Hace unas pocas semanas tuve el privilegio de ser invitado a dar una charla sobre tecnología ante un grupo de reclusos en un centro de Madrid.
Entrar en una cárcel, como ocurre con todos los campos atendidos por voluntariados, es como entrar en una realidad paralela. Sabes que viven al mismo tiempo que tu, pero al estar separados de tu flujo vital, de alguna manera se siente surrealista.
Por supuesto, el silencio mediático fomenta esa sensación de vacío a lo desconocido. Entrar en la cárcel es como atravesar alguna frontera de ciencia ficción. Todo parece real, tangible, y al mismo tiempo sabes que en cuanto te subas al coche y te vayas no volverás a verlo. Será como si no hubiera sucedido.
Según me han contado, el aislamiento tecnológico en la cárcel es bastante drástico. Aparte de televisiones y revistas (algo que se consiguió en el siglo pasado), el recluso actual sólo puede mirar de lejos los avances, a través de esos rudimentarios métodos de transmisión de conocimientos.
Imagínate que te hubieran sacado de la vida civil hace quince años. Que nunca hubieras usado Google, o conocido los teléfonos inteligentes. Nunca te habías conectado a redes sociales, ni usado mensajerías instantáneas. La función más avanzada de los relojes sería el despertador, o que tuvieran varias alarmas. Y puede que nunca hubieras enviado o recibido un correo electrónico. Todas esas cosas que vieras en la televisión o que leyeras en revistas o periódicos te parecerían maravillosas, aunque ajenas, irreales.
Pues eso ocurre. Hoy. Ahora. A pocos quilómetros de nuestras casas.
La charla fue enormemente inocente, por cuanto la gran mayoría de los asistentes tenían más curiosidad que conocimientos, y traté de explicar lo más pedagógicamente posible cosas como el funcionamiento del GPS, o del disco duro de un ordenador, o por qué el iPad con su interfaz táctil es la herramienta de aprendizaje definitiva (digo iPad porque me dejaron entrar uno -sin conexión a internet, claro- para la presentación).
Ver entrar a los reclusos en el aula me causó una enorme impresión. Y muchos llevaban su historia escrita en la cara. Desde el par de jóvenes que se comportaban como si aquello sólo hubiera sido un golpe de mala suerte, pero que ellos siguen siendo más listos, pasando por gente que reconoce que hizo mal y está deseando volver a su vida para no volver a equivocarse nunca más, hasta llegar hasta aquellos que sólo cuando han sido internados han podido estar a salvo de los problemas. Su vida está allí dentro, y te miran sin esperanza, pero también con tranquilidad. Mientras estén allí dentro están a salvo. Si les obligan a salir se meterán en nuevos problemas (sólo que muchos años más tarde) no sólo por sus orígenes, sino porque están aún más inadaptados que antes, por el tiempo que han pasado desconectados de la sociedad.
Para un privilegiado como yo, pleno de oportunidades, lujos y libertades, la visita a la cárcel ha sido una enorme cura de humildad, y ver el genuino y candoroso interés por lo que tenia que contar por parte de un público tan diverso y agradecido, una de las mejores cosas que me han pasado.
Me he apuntado para acudir a otros centros y lo haré siempre que me reclamen.
Quería compartir esto con vosotros que, al fin y al cabo, sois mi cuadrilla de aventuras tecnológicas y vitales.
Wow Alf. Muchas gracias por compartir la experiencia. La verdad es que nunca se me había ocurrido el problemón que puede significar esta situación. Realmente es casi como entrar en coma en el 2000 y despertar en 2015. Vaya marrón!
Lo de estar en coma creo que es lo más parecido a lo que sucede. Una experiencia muy fuerte. He dado cursos a gente mayor pero esto lo supera por mucho.
[i](Please, cambia ese [u]quilómetros[/u] por [u]kilómetros[/u]; no aparece en el RAE y no sé si está aceptado pero hace sangrar los ojos, viejuno que es uno).[/i]
Más de una vez lo he pensado, incluso he visto alguna película de casos que salen de la prisión al cabo de los años, y ya no es solo el impacto tecnológico a nives informatico, también lo será en un simple recorrido a pie por una gran ciudad, carteles luminosos, con imágenes, vallas publicitarias que va cambiando el anuncio por simple desplazmiento enrrollandose como las persianas, semáforos con temporizador, otros que además pitan o te dicen cuanto tiempo te queda, paradas de bus con paneles informativos, y los simples anuncios de cosas que tan solo hace 10 años no existian, debe ser un choque muy fuerte.
Y como dices, explícale que hablas con tu primo (es un supuesto) de California en tiempo real y viendose el uno al otro, y mientras puedes buscar la pizzería más cercana y encargarles las pizzas e incluso desde la calle, en solo 10 años todo a cambiado mucho más de lo que parece.
Como anécdota, a un amigo le trajeron un Walkman (si, eso que lleva una cinta de cassette) de Alemania unos familiares cuando aquí se empezaba a oir que existian, y recuerdo que la gente por la calle se le quedaba mirando e incluso nos preguntaban si nuestro amigo era sordo que llevaba esos aparatos en los oídos.
Simplemente un año antes de que dejasen de enseñar las cabinas de los aviones a los niños, conseguí que la azafata llevase mis hijos a la cabina, el pequeño tendría unos 4 años, y al salir me dijo, los pilotos tienen unos móviles en las orejas.
Es simplemente la visión de lo que ves aplicada a los conocimientos de tu entorno en el momento en el que vives y donde vives.
Muchas gracias Alf por compartir ésto con nosotros.
Viene muy bien de vez en cuando que te den un baño de realidad, aunque sea paralela.
¿De verdad dijiste esa frase a esa audiencia? «el iPad con su interfaz táctil es la herramienta de aprendizaje definitiva». Dime que no.
No sé si habrá que hacer como dijo Concepción Arenal: «Odia al delito, compadece al delincuente», pero seguramente habría que relativizar un poco las cosas.
Tememos a gente que tiene el aspecto de poder asaltarnos armada con una navajilla y robarnos 20, 30 o 50 euros y nos cambiamos de acera si los vemos. Pero luego llega un tío trajeado, y armado con una versión sui generis de la Ley de la Oferta y la Demanda nos roba 20.000, 30.000 o 50.000 euros, y encima le damos las gracias. 😉
Santiago, por supuesto puedes discrepar, pero para gente digitalmente analfabeta, nada supera la interacción con sus dedos y la falta de complicación de no tener que entender un sistema de archivos.
Si se ocurre un sistema más sencillo para manejar un dispositivo electrónico, dímelo y lo utilizará cuando tenga que exponer.
Hola Alf, por un momento me asusté jajajaja….. que habrás hecho…..
Pero al leer el artículo es como han comentado, a uno se le olvida este tipo de situaciones, si a veces me cuesta que mi papá retenga todo lo que le explico y él no está aislado, y por contrario le suele interesar el tema tecnológico….no imagino para esta gente.
Gracias por compartir.
No, si no niego que sea un método estupendo (bueno en realidad me parece una ayuda, no el método definitivo), solo que la frase parece fuera de contexto. Parece que estás vendiendo el producto, no enseñándolo.
Seguramente necesitan antes saber escribir que manejar una tableta. Pero es que aunque supieran escribir maravillosamente, ¿para qué enseñarles «el producto definitivo» si no lo van a poder tener (ya me imagino la capacidad de apuñalamiento y degüelle que puede tener un cristal de esos)?
Vamos, que yo me quedaría diciendo «pos vale chaval, gracias por enseñarme otra cosa más que no está a mi alcance». Que digo yo.
Cita de Pío Baroja:
Las leyes son como los perros. Sólo ladran a los que van mal vestidos.
Santiago, mal interpretas la situación. La discusión con la gente que no sabe escribir no es sobre el tipo de bolígrafo, sino de si son capaces de aprender a hacerlo.
A una persona de 40/50 años que no tiene experiencia con la tecnología, le pones un ratón, un sistema de archivos, cuadros de diálogo para guardar, abrir, etc. y se sienten abrumados.
Les dices «tocas con el dedo» y se abre, y lo entienden a la primera, se ven capaces y les dan ganas de aprender.
Sentirse incluidos es la base para que puedan progresar. que sea accesible y comprensible por ellos. Para eso tienen que perder el miedo y comprender cómo funciona.
Por supuesto en la trena no van a tener un iPad, pero cuando salgan, sabrán que eso existe y podrán acercarse a la tecnología. No será un iPad (a lo mejor), pero será un Samsung o un Airis, y empezarán a caminar.
Ese era el sentido de enseñarles cómo funciona un iPad. No estaba fuera de contexto ni era un alarde de burgués chuleando al proletariado. Era una explicación de como se habían simplificado las cosas (¡por una vez!) para que todo el mundo pueda acceder a ello, estén donde estén.
#11 No sé por qué pierdes el tiempo dando explicaciones, Alf. Él viene a meter su cuñita para ver si vende la moto.
En este caso nunca mejor dicho, porque se trata de que te dicen que una bicicleta es una mierda, porque con ella no puedes hacer lo mismo que con un coche, y te venden una bicicleta de 200 kilos con motor, es decir una moto, que no es buena ni como coche ni como bicicleta. 😉
#11 Explicado así es distinto a la frase de predicador televisivo que citaba. Sigo pensando que no es una tableta lo que necesita esa gente, que la tableta viene después. Cuando yo era profesor, en el pleistoceno, ponías a determinados chicos delante de un ordenador en algún momento de la clase -y en aquella época tener acceso a un ordenador era tan molón como ahora tener un iwatch, por poner un ejemplo- y su reacción era la misma que ante los instrumentos tradicionales de aprendizaje: Deficiente o muy deficiente.
Pero en fin, eso es otro tema.
¡Qué bonitos cerros tiene Úbeda! Lástima que para verlos haga falta un ordenador con Windows y Office. 😉