Una historia de Navidad

Una vez en el tren, y con 35 minutos de viaje por delante (es lo que tiene vivir en las afueras) me acomodé en mi asiento, me puse mis auriculares y ya que tenía un ratico saqué el iPhone para echar una partida. Juego poco por falta de tiempo y tengo desterrados los juegos del Mac salvo cuando hay que hacer alguna revisión o para títulos muy específicos, pero siempre llevo un par de títulos en el iPhone y bastantes, la verdad, en el iPad. Como no era día de iPad, pues iPhone y a echar una partida a mi tablero de pinball preferido, Star Trek: The Next Generation.

Soy un tío de pinballs. Mi generación empezó a ir a los recreativos cuando no había máquinas electrónicas y solo teníamos algunas máquinas electromecánicas, pinballs, ping pong y billar. Cuando los pinballs quedaron desplazados por los juegos electrónicos mi generación perdió parte de su infancia y yo la he recuperado a través del iPad.

El caso es que cuando el tren pasa por la estación de Valdemoro se sienta a mi lado un señor mayor que yo y casi inmediatamente se pone a mirar la pantalla del iPhone. Bueno, no hay problema, son cosas que pasan. En Pinto, la siguiente estación, noto como me dan un toque en el brazo. Pongo el pause,  me quito los auriculares y me vuelvo. Es el señor mayor, que, bastante azorado, me pregunta si es el deck original. Le explico por encima que es una emulación casi perfecta del tablero original del pinball de Williams y me empieza a hacer preguntas sobre el mismo. Lo hace de forma muy amable, con un marcado acento anglosajón, pero hace las preguntas correctas: conoce muy bien, de hecho, mejor que yo, la máquina. Me pregunta cómo es de perfecta la emulación, pregunta por un defecto en el diseño por el que si caes por un pasillo después de pasar por los bumpers te vas al carril izquierdo, si haciendo los tres toques de flipper en un momento determinado sale el juego de poker de Riker y así 3 o 4 preguntas más. El señor está no solo visiblemente interesado sino incluso un poco emocionado. Sabe de lo que habla y te deja hablar, por lo que es un placer escucharle. Vemos la aplicación, se maravilla de la cantidad de tableros disponibles, me cuenta anécdotas de algunos de ellos, asocia sus lanzamientos con cosas que le pasaron en su vida. Se ha metido en la máquina del tiempo.

En la estación de El Casar ya sé como se llama. Fernando. Me ha empezado a contar un poco su historia. Sus padres emigraron a Estados Unidos en los 60 cuando tenía 5 años. Sin embargo, el sueño americano que nos venden en películas no siempre se cumple. Sus padres trabajaron como animales pero el fue un poco bala perdida y en lugar de seguir en la tienda de telas familiar fue dando tumbos hasta que encontró un trabajo más o menos fijo en unos recreativos en Nueva York. Y allí se inició su historia de amor con los pinball. Ascendió en su trabajo, lo poco que podía ascenderse en un trabajo así, y acabó de encargado en los 80, la era dorada de los tableros. Era el hombre de las llaves, el jefe, the boss. Seguro que los más viejos del lugar los recordáis, siempre con un manojo enorme de llaves, una por cada máquina.

Fernando ama los pinball. Me cuenta historias increíbles sobre algunos tableros, de cómo tenía por aquella época máquinas beta para ver su recepción en el mercado y una especie de escándalo de la época sobre cómo se aumentaba el peso de las bolas de acero para cargar la experiencia y que las partidas fueran más cortas.

Fernando pasó muchos años en ese trabajo, más que por el dinero, por su amor a los pinball. Se casó joven, tuvo un hijo, su hijo murió por culpa del Crack a finales de los 80, se divorció y siguió trabajando en recreativos, incluso llevando una pequeña cadena de ellos hasta que las consolas desplazaron aquellos lugares de magia y vicio y todos aquellos locales se vieron forzados a cerrar. Con su pequeño plan de pensiones fue tirando como pudo y cuando sus padres fallecieron, le dejaron un piso en Valdemoro y decidió volver a España. A todo esto habíamos llegado a Atocha.

La verdad es que me estaba dando pena perder de vista a Fernando en mi siguiente parada porque es muy raro encontrar alguien que le gusten los pinball y pueda hablar con autoridad. Saliendo de Atocha me comentó que es una pena que se jugara en una pantalla tan pequeña, con frustración y en cierta forma envidia.

– La pantalla no es un problema, Fernando, tienes el iPad

– Ah, eso, sí, los he visto, ¿pero ahí también se puede jugar?

– Claro, y mucho mejor…

Fernando está azorado. Es como quien ha visto el cofre del tesoro y de repente lo tiene a su alcance.

– ¿Y tu me puedes ayudar con esto? Yo de cacharros e internet no tengo ni idea… y es que me aburro tanto…

– No te preocupes, Fernando. ¿Tienes tiempo? Bájate en Sol conmigo y te voy explicando.

Nos metemos en la Apple Store. Ve el iPad y dice “bueno, aquí sí”. Mira los precios. Se ve que calcula. Me pregunta si le puedo ayudar con todo el proceso.

Cómo no le voy a ayudar.

Elegimos un iPad, un Air 2 de 32 GB. No tiene conexión a Internet en casa, pero tiene planificado ponérsela, así que ya me llamará para eso si no te importa. Le explico cómo va el tema de la App Store, y como no tiene tarjeta de crédito (plastic money is no money, man) añade dos tarjetas de iTunes de 50 euros para comprar tableros en la aplicación. Saca del bolsillo del abrigo un rollo de billetes con una goma bastante abultado y paga. Está acostumbrado a vivir con cash.

¿Cómo vas con esa cantidad de dinero encima? Es peligroso…

Cash is the king, man.

Nos vamos a una cafetería cercana con Wi-Fi. Abrimos el iPad y llegados a este punto le tiemblan las manos. Paramos, nos tomamos el café con leche para que se tranquilice un poco y le explico los fundamentos básicos del iPad. Configuramos algunas cosas previas. Le ayudo a crear una ID de Apple, le añado mi contacto a Contactos y luego, con el resto del proceso para dar de alta las tarjetas de iTunes, descargar la aplicación de pinball y luego, cómo se descargaban los tableros “de pago”. Cuando descargó su primer Deck favorito, Elvira and the Party Monsters de Bally, le dejo unos primeros minutos para que disfrute. El iPad tiembla un poco, está muy nervioso, pero va cogiendo confianza rápidamente. Se baja un montón de tableros, casi agota su crédito en la App Store, pero como no tiene internet, quiere todos los que pueda tener en el momento.

A mi se me estaba haciendo tarde y tenía que volver. Creo que Fernando se dio cuenta. Me invitó al café. Le enseño como contactar conmigo vía Mensajes o por correo electrónico. Fernando recoge casi religiosamente todo en su caja. También quiere volver a casa. Cogemos el tren en Sol. Por el camino le pregunto si me da permiso para escribir esta historia. Asiente, pero solo tiene ojos para esa caja blanca que supone para el, ahora mismo, todo. De alguna forma acaba de recuperar parte de los mejores recuerdos de su vida.

Llegando a Valdemoro, su parada, se levanta. Yo me bajo una parada después. Me da un abrazo. Le brillan los ojos. Me da las gracias tan efusivamente que estoy hasta un poco cohibido. Nos mira todo el vagón. Se baja con paso firme y acelerado, quiere llegar a casa cuanto antes.

Feliz Navidad, Fernando.

24 Comments

  1. Carola Clavo

    ¡Sí que era bonita la historia! Qué maravilla 😀

    Yo jugué poco a los pinballs, nací en el 77 y ya me pillaron las primeras máquinas de videojuegos. En una heladería en la parte baja de la calle donde yo vivía tenían el Space Invaders y luego tuvieron el PacMac. Con los años, según fui creciendo iba a una pensión cercana por las tardes a jugar al Karate Champ con una amiga del colegio y mucho más tarde, al salón de recreativas, a jugar al Golden Axe y todas esas máquinas. Pero es verdad que los pinball tenían algo mágico. Son sin duda obras de arte y conocerlas a fondo hoy en día es algo difícil de encontrar.

  2. Yules

    Bonito cuento de Navidad, Carlos. Yo no juego mucho a los pinballs porque me cansan enseguida, aunque he probado muchos y creo haber comprado las versiones para iOS de los clásicos de Amiga, Pinball Dreams y Pinball Fantasies, más que nada por nostalgia.

    Lo que esto me ha recordado es que jugué bastante en una temporada de mi adolescencia en la que, no sé cómo, conseguí la llave de las Maresa y, mediante trueque, las de las Petaco y Petaco Euroflip. Entonces, al disfrute que pudiera tener el pinball, se añadía la atracción de lo prohibido y la adrenalina provocada por el miedo a que nos descubriesen abriendo subrepticiamente la puerta y accionando el alambre que movían las monedas al caer. Creo que en alguna ocasión cayeron collejas y expulsión del bar.

    En mi descargo decir que sólo las utilicé para jugar gratis y no, como hacían algunos, para bloquear la ranura de la caja de las monedas, de modo que cayesen sobre ésta, y luego recolectar el fruto del delito.

    Qué recuerdos nos ha traído el fantasma de las navidades pasadas…

  3. antonioquevedo

    Los que conocemos personalmente a Carlos sabemos que realmente es una persona para disfrutar mas que un café.
    Es un privilegio que un experto de Apple te guie en la compra de tu primer dispositivo.
    Magistral Carlos, Feliz Navidad.

  4. pabloguti

    Buen artículo, un placer leerlo y sentirlo. Mas que con el pinball, que también, me quedo con esa bonita relación “física” entre dos extraños (en un tren) en un mundo sometido a las aplicaciones de mensajería. Nada como una conversación fluida cara a cara. No se puede pedir mas.

  5. fariones

    Muy bonita historia…lo que me queda realmente es que dos generaciones se hayan podido encontrar, y que la tecnología que aparentemente nos lleva a un momento donde el ser humano es más individualista, haya conseguido unir a dos extraños. Bravo por eso, y excelente relato y felicidades por la forma de contarlo!

  6. Carlos Mellado

    Ese es el regalo más grande que te faltaba hacer para Navidad. El hacer Feliz a un descoocido, y encontrar una amistad que seguro es durarera.
    Felices fiestas, y Fernando, a disfrutar con los grandes recuerdos que te trae el nuevo aparatito.
    Felices Fiestas.

  7. Yules

    Y hablando de recuerdos, unas navidades de cuando era jovencito, en la Edad de la Televisión, vi un videoclip con una versión del villancico Noche de Paz a cargo de un grupo de moda que me emocionó casi hasta las lágrimas.

    Desde entonces, cada navidad, cuando veía la televisión me acordaba de aquel clip y tenía la esperanza de que lo repusieran. Así, una navidad tras otra, pasaron más de 20 años hasta que, ya en la Edad de Internet, unas navidades se me ocurrió buscarlo en YouTube y ahí estaba, gracias a la magia de Internet que permite encontrar lo peor y lo mejor de las creaciones del ser humano.

    Ya han pasado muchas navidades desde que lo recuperé, pero sigue siendo una de mis versiones favoritas de un villancico y todas las navidades lo veo varias veces, así que os lo participo con mis mejores deseos para estas fiestas y para el año venidero.

    https://www.youtube.com/watch?v=NPUCpj_da0E

  8. ferransky

    Carlos, podrías colgar el link de la «aplicación» ?.

    Los que tenemos «esa» edad (50 i pico…), recordamos esos tiempos con tanta nostalgia…

    A mi me ocurre algo parecido con el MAME. El otro día «desempolvé» mi Arcade favorita llamada Xevious (a saber la de monedas de 25 ptas llegué a invertir en ella) y, por casualidad, «comprando» Roms en mi «tienda» favorita, encontré una maravilla llamada Namco Classics Collection Vol.1, en la cual hay una variante denominada Xevious Arrangement, totalmente desconocida por mí, y que es la causante de que casi todas las noches me encierre en la habitación, conecte vía Blueooth el mando de la PS4 de mi hijo que, por cierto, sin driver alguno, MacOS Sierra lo reconoce a la primera, y deje de existir por unos minutos (y alguna hora, la verdad) en éste universo terrenal.

    Salud y ¡¡felices fiestas a todos!!

  9. uti

    Una historia preciosa, me ha emocionado, un hombre con una larga historia a cuestas pero, al final, sólo y desligado de la sociedad en la que vive.

    Para él, fuíste más que Papá Noel, más que los Reyes Magos, porque le abriste un mundo que, increíble en estos tiempos, desconocía por completo.

    A mí también me encantan los pinball, en su tiempo jugué mucho con ellos, incluso algún compañero del cole tenía el truco para abrir las máquinas y poner partidas gratis jejejeje.

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