Cuando Carlos me invitó a iniciar una línea de artículos dirigidos a iniciarse profesionalmente en el sector informático para que pudiesen servir de ayuda a aquellos que se aventuran en este mundillo en auge, me acordé inmediatamente de algunos consejos de coachings, gurús, consultores y demás expertos que nos inundan con frases para el emprendedor: Si fracasas serás más fuerte porque aprenderás de tus errores, el fracaso es bueno porque saldrás reforzado para cuando tengas éxito, el éxito se compone de muchos fracasos,…
Ya esta, ya tenemos la solución, ahora imprimes todas las frases en un folio y se las entregas “al del banco” con tu mejor sonrisa y le dices que este mes la factura de la luz la va a pagar su encantadora madre, que tu has fracasado y que estás muy contento porque ahora eres más sabio.
En serio, para mí que nos están tomando el pelo con tanta charla, conferencia, simposio, congreso y demás mítines evangelizadores del actual panorama de las startups.
Para comenzar cualquier reto en nuestro sector de las “nuevas tecnologías” (por cierto, ¿alguien conoce la fecha de cuándo dejaremos de llamarlas “nuevas”?) lo primero que se requiere es disponer de la preparación necesaria para afrontar las complicaciones de dirigir un negocio. Conocer una tecnología no significa que ya puedes montar una pequeña empresa, más bien suele ser lo contrario, aquellos que dominan una tecnología están tan enfrascados en su educación y en el enorme esfuerzo que supone estar al día en nuestro sector de la informática, que disponen de muy poco tiempo para dedicarse a la gestión de su modesta empresa.
La práctica habitual nos sitúa en un contexto de perfiles similares, allí donde estudiamos conocemos a otros compañeros de carrera y montamos algo en “el garaje de casa” ¿os suena la frase? Pero si analizamos cualquier empresa nos damos cuenta de cómo esta compuesta y que comprende diferentes perfiles laborales.
Crear una empresa es un reto muy difícil y lo suficientemente complejo como para poder llevarlo a cabo entre “tres amigos”. Un esquema interno empresarial se compone de tres niveles: operativo, táctico y estratégico, que son conducidos a su vez por diferentes comportamientos: ventas, producción y finanzas. Aunque podríamos aumentarlo a otros, intento ser conciso para aclarar conceptos y simplificar acciones.
Acabar lo emprendido
Por lo tanto ya estamos ante dos situaciones para poder reflexionar y ser cautelosos para lanzarnos a la aventura de crear startups como si no hubiese mañana.
A) El aspecto cultural, que suele ser reflejo de una situación social. Nos venden la idea de que contra el paro la solución es crear pequeñas empresas y es entonces cuando comenzamos a exigir ayudas externas, generalmente hacia las instituciones gubernamentales.
B) El aspecto empresarial, donde nos centraríamos en situaciones personales. Aún contando con lo necesario para emprender, no todo el mundo dispone de las capacidades exigidas para dirigir una empresa. Tener una idea de negocio no significa que seamos capaces de montar una empresa.
Se nos suele olvidar que a quién debemos de exigir es al emprendedor para que disponga de la preparación necesaria para no tener que recurrir a las frases ñoñas sobre el fracaso (la parte empresarial). Y éste, el emprendedor, será quien deba reclamar a las instituciones oportunas para disponer de los conocimientos necesarios, es decir, la educación (la parte social). A día de hoy esto es lo más absurdo de todo el entramado que tenemos montado, que estudiar en una universidad dependa de trabas económicas y no de capacidades personales.
Al grano…
Asumiendo todo la anterior, y siendo conscientes de donde nos metemos, vamos a crear algo “parecido” a una empresa. Podríamos adaptarlo a una nueva empresa de páginas web, servicios de hosting, desarrollo de aplicaciones, etc. Mientras tanto siempre nos queda la alternativa de pertenecer al sacrificado menester del freelance.
En primer lugar lo aconsejable sería diversificar los perfiles.
Por la parte del desarrollo contaríamos con dos personas. Dada la enorme cantidad de tecnología con la que se cuenta en estos momentos, llegar a dominar esta parte es la más exigente. Según nos dice la experiencia a lo largo de los años se necesita constantemente de otro compañero para afrontar los muchos problemas del desarrollo. Es una práctica generalizada que entre los desarrolladores se estén consultando dudas, errores, tests, mejoras, nuevos frameworks,… y nos vendrá muy bien poder disponer de un apoyo cercano, se verá reflejado en un ahorro de tiempo para nuestros productos.
En los últimos años se ha dado un paso muy importante en nuestro sector y, una vez que ya dominamos con cierta soltura el desarrollo, comenzamos a dar el protagonismo que se merece a la imagen y diseño de nuestros productos. Hemos pasado de las pantallas monocromáticas al color verdadero y en la actualidad, lógicamente dependiendo del servicio que ofrezca la empresa, contar con un diseñador suele ser una buena recomendación. Un ejemplo muy claro lo tenemos en las aplicaciones móviles donde se está avanzando en cuestiones de diseño y usabilidad. Dejar ésta parte a los propios desarrolladores suele dar un resultado nefasto frente a la competencia.
Se esta incorporando una figura muy interesante desde hace un par de años a las nuevas empresas, ya que se ve como necesario para alcanzar los objetivos planteados por muy pequeña que sea nuestra startup, la presencia de una persona con conocimientos de marketing. En éste apartado se involucra a alguien apasionado por el mundo tecnológico y con ciertos conocimientos de ”lo que estamos hablando”, pero sobre todo con dominio sobre las muchas técnicas de comunicación hacia los usuarios (aquí no pongo la palabra cliente) y análisis de producto, de posicionamiento, de ventas,…
Y por último la parte financiera. Es normal que este apartado sea externalizado y es algo asumido por las pequeñas empresas. Pero corremos el riesgo de externalizarlo demasiado, casi olvidándonos de nuestra responsabilidad. Es curioso como se suele tener una perspectiva alejada de la realidad y se contempla este apartado como algo que nos produce sensaciones de antipatía, como algo ajeno que cada cierto tiempo le tenemos que dedicar tiempo para pagar impuestos y “esas cosas” desagradables. Ésta es la parte que debemos de cuidar y mimar al máximo, de ella depende el buen transcurso de nuestra aventura empresarial, es más, personalmente involucraría a todos los miembros de la empresa para asimilarlo como parte de nuestro trabajo.
En resumen: 2 en desarrollo, 1 en diseño, 1 en marketing y externalizando la parte financiera pero todos involucrados, nos daría una startup en condiciones de poder iniciar algo que podríamos calificar de emprendimiento serio y con los mínimos necesarios.
A partir de aquí las combinaciones y número de implicados variará dependiendo de las posibilidades, el esfuerzo, la economía, el tipo de proyecto,… lo que queráis, pero debemos de ser conscientes del proyecto en el que nos metemos y las exigencias que conlleva el emprendimiento, porque el sacrificio que supone va más allá de la pasión que sintamos por la tecnología, de hecho, no tiene nada que ver nuestro sentimiento pasional con montar una empresa… ¡nada!
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