolina. Una suscripción a HBO cuesta, en cambio, 15 dólares al mes.
Hasta que no se sienta seguro, el público no regresará a las salas como antes. Tenet, la última obra de Christopher Nolan, que se estrenó en el verano de 2020 en cines, se quedó lejos de recaudar los 200 millones de dólares que costó hacerla.
Tampoco parece que Disney haya recuperado los 200 millones que le valió producir Mulan, que pasó directamente a su plataforma online.
Cuando el público quiera regresar a los cines, quizá se encuentre que ya no existen, incapaces de soportar meses y años sin ingresos suficientes. El modelo de negocio de los estudios de Hollywood se basa en grandes lanzamientos y campañas de marketing con el estreno simultáneo en miles de salas de éxitos de taquilla de superhéroes.
Sin los exhibidores, toda la cadena tendrá que reinventarse. Por la pandemia, la Academia del Cine ha admitido, por primera vez, la postulación a los oscar de películas no estrenadas en salas, algo que no va a ser fácil revertir.
El estreno simultáneo, por otra parte, ofrece a los espectadores una alternativa atractiva por una fracción del precio de la gran pantalla, sobre todo en televisores cada vez más sofisticados y accesibles al consumidor medio.
No resulta extraño, por ello, que Warner Bros. y Disney hayan cambiado las reglas de juego. Los más optimistas anticipan salas y audiencias más pequeñas y periodos de exhibición más cortos, con públicos más selectos y menos asiduos, una tendencia que ya se notaba en EEUU y que la pandemia ha acelerado en todas partes, sobre todo con películas de bajo presupuesto.
El séptimo arte sobrevivirá, pero el mito de la gran pantalla puede que no.