Los recuerdos y la inspiración, por Victoria Ángela Pérez

El caso es que creo que tanto los Windows como los MAC actuales se han hecho tan amigables para el usuario que han roto un código de necesaria dificultad. Lo único parecido que te queda es Rootear un tablet chino, en chino. Pero vamos, como valen cuatro duros, el pánico no es el mismo.
Al menos a mí, los antiguos cacharritos me enseñaron algo importante: Olvidar es difícil cuando intentas hacerlo así que sale más a cuentas desde el principio tener cuidado con lo que guardas.

 Tengo la teoría de que la cabeza tiene una RAM limitada y que cada vez que memorizas una información, otra antigua se cae. No me parece descabellado porque al fin y al cabo todo es finito. Elegir lo que vamos a olvidar, es lo que diferencia a los humanos de los primates y las teleoperadoras de Vodafone que como están obligadas a memorizar todo el discurso comercial, muy seguramente no recuerdan ni la calle donde viven.

Lo ideal es depurar en directo. Yo, por ejemplo, cuando veo un chico guapo, elimino automáticamente de la cabeza a dos o tres compañeros de la primaria, que los tengo ahí guardados ocupando espacio no merecido. Renovarse o morir.

Otro buen consejo es zipear, sobre todo en la época de estudiante. De joven todo lo que te pasa es curioso, te están pasando cosas «ways» cada cinco segundos y claro, por eso cuesta tanto estudiarse de memoria los nombres de los ríos. En esas épocas, te conviene usar la mnemotecnia.zip o directamente el machete.rar. Todo el mundo sabe que los comprimidos los borramos ipsofacto de extraerlos porque claro, ¿quién se va a acordar de lo que contenía eso? (por eso después del examen eliminas los archivos enseguida).

Una argumentación muy personal al respecto es lo que me pasa a mí con los artículos. En época de exámenes universitarios, puedo tener docenas de buenas ideas que no puedo explotar. No paran de llegarme para nada, porque no puedo escribirlas y al mismo tiempo dificultan que me entre el código penal. Cuando logro que entre el código penal y me examino, las he olvidado todas o, aunque las haya apuntado, les he perdido el hilo de esencia y ya no sabría hacer algo decente con ellas. Eso sí, recitar artículos del susodicho librejo me sale «para grabarlo». También pasa que te pegas todo el año diciendo que vas a escribir cantidades titánicas en verano que tendrás tiempo, pero claro, en las vacaciones te pasa un acto social o plan geek prometedor cada día y la cabeza se llena de momentazos graciosos que no dejan fluir la idea.

Por esto he insistido siempre en la importancia de ser un cabeza hueca. Quiero decir, de evacuar y sacar fuera. Apuntando o llevando historiales gráficos, diarios, agendas y/o aplicaciones al gusto para borrar recuerdos y hacer espacio en la memoria. Sólo cuando llevo unos días apuntando lo que tengo que hacer, sin que ocurra nada que me descoloque e inmersa en actividades «inspiradoras» consigo escribir algo bueno. Viene solo, a veces en la ducha o me despierta de madrugada sin más. El resto del tiempo es enganche al masoquismo de estar delante del teclado en blanco mientras tu frente te dice que tienes que ir a comprar pan.

Lo que no hay que hacer nunca es eliminar al azar, porque la cabeza es muy traicionera. Para recordar algunas exposiciones de estas que hacías frente a toda la clase en la primaria, borré la mayor parte de los recuerdos del primer cumpleaños que celebré. Y qué putada porque no celebré muchos más después de ese. No recuerdo de qué era la tarta, quién asistió, qué música pusieron o de qué color eran los banderines (diría por intuición que eran amarillos, pero vamos, podrían ser verdes, no te fíes). Creo que fue un buen día de todas formas, salvé esa sensación.

Y bueno, a pesar de tener una supuesta buena capacidad para eliminar, tengo buena memoria. No soy tan descarada como Mike de la serie Suits, pero la verdad memorizo fácilmente y con mucha precisión. Al fin y al cabo las nombradas exposiciones, aún las puedo repetir palabra por palabra. De hecho, considero peligroso hacerse el Funes ya sea en modo arcaico o actual y no borrar nada, te explotaría la cabeza. Por eso sólo pasa en las series. Funes podía memorizar tantos libros a tocateja según yo concluyo no porque fuera inteligente sino porque todos sus recuerdos eran .txt y pesan menos (dado que el .jpg y el .avi no son compatibles con la gente ciega).

Pero igual tengo cosas que quiero borrar y no puedo. Mi teoría frente a esto es que la memoria sólo borra un archivo y lo sustituye en ese espacio por otro cuando pesan lo mismo y encaja perfectamente. Desgraciadamente se niega a atender a la importancia del mismo. Por eso no puedo borrar la noche que se murió mi abuelo por ejemplo. Me pesan mucho esas imágenes, son como tres megas en HD cuando eso ni existía cuando pasó, y sin embargo, no me las puedo sacar. Supongo que en algún momento me ocurrirá algo que pese lo mismo y empezará a difuminarse. También estaría bien encontrar algo de 800 despreciables bytes para olvidar el «Aluete gentil aluete» y su vez tengo fe de nunca encontrar nada que pese tanto como la voz de mi hermana pequeña porque no tengo copias de seguridad de ninguna clase.

Todo este tochaco autobiográfico aparte de que quería hacerte reflexionar sobre la importancia de lo que recuerdas y cómo lo haces, viene porque creo que he descubierto cómo se producen esos flashes de ideas, como este, que uso para escribir. O, al menos, el hábitat necesario para que tengan posibilidades de aparecer.

Según mi forma de verlo, la creatividad nace de la memoria. Al menos a partir del Big Bang, yo no creo realmente que nada haya sido inventado partiendo de cero. Si no fuese así, yo no podría ser «escritora» porque créanme, mi imaginación da mucha pena, carezco totalmente de ella. Para mi resulta obvio que los aviones se inspiran en pájaros, las bombillas en fuego y el móvil en el telégrafo. Y si alguien te dice que su invento fue una iluminación, o te está ocultando la fuente, o tiene una creencia mística un tanto rara. Por tanto, yo creo que uno hace un compostaje de lo que ya sabe y/o recuerda, la originalidad entonces radica en ser capaz de concluir con una combinación diferente.

Otra cosita que puede ayudar a argumentar mis delirios es que, si observas la historia, se nota que casi todos los que inventaron una gran cosa, hacían lo posible por huir de lo banal (algunos hasta llegar al auto-abandono), no creo que sea una característica obligatoria pero visto lo visto con mis huecos de inspiración y cuándo se producen, me tiene más que convencida de que lo bueno germina después de hacer un vacío lo suficientemente grande para que quepa una nueva composición basada en los ingredientes de lo que sí has decidido recordar.

En resumidas cuentas, siéntete libre de tener montones y montones de ideas horribles y de combinarlas hasta que salga algo bueno. Hay que permanecer fuera del chorro de información para que el agua mental se estanque, en tormenta no germina nada, os lo aseguro (aquí porqué yo os dejo colgados varios días seguidos en Twitter). Haz bricolaje, deporte o limpieza, esas actividades manuales que hacen que se pasen las horas concentrado y no te dejan pensar en nada más que el movimiento siguiente. Son todo un descanso para la cabeza porque no dejan entrar nada nuevo. Si no sale, sigue borrando compañeros de la segundaría y mira pelis o lee libros que te inspiren. Al fin y al cabo, aún si no todas inspiran, las imágenes mentales de Ryan Gosling son más agradables de ver.

Kate, cerrando sesión.

Un artículo de Victoria Ángela Pérez. Síguela en @OldKate on Twitter

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