Este año ha muerto una tía mía, con 60 años, de leucemia. En el siglo XXI, la era de la ciencia, la biología, la ecología. Cuando cada día nos sorprenden con avances genéticos, descubrimientos microscópicos y nuevas mezclas nunca imaginadas, las enfermedades, «de toda la vida» se siguen llevando cuerpos como tributo a la apabullante fuerza de la naturaleza, que el hombre no consigue doblegar, por mucho que descienda en sus análisis o ascienda en sus razonamientos.
La vida, eso que nos dieron sin darnos cuenta, también puede irse igual que llegó. Por eso sólo cabe preocuparse de lo que hayamos hecho entre medias.
El mejor hospital de Madrid, especializado en la enfermedad, fracasó con ella, y sólo pudieron dejarla ir lo más tranquila posible, apoyada y acompañada por su marido e hijos.
En una situación así, descubres que tu tía no era la persona que creías conocer y que amabas. Aparece mucha gente que la conocía, y hablan de lugares, acontecimientos, experiencias que no coinciden con el perfil que habías creado. Y te preguntas cuándo hablaste con ella (pero hablar de verdad, de persona a persona). Cuando preguntaste qué le gustaba o qué echaba de menos. Si veía a «su otra familia». Si alguna vez la invitaste a comer a tu casa… creo que no, pero no lo recuerdo. Descubres que tu imagen de ella tiene más espacios vacíos que rellenos, y que ya no puedes arreglarlo.
Cómo es la naturaleza humana, que sólo ante la muerte es capaz de reflexionar sobre lo que ha perdido, lo que ha escapado, lo que no ha hecho. Y no por ignorancia, pues en la mayoría de los casos bien sabemos lo que hacemos mal. Sea por pereza, por orgullo, por miedo, por timidez… sólo cuando ocurre el hecho irreparable querríamos sinceramente haber sido menos perezosos, orgullosos, miedosos, tímidos. Es en ese momento cuando nos reconocemos nuestros errores, cuando descubrimos lo trivial de la ira, del resentimiento, del individualismo, y lo agobiante de la pérdida, de la soledad, de la tristeza. Para nada. Al final todo para nada. Lo dejamos ir igual.
Cómo es la voluntad humana, que todo el dolor, todo el arrepentimiento, todo el propósito de mejora, casi siempre queda enterrado con el que partió, como si nada pudiéramos aprender de esa lección, como si no nos sirviera para seguir adelante en nuestra vida.
Volveremos a la rutina, y trataremos mal al que tratábamos mal, y bien al que bien. Seguiremos sin reconocer a aquel que ignorábamos, y seguiremos riéndonos de aquellos de quienes nos mofábamos.
Y cuando miremos alrededor, notaremos la ausencia, el espacio, el hueco que dejó el que ahora está lejos. Y no nos damos cuenta de que es su manera de decir: no hagas a los demás lo que me hiciste a mi. No dejes de hacer por lo demás lo que nunca hiciste por mi. Trata a los demás como me trataste a mi.
Ámales, pero díselo. Apréciales, pero demuéstraselo. Mira sus defectos, pero perdónaselos. Intenta hacer que los que te rodean sean felices.
No esperemos a que se nos vayan para lamentar que nos faltó tiempo, ganas o voluntad para decir, hacer o deshacer lo que es justo, lo que es bueno. Porque nunca sabemos cuánto tiempo tenemos para hacerlo. Si apuramos demasiado…
Al final, nosotros también veremos desde el agujero las caras compungidas de todos aquellos que nos despiden deseando que nos hubieran dicho, que nos hubieran hecho…
Alf
Foto de Daledesigns
Alf, te sigo desde hace tiempo en faq-mac pero ahora me doy cuenta de lo humanamente «normal» que eres. Estoy contigo y de acuerdo con lo que expones. Gracias por hacerlo aquí
Estimado Chema, muchas gracias por tus palabras. Créeme que no me resulta fácil escribir, a «calzón quitado», y menos en un sitio como este.
Desde el principio me ha animado la frase «No solo de Mac vive el maquero» (ahora a lo mejor tendría que refrasearlo a «No sólo de Apple vive el fanboy») y creo que es bueno que, al menos una vez al año, nos paramos a pensar dónde estamos, hacia dónde queremos ir, y si la carretera que hemos tomado nos lleva allí. Porque la vida es demasiado corta para insistir en un camino que nos hace infelices.
Así que agradezco especialmente tu comentario, así como el de todos aquellos que los han dejado en otros artículos, venciendo la resistencia del «captcha» y retratándose en público. Me ayuda saber que no son reflexiones inane, pedorras, o vacías, y si sólo a una persona le ha servido, o he sintonizado con su estado mental o anímico, ya ha merecido la pena la exposición.
Alf
pd.: también agradezco enormemente a todos aquellos a los que les «fastidia» encontrarse con mis reflexiones en nuestro periódico del mundo Apple, que me toleren estas incursiones sin manifestar su desagrado.
Una feliz brisa de humanidad (y de gusto por escribir) en medio de la (aún) fría tecnología: al fin y al cabo sirve para acercar a las personas. Con mi pésame.
Caray, leer cosas como esta hacen que siga siendo interesante escudriñar la red en busca, no ya de contenidos interesantes, sino de personas, personas que piensan y sienten. No sé si este es el mejor lugar para estas reflexiones, quizá sí, ya que quien entra aquí no se espera esto, y quizá sea quien más necesite leerlo.
Mi madre falleció el pasado día 31 y afortunadamente si pude decirle todo aquello que quería así como despedirnos de ella. Únicamente me queda la sensación de si hubiera podido hacer mas por ella, pero eso nunca lo sabré.
Gracias por permitir encontrar un espacio de humanidad y no solamente de tecnología, gracias por dejar que tus propios sentimientos afloren y conozcamos esa parte que os hace únicos, gracias al fin por mostrar tu humanidad.
Gerardo