Los perdedores del SIMO

En una feria como ésta siempre eres de fuera.

El SIMO sigue siendo una amalgama indescifrable de empresas, donde se reunen desde aquellos que venden grandes máquinas para encuadernar, plastificar, plegar, grapar, … hasta importadores de electrónica desde China (y que son, casualmente, chinos).

Entremedias, como en los anillos de un tronco centenario, se pueden leer las etapas que ha atravesado (una feria importante para España pero mediocre en Europa), y vas atravesando espacios donde lo que ves sólo machaca una y otra vez las mismas preguntas en tu cabeza: ¿qué hacen éstos aquí? ¿quién les habrá convencido para que piensen que el SIMO es un buen lugar para presentarse? ¿realmente harán negocio?

Lo cierto que sus caras y sus actitudes denotan que no se están divirtiendo, que están allí obligados y que las visitas que (hipotéticamente) puedan recibir no compensan el tiempo y el dinero (y puede que no en ese orden) que han invertido en estar allí.

En muchas caras me parece percibir la angustia de los que están quemando sus últimas fuerzas intentando revitalizar un negocio que se les muere. Empresarios que ya han probado todas las recetas y no saben qué hacer. La medicina mágica de las ferias se les antoja como la última oportunidad de encotrar una cura para la agonía. Y te miran implorantes, siguiendo tu camino con languidez, suplicando con la mirada que te pares, que preguntes, que hagas como si te importara lo que les pase, aunque sólo sea para que por la noche, cuando lleguen al hotel, sentados en el borde de la cama, con la luz de la mesilla iluminando la negritud del futuro, se consuelen con tu tarjeta pensando que, tal vez, no han perdido el dia.

Las paredes vacías, el rótulo negro de serie, la soledad de una mesa y una silla, como un despacho olvidado que nadie quiere ocupar, y dentro una persona que intenta mantener la compostura, pensando no puede permitirse que su derrota salude antes de que abra la boca. Y sólo consigue que su vencimiento sea aún más evidente y patético.

O esos comerciales que, con el están vacío conversan entre ellos y bromean, intentando que parezca que se lo pasan bien, que se divierten y que ir al SIMO a Madrid forma parte de la “gran vida”. El traje mal planchado, mal dormidos y con nada en común. Dia tras dia tienen que levantarse y volver a esa carcel ruidosa de dónde no pueden escapar. Como en una pecera invisible, les llegan ruidos, animación, un río de gente que transita hacia otros lugares, con certeza más interesantes y libres, donde les está prohibido bañarse.

Sólo pueden mirar y moverse por la jaula intentando no rozarse con los otros presos. Doce horas atrapados en unos pocos metros cuadrados, repitiendo dia tras dia la misma conversación, intentando que parezca fresca, nueva, original. Pero según la representan les va dejando en la boca el gusto amargo de lo sobado, de lo vacío, de lo intrascendente. Y el tiempo pasa por otra carretera.

Incapaces de cambiar de carril, el SIMO revela con toda crudeza las miserias del trabajar para vivir, o del vivir para trabajar. Y uno se jura que va a cambiar su vida, que va a hacer algo por salir de esa opresión. Uno se repite que el dinero no compensa y que vale para cosas más importantes.

Por fin entra un visitante, y lo primero que observa es que viene cargado de bolsas, de folletos,… viene cansado y acalorado, probablemente los dos hacen lo mismo pero a la inversa, él esta obligado a vagabundear por toda la feria, intentado encontrar algo que justifique su día fuera de la oficina.

Su cara denota que a estas alturas ya no tiene ganas de escuchar. Sólo quiere una tarjeta de visita, los catálogos que entreguen a todo el mundo, y un apretón de manos que le permita prometer que cuando todo pase y están más tranquilos va a llamarle, igual que llamará a todos aquellos que ha visitado y que hará que la representación comience de nuevo.

Mientras repite con monotonía el discurso, como los guías repiten las visitas a los museos, el vendedor sabe que no le están escuchando. Y si en un desliz mira a los ojos a su oyente, sólo verá en su mirada la súplica de la brevedad, la angustia del que quiere irse, escapar, salir de allí.

En esos momentos, la vida del visitante, esa de la que siempre se queja (convencido que él sirve para cosas mejores, y que cualquier dia de estos va a hacer algo por cambiar) le parece aceptable, mucho mejor que tener que pasar el dia en un redil como el de estos pobres vendedores que van por las ferias, absolutamente despojados de individualidad, de personalidad.

Fuera el sol sale, las nubes pasan, desayunas, comes y meriendas, cae la tarde… Pero en el SIMO siempre es la misma hora. La música de las atracciones se repite una y otra vez, como en la ferias de verdad, esas que disfrutas en verano, con gente que aprecias y en las que te diviertes, pero aquí sólo puedes oirla, y llena tu cabeza como una conversación absurda que te persigue sin posibilidad de ocultarte.

Cuando los habitantes de la parcela se quedan un rato solos, su mirada les traiciona, y la vacían en la nada, imaginando, tal vez, que al final del dia tropezarán con una de las guapas azafatas que no puede ver pero que seguro pueblan todos los pabellones, y entablarán una conversación nueva, diferente, donde se mostrarán ocurrentes, oportunos en sus bromas. O tal vez coincidirán con algún compañero del pasado, del colegio, del pueblo, al que no ven desde hace años…y podrán sentirse, por primera vez en el dia, interesantes, inteligentes. Podrán ser alguien diferente. Cuando lleguen al hotel, sentados en la cama, la luz de la mesilla iluminará su satisfacción por tener algo que contar. Y la rutina de cada dia se romperá, al llamar o llegar a casa podrán contar lo que su corazón les reclama: el día ha merecido la pena.

Por supuesto, todo esto puede ser mentira, y los presentes en SIMO pueden ser unos triunfadores, hacer decenas de clientes nuevos y amortizar sobradamente tiempo, dinero y vida.

Pero eso no es lo que siento cada vez que visito una de estas megaferias.

Seguiremos informando

Alf

0 0 votos
Article Rating
Subscribe
Notify of
3 Comments
Oldest
Newest Most Voted
Opiniones Inline
Ver todos los comentarios
Anónimo
Anónimo
21 years ago

Enhorabuena

Creo sinceramente que este texto ha sido lo mejor del simo.

Anónimo
Anónimo
21 years ago

Seguramente será cierto todo lo que describe el artículo, pero no he leído algo tan triste hace mucho tiempo;cuando pase por delante de un stand y lo vea vacío temeré leer en los diarios del dia siguiente las noticias de varios suicidios.Joer, macho, qué tétrico .

Anónimo
Anónimo
21 years ago

He sido expositor en el SIMO durante 12 años seguidos y ni yo hubiera hecho una descripción que transmita tanto la realidad como esta. Enhorabuena. Incluso lo de la azafata que encuentra el conocido. Este texto es total!…me da envidia y me enfurese no tener estas ocurencias!…todo esto que cuenta este articulo me ha pasado 12 veces pero fui incapaz de sacar conclusiones.

Esto junto con lo de Plácido Moreno en la edición de Macworld del mes de noviembre es lo mejor que he leido sobre el tema.

Definitivamente esta web reboza de calidad y estoy super sorprendido de que se pueda ofrecer contenidos tan buenos y certeros!…

Alf deberia dedicarse al periodismo a las 24 horas!

Stan

3
0
Me encantaría saber tu opinión, por favor, deja un comentariox
()
x