20 años con el Mac: Una historia personal.

Veinte años atrás descubrí unos ordenadores distintos a los que tenían mis amigos ingenieros, que presumían de PC con procesador 386 Turbo a 33Mhz. En mi Universidad habían apostado por equipar las salas de informática con Macintosh 128K y me pareció sencillísimo el uso de Excel y Word comparado con Lotus 1, 2, 3 y el editor de textos de MS-DOS. 

El primer día que pude acceder a uno de los escasos LC II de la sala ya me maravillé de la posibilidad de copiar datos y gráficos de Excel al documento de Word.

En aquel tiempo, como dirían en misa, la Universidad nos proporcionó una dirección de correo electrónico a los alumnos, y la consultábamos con un disco de arranque para los Macintosh 128 que tenía el sistema 6 y el cliente de correo Eudora. ¡Todo en 720Kb!

La sencillez de uso y el aguante de estos equipos me parecieron fantásticos, sobre todo comparados con el PC que tuve en mi primer trabajo: un 486 a 100Mhz que no tenía nada de amigable, que se desconfiguraba y en el cual imprimir era una tortura.

Yo no tenía dinero para un Mac, pero convencí a mi novia para que pidiese a sus padres un LC. Compraron un LC 475 a 25Mhz con 4MB de RAM y 250MB de disco duro. Complementarlo con un monitor Apple con tubo Trinitron costó 275.000 ptas. (1.653€) a finales de 1994, pero sirvió para buena parte de los estudios de ella, para editar un par de manuales de bolsa en la empresa que yo creé junto a un par de compañeros de carrera y para que mi suegra comenzase en el mundo de la informática e Internet cuando ese equipo dejó de tener utilidad para nosotros.

Antes de comprar mi primer Mac, continué usando los de la Universidad, ya que por las tardes asistía a un curso de máster y con un Zip Epson (con su llamativo color blanco frente al azul de los Iomega) recién comprado (35.000 ptas. por poder disponer de disquettes de 100MB) usaba mi unidad externa para arrancar los LC de la Universidad y tener directamente mis programas y mi configuración preferida a mano. El Zip fue una auténtica revolución, ya que copiar los programas de los servidores de la Universidad a base de diskettes de 1,4MB era largo y tedioso. Logré grabar los 3 diskettes que ocupaba Prince of Persia II (había que arrancar el LC 475 con una selección de extensiones mínima para que el juego dispusiese de suficiente memoria), pero Marathon II eran ocupaba 7 de aquellos soportes magnéticos tan propensos al fallo y se resistió hasta que  el Zip comenzó su andadura.

Nuestra empresa comenzó a dar dinero y nuestra primera inversión fue comprar ordenadores nuevos. Yo me lance a por el recién aparecido PowerMac G3, la máquina de tostar Pentiums, según la publicidad de la época. 

Como el tubo Trinitron del LC de mi novia tenía una calidad de imagen a años luz del PC de la oficina, me dejé 395.000ptas. en el conjunto de G3 sobremesa y monitor Sony de 15 pulgadas. Tenía 64MB de RAM y un disco duro de 4GB que me pareció inmenso: me permitía copiar los CD completos al ordenador.

Con este equipo grabé mis primeros CD, cuando compré una regrabadora Yamaha 4x4x16 SCSI externa de segunda mano que costó 40.000ptas.

El G3 era un equipo excelente y el recién estrenado sistema 8 permitía seguir trabajando con el ordenador mientras se estaban copiando datos del Zip al disco duro, algo que no era posible en el sistema 7. ¿Parece increíble, verdad? Por cierto, el LC 475 seguía dando guerra en casa y una ampliación de 8MB aumentó su RAM hasta 12MB y pudo usar también el novedoso sistema 8.1. Un sistema que permitía personalizar mucho el aspecto del escritorio, entre otras novedades.

Pero en cuanto a personalización del interface del sistema, triunfó en esos años una extensión del sistema que permitía hacer diabluras: Kaleidoskope. Particularmente, yo usaba el esquema Notepaper

Pero si queréis ver la increíble creatividad que disparó este software, podéis pasar por la (todavía) activa web (clic aquí). De hecho, con el tiempo apareció un tema para Kaleidoscope que imitaba a la perfección el nuevo aspecto Aqua de OS X y fue retirado a petición de Apple, pero corrió como la pólvora por los servidores de Internet y todos teníamos el “nuevo OS X” casi antes de que pasas de la fase de beta.

El PowerMac vino acompañado de un fabuloso módem a 33.600bps que permitió conectarme a Internet desde un Mac por primera vez.

Aparte del módem, había que pagar la conexión, que costaba 3.500 ptas (21€) y eso te autorizaba a poder llamar a un número de teléfono para conectarte a la red, pagando aparte los minutos de conexión. ¡Y nos quejamos de que la tarifa plana del ADSL nos cuesta ahora 19€!

El problema es que el trabajo que no se terminaba en la oficina había que rematarlo en casa con el LC y la diferencia de rendimiento era demasiado evidente. Además, habíamos comenzado a dar cursos y seminarios sobre la Bolsa y necesitábamos un portátil.

Por el conjunto de G3+monitor+módem de 33,600bps me pagaron 120.000pts., así que me lance a por un PowerBook G3. Acababa de ser actualizado a la versión con Firewire, prescindiendo del puerto SCSI, pero yo necesitaba ese puerto para seguir usando mi Zip y la grabadora de CD que tenían dicha conexión. Por eso encontré una “oferta” del recién sustituido PowerBook por “apenas” 482.000ptas. Carísimo, pero un equipo excepcional, lo mejor, de largo, que existía en el recién nacido siglo XXI.

He de decir que noté más diferencia de rendimiento entre el PowerBook y el G3 que entre éste y el LC. Aunque parezca mentira, puesto que el procesador del portátil era a 400Mhz y el de G3 sobremesa a 233Mhz. La pantalla de 14 pulgadas no tenía competencia y disponía de dos bahías que podían cambiarse, para montar dos baterías, un CD, un DVD, un zip. Mi equipo llevaba en una la batería y en otra un lector de DVD/grabador de CD. Considerando que en aquellos años un lector de DVD para el salón ya costaba sobre 100.000 ptas. (600€), el precio del equipo no parecía tan descabellado. 

En este equipo si que era una gozada utilizar emuladores de Windows, algo que desgraciadamente era inevitable entonces y hoy no es tan necesario. Softwindows primero y VirtualPC después eran programas que casi todos terminábamos instalando en nuestros Mac.

El PowerBook tenía 128MB de RAM, que se quedaban cortas cuando quise usar el novísimo Mac OS X que se lanzó poco después, así que compré una pastilla de 256MB y mi equipo tenía unos asombrosos 320MB de RAM, con lo cual ejecutaba los programas sin despeinasrse. La potencia era impresionante: yo he llegado a estar editando un documento de Word con un par más de programas abiertos, Softwindos entre ellos, y el PowerBook además tenía potencia para reproducir una película en DVD que veíamos con la salida de video conectada a la TV, aprovechando la capacidad de doble pantalla de este portátil. Además llevaba ya el novedoso puerto USB y un módem interno integrado. Un todo en uno de verdad.

Un equipo excelente, pero cuya placa base comenzó a tontear al poco de vencer la garantía. No es que no funcionase en absoluto, pero se colgaba al poco tiempo de usarlo. El veredicto del servicio técnico fue el de placa rota y cambiarla salía por un dineral. Lo puse a la venta, con pocas esperanzas de que me diesen nada por él, pero alguien consideró que el defecto tenía remedio y pagó 600€.

Necesitaba un nuevo portátil, pero no quería (ni podía) pagar de nuevo esa cantidad de dinero por el PowerBook G4 que estaba en el mercado. Aparte de que me parecía un ordenador demasiado grande y poco portátil. Estuve unos meses valorando la posibilidad de un PC, mucho más barato, cuando Apple presentó el PowerBook G4 de 12 pulgadas a 867Mhz y con 128MB de RAM y 20GB de disco duro. ¡Eso es lo que yo quería! Un portátil Mac más pequeño y más barato. Por apenas 2.000€ (y financiados a 10 meses sin intereses) tenía un equipo mucho mejor que el G3 y muchísimo más ligero. Subir y bajar cada día a la oficina con el G3, al final se notaba. Además, siendo la pantalla del G4 más pequeña, la resolución era idéntica a la de mi portátil anterior, luego podía seguir trabajando igual que antes.

El G4 conoció la llegada de la redes inalámbricas, ya que le añadí una tarjeta Airport interna y eso era una gozada, ¡trabajar sin cables!, con el ordenador en las rodillas en el sofá o en la cama. Cuando mi mujer inició su tesis doctoral, necesitábamos ya un portátil para cada uno. La decisión de compra no podía ser otra que un nuevo PowerBook G4. El nuevo equipo venía con procesador G4 a 1Ghz, 40GB de disco duro y 256GB de RAM. Para que el anterior no tuviese envidia, le amplié la RAM a 384MB.

Con la tesis terminada, ya no eran necesario dos portátiles y yo tenía los ojos puestos en el iMac G4. Si el mini PowerBook fue uno de los diseños más complejos e impactantes de Apple (parecía mentira todo lo que llevaba en tan poco espacio), el nuevo iMac lo era todavía más. El problema era el precio del equipo y que yo llevaba gastados casi 4.000€ en ordenadores en poco más de un año. Pero, las estrellas se alinearon y logré encontrar un iMac G4 de 17 pulgadas usado por 900€ y vender mi PowerBook más antiguo por casi el mismo precio, así que no lo dudé: saqué los 256MB adicionales del portátil que vendía, los puse en el que se quedaba en casa y compré el iMac.

El diseño me encantaba y los clientes que venían a mi oficina decían “qué pantalla tan bonita tienes”. “No es una pantalla, es el ordenador entero”, respondía. Me miraban con cara de sorpresa y muchos no se lo creían, hasta tenía que enseñarles que era cierto: seguían el único cable que salía de la “pantalla” y veían que se conectaba al enchufe de la pared, no a ningún otro ordenador.

El haber encontrado esta ganga en el mercado de segunda mano, me animó a seguir buscando a ver si salía otra de estas ofertas. Lamentablemente, encontré otra. Y digo lamentablemente porque compré un iMac G5 1,6Ghz al poco tiempo, porque era un equipo mucho más potente y moderno y me costó incluso menos que el iMac G4. Sin embargo ha sido el Mac que peor sabor de boca me ha dejado. 

El PowerBook G3 costó carísimo y murió joven, pero es que el iMac G5 nunca me gustó. La supuesta mayor potencia respecto al procesador de la generación anterior y que corría a 1Ghz, no aparecía por ningún lado y la pelotita de colores sí que aparecía en la pantalla cada dos por tres. Además a los de Apple se les había ocurrido cambiar a Intel y yo acababa de comprar un obsoleto procesador PowerPC. Afortunadamente, logré vender el G5 bastante bien y lo sustituí por uno de los nuevos iMac Core 2 Duo.

Por cierto, el iMac G4 no lo vendí al comprar el G5, lo trasladé a casa de mis suegros, porque durante estos años, el LC 475 también dijo basta y tuve que traspasarles un PC con Windows 2000 para que siguiesen disponiendo de un ordenador. La experiencia fue nefasta y los fines de semana que les visitábamos me los pasaba arreglando cosas en ese equipo. El iMac G4 fue la solución: apenas ningún problema y podía trabajar con él también los fines de semana escuchando música en sus excelentes altavoces Harman Kardon.

El iMac Core 2 Duo era un equipo a 2,16Ghz con 2GB de RAM y disco duro de 250GB. La pantalla de 21 pulgadas era de lo mejor del mercado y fue un equipo que rindió de forma óptima durante un par de años. El mayor problema es que con el paso del tiempo la capacidad del disco se quedó pequeña rápidamente. Ampliar el disco en este equipo no es algo trivial, así que me decidí por dar el salto a un equipo profesional en 2008. Pero con dos iMac y un PowerBook, como en el Un, dos, tres (los mayores de 35 años sabrán a qué me refiero) tenía que dejar uno. La lamparita subió a ebay y se fue para Portugal, donde empezó una nueva vida con OS X server. El Core 2 Duo se fue al pueblo a ocupar su lugar y el nuevo equipo que compré fue un un MacPro 8core 2,8Ghz con 2GB de RAM y 320GB de disco duro. En principio apenas ganaba disco duro, pero pronto le acompañó un nuevo disco interno de 1TB y un monitor Apple Cinema Display de 23’’, cortesía de un contacto en EE. UU. que pudo comprarlo en $ y enviármelo a España, con lo cual me ahorré bastante del astronómico precio que tenía. 4 módulos  adicionales de 1GB completaron el equipo.

Un poco antes Apple sacó el equipo que hacía tiempo que estaba esperando. El PowerBook G4 llevaba un tiempo ya quedándose un poco corto, por sus escasos 40GB de disco y un procesador ya muy superado. Para los cursos, presentaciones y trabajo doméstico servía, pero hacía tiempo que buscaba algo mejor. Apple presentó los portátiles con procesador Intel, pero no tenía un equipo tan ligero como el PowerBook. El Air fue un amor a primera vista: ligerísimo, con una pantalla de mayor resolución que el PowerBook de 12’ (casi la misma que el MacBook Pro de 15’’) y que prescindía de la obsoleta unidad óptica que llevaba ya más de un año sin usar. Lo malo era su precio tan excesivo, pero había que renovarse o morir.

Lo más destacable de este portátil era su ligereza y portabilidad, así como una batería que duraba bastante más que la del G4. Sin embargo, el procesador a 1,6Ghz pronto reveló su escasa potencia y tuve que renovarlo con la versión 2010 del Air. Lo más destacable de la revisión lanzada ese año fue la sustitución del disco duro por un SSD. Literalmente el pequeño Air volaba y dejaba en ridículo al costosísimo MacPro con 8 procesadores a casi el doble de velocidad de reloj. Solución: comprar un SSD para el MacPro. Ya puesto, le compré dos SSD de 60GB y creé un RAID de 120GB donde instalé el sistema operativo, los programas y los archivos más usados. Con este “lifting” el MacPro renació y tiene potencia de sobra para mis tareas profesionales a pesar de ser un equipo que acaba de cumplir 5 años, superando de largo el tiempo que he tenido un ordenador como herramienta principal y creo que todavía le quedan un par de años de dar guerra, dependiendo de si Apple quiere seguir sacando sistemas operativos compatibles con él.

Mi equipo principal no lo he renovado desde entonces, pero sí que he cambiado de portátil, pasando a la revisión 2011 del Air y sustituyendo el iMac Core 2 Duo del pueblo por un flamante Mac mini 2011, aprovechando una pantalla Dell que había quedado huérfana en la oficina por la muerte de su PC. El cambio no ha sido por falta de prestaciones, salvo en el caso del disco duro del iMac, que de nuevo se ha llenado de fotos y música de los abuelos, pero sí por eliminar los procesdores Core 2 Duo en los que ya pronto no se podría instalar la última versión de OS X y antes de que se depreciasen demasiado mis equipos actuales. Estos dos modelos 2011 han sido compras en el mercado de 2ª mano, justo tras aparecer los modelos 2012 que, a mi modo de ver, poco aportaban sobre los del año anterior y suponían un buen descuento si comprábamos los “antiguos”.

Esta es la historia de los equipos que han pasado por mis manos en estos 20 años. Si hago la suma de lo que he pagado por ellos, salen más de 20.000€ en total, sin contar ampliaciones de RAM, discos, periféricos y demás. Mientras que he vendido equipos de 2ª mano y he recuperado apenas 5.000€ de ese gasto. Puede parecer excesivo, pero han sido equipos empleados para trabajar y yo he tratado de tener herramientas adaptadas a mis necesidades en cada momento. En la tabla siguiente hay un resumen del coste de compra y el valor de venta de cada equipo. Pero sobre todo hay que fijarse en el coste mensual de uso de cada uno.

De este cuadro se deducen algunas cosas. La primera es que el coste de los ordenadores de Apple ha bajado: 10 años después, un equipo profesional como el MacPro, cuesta menos que el G3 de 1998 y eso que el IPC ha subido bastante. Otra conclusión es que comprar equipos “último modelo” sale menos rentable. El primer Air era un equipo bastante limitado y con un precio muy por encima de ordenadores mucho más potentes. Comprar de 2ª mano supone tener equipos muy válidos por un coste mucho menor y que no se deprecian mucho más que los comprados nuevos. Ampliando un ordenador podemos estirar bastante su vida útil, que puede ser perfectamente de 4 años, salvo que queramos estar siempre a la última.

Espero que os haya gustado mi recorrido por los equipos que me han acompañado durante estos años. Hay muchas más anécdotas e historias alrededor de ellos, pero eso puede que dé para otro artículo en el futuro.

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amaya
11 years ago

me ha hecho gracias en mis 26 años con Mac, pues mas o menos he recorrido los mismos equipos, salvo que tuve un iMac SE Graphite me encantaba hasta que salió la lamparita, y el brazo de este iMac es lo que mas extraño, su versatilidad, para ajustar la altura o ángulo , o para girarlo y mostrarle algo a alguien, nunca mas 🙁

ahellin
ahellin
11 years ago

Por que será que todos pasamos por los infinitos modelos de Mac que tiene Apple y al final terminamos con el flamante macmini?

vicplus
vicplus
11 years ago

Ramón pareces mi hermano mac. Creo que hemos tenido una vida paralela. Ahora incluso trabajo con un Mac Pro con un SSD y un MacBook Air. Si vienes a Cádiz me avisas y te enseño mi garaje. Macintosh II, LC, Quadra 630, Quadra 840av, iMac de todos los colores…
Gracias por el artículo.

denorian
denorian
11 years ago

Madre mía que “dinerales”. Yo me conformaba para mis estudios con un 486 DX2 66 y 4Mb de RAM y un monitor CRT de 14″, el cual amplié al cabo de mucho tiempo a un Pentium 200 MMX.

Siempre pensé que Mac es para los yupis con pasta y el pueblo llano al rico compatible, pero después de descubrir el sistema operativo en un venazo “switcher”, me di cuenta que me estaba perdiendo un gran sistema operativo.

P.D. Me parece excesivo elaborar una tabla para convencer al personal que no has tirado el dinero, cada uno se lo gasta en lo que le da la real gana.

juan.varios
juan.varios
11 years ago

Hola, me llamo Juan, y soy Apple-Adicto.
(como dirían en alcohólicos anónimos)
Yo reconozco que no nací Jedi, estuve en el lado oscuro, siendo Sith, hasta que vi la luz. Por trabajo, por entorno, y por “”comodidad”” siempre he sido Microsoftero, el Linux lo he usado para prácticas y para investigar cosillas, y le di la espalda al mundo Apple hasta que le vi el lado funcional ya en el primer iMac 24″ de aluminio (desde el que os escribo en casa), y al que le he cambiado el disco a uno de 1TB. Más memoria imposible. Por mi trabajo, imposible prescindir del mundo Windows, así que cuando ya vi a pleno rendimiento el iMac con VMWARE, no me lo pensé, y dije: ahora sí que sí. Y desde entonces, odiando cada vez más los Windows de escritorio (no así los server), y sobre todo el Windows 8, que me parece repelente. Pero es que ya lo veo desde el lado Jedi, y me parece malo y demoníaco.
Gracias por compartir tu vida informática, Carlos, siempre es curioso.
Por cierto, como funcionario con sueldo bajo mínimos, pasar a un iMac de 21,5″, de entrada no viniendo de un 24″. Pero es que lo malo es que con los 27″, en condiciones, te plantas en más de 2000€. No digamos si eliges 16GB de RAM o unidad Fusion…. es muuuuucha pasta. Y pasar a un MacMini, tampoco lo veo, no quiero una pantalla que no sea Apple, y no quiero cables por en medio de mi minimalista mesa de trabajo, ni en casa, ni en el curro. En fin … que no me veo …

fjmp
fjmp
11 years ago

Ufff que tiempos… Yo me gaste mis primeros meses (varios) de becario de doctorado en un Mac 512 y luego en ampliarlo a 1 Mb (1986… el resto es una larga lista)

wenmusic
11 years ago

Muy interesante y entretenido, aunque absolutamente imperdonable que vendieras el iMac G4 lamparita 😉

Mandibul
Mandibul
11 years ago

Bonita historia.
Siempre es agradable la lectura de experiencias vitales.

Se intuye por lo que escribes que tienes Una Vida.
Enhorabuena, por tanto.

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