La Resistencia

Este fin de semana he tenido “Reunión de Padres”, una de esas mesas redondas en las que se habla del comportamiento de los niños, de lo bien o lo que mal que les va en el colegio y sobre todo, de su educación y de la interacción con la tecnología.

A partir de este punto, gran parte de los allí reunidos mostraron una reticencia bastante notable al respecto del uso de la tecnología por parte de los niños. Aparentemente para muchos padres que un niño tenga acceso a diferentes dispositivos tecnológicos es un problema casi siempre por motivos de seguridad o por que es una “distracción” para su desarrollo normal. El problema, para mi, es que es “un desarrollo normal”.

Como padres (o para algunos padres), la tecnología es algo que “se usa”. Para los niños, es algo con lo que conviven. Nosotros nos desarrollamos en un mundo donde para dejar constancia de un contenido era necesario papel y lápiz mientras que los niños buscan activamente un teclado para realizar la misma tarea. A muchos padres esto les parece una pérdida de la propia identidad cultural… cuando realmente a lo largo de muchos años hemos perdido este tipo de identidades culturales en favor de una vida mejor. A estas alturas a nadie se le ocurriría poner en tela de juicio la ventaja y utilidad de las bombillas, pero en el correspondiente cambio generacional, la bombilla era la tecnología que desplazaba a las velas. Las velas, sí, eran más sencillas de usar como el papel y el lápiz, pero para aquellas personas la tecnología detrás de la bombilla y los conocimientos necesarios para utilizarla era simplemente un problema que no podían abordar. Y por eso, las velas eran lo  adecuado y la bombilla no. Pero al final, la bombilla se impuso cuando todo el mundo fue, de forma generacional, asumiendo el conocimiento para utilizarla.

De la misma manera, para muchos padres la tecnología no es asumible y por lo tanto, la reacción ante ella es en muchas ocasiones adversa. Las razones de esa reacción adversa casi siempre está jaleada por el miedo creado por los medios de comunicación y su incapacidad de gestionar esa tecnología además de por motivos “educativos” propugnados por personas que tampoco entienden la tecnología y la rechazan de plano para usar medios tradicionales, más manejables y comprensibles para ellos.

Y es que ese es el problema para muchos, que los niños no tienen ningún problema con la tecnología, la abrazan por que es con lo que conviven y es para ellos una herramienta, tan buena y tan mala como otras muchas. Como padres, sin embargo, nuestra  obligación es ayudarle a aprender como utilizar esa tecnología y no prohibírsela porque nosotros no sabemos hacernos con ella.

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Pedro Antonio Godino
10 years ago

Estoy de acuerdo Carlos. Hoy en día es igual de importante escribir a mano correctamente como con un teclado. Creo que se puede enseñar ambas cosas a los niños sin ningún problema.

Majorinus
Majorinus
10 years ago

En resumen: tal tecnología es buena porque es nueva.

Y los que quieren frenar su uso en los niños es porque son ignorantes. Evidentemente.

Majorinus
Majorinus
10 years ago

«Las velas, sí, eran más sencillas de usar como el papel y el lápiz, pero para aquellas personas la tecnología detrás de la bombilla y los conocimientos necesarios para utilizarla era simplemente un problema que no podían abordar. Y por eso, las velas eran lo adecuado y la bombilla no.»

No conozco el supuesto debate sobre el uso de las bombillas o de las velas, y dudo que lo hubiera y en estos términos. En cambio, el debate sobre el lápiz o el iPad sí me suena más, y es menos banal que esta reducción de «modernidad contra ignorancia».

Miguel
Miguel
10 years ago

Estoy de acuerdo con muchos puntos del artículo y creo que además es fundamental distinguir entre dispositivos que te pueden ayudar a mejorar en los estudios, como un iPad (el precio de los diccionarios es alto pero llevarlo todo el día a cuestas y además poder actualizarlo sin pagar un euro más es algo que no tiene precio desde mi puntos de vista por ejemplo) y aquello que realmente un niño no necesita, como un iPhone. Y nombro los de Apple por lo que viene a cuento, se puede extrapolar a cualquier compañía tecnológica.

Ian
Ian
10 years ago

Las cosas no son tan fáciles y resulta bastante ingenuo por vuestra parte hacer una aproximación tan naif al tema. Antes de seguir, decir que me encanta la tecnología, soy un buen consumidor de contenidos electrónicos; tengo y uso la mayor parte de los gadjets de moda; monto mis redes caseras; hago mis pinitos de programación, participo en los blogs del tema… No soy, por tanto, un tecnofóbico sino más bien todo lo contrario.

Dicho esto, estáis equivocados si creéis que la inserción en las tecnologías de los niños debe tratarse igual que en el caso de otros medios. Es cierto que hoy en día escribir con un teclado es tan útil o más que escribir con un lápiz. El problema no es ese. El problema es qué se obtiene al usar uno y qué al usar el otro.

Hasta ciertas edades, el uso de aparatos tecnológicos se desaconseja, pero no porque no se quiera que el niño aprehenda las habilidades que de ellos se derivan, sino por cómo lo hace. La tecnología (y más en los aparatos con interfaces táctiles) usa un sistema muy rápido de recompensas: el niño quiere X y pulsando tal o cuál botón lo consigue. Esto hace que se acostumbre a este sistema de estímulo-acción-recompensa que, por cierto, es muy diferente al que encontrará en la “vida real©”. Todos los que somos padres nos damos cuenta de cuánto le cuesta a un niño usar un lápiz y cuán poco el encender el vídeo o poner el Angry Birds en el iPad. Por algo será.

Es posible que el usar un lápiz sea, hoy por hoy, menos útil que usar un ratón o un teclado o un procesador de textos (aunque tampoco estoy tan seguro de esa afirmación), pero con su uso, en determinadas etapas, se gana mucho más que el mero hecho de aprender a usarlo (destreza, abstracción, espacialidad…).

Ian
Ian
10 years ago

Si, soy padre y me he enfrentado al problema.

En mi caso, no ha supuesto demasiado problema, porque la avidez por la tecnología de mi hijo no es preocupante y por ahora le interesa más el contenido que el continente, pese a tener múltiples opciones disponibles a su alcance (nunca le he tenido que prohibir que use ningún dispositivo). Pero, en el caso de otro niños que conozco muy de cerca sí ha supuesto un problema y suficientemente importante como para haber interferido en otras facetas de su desarrollo, como la social. Hablo, siempre, de niños pequeños, de tres, cuatro años. A partir de los cinco-seis años, el riesgo de que se habitúen al sistema de recompensas que ofrecen hoy en día las tecnologías, es mucho menor y ya deberían haber adquirido suficientes habilidades por otras vías como para que un uso normal, moderado y guiado de la tecnología les resulte positivo.

Fernando San Gregorio
Fernando San Gregorio
10 years ago

Soy padre y un firme defensor de la tecnología. He vivido de primera mano la transición a la vía digital de las formas tradicionales de creación de contenidos y he sido siempre un gran defensor de sus ventajas y de la inevitabilidad de su implantación como soporte y como herramienta educativa.
Así lo he promovido con mis hijos (un chaval de 17 y una adolescente de 15) que han tenido un Mac personal, iPhone e iPad desde que salieron y han vivido siempre rodeados de “tecnología”.

Así, en nuestro caso, no sólo no se les ha prohibido, sino que ha sido parte de su vida y les hemos alentado a utilizarla… y, muy a mi pesar debo reconocer que no todo ha sido fantástico y que, en determinados aspectos, los críticos pueden tener algo de razón.

No quero alargarme mucho; pero por mencionar casos concretos mencionaré sólo algunos problemas que observo claramente en nuestro caso y en los que el uso de la tecnología ha podido tener un papel.

– Dificultad de conceptualización creativa por falta de costumbre y habilidad con las herramientas tradicionales (lápiz y papel): escritura rápida estructurada, abocetado, esquematización de ideas, etc
Apps como Evernote, Procreate y mucho más las aplicaciones como Pages o Adobe CS añaden una complejidad que interfiere con la espontaneidad e inmersión creativa.

– Una cierta falta de “sintonización fina” con el mundo “real” con una dificultad para apreciar aspectos no obvios, falta de capacidad de observación, empatía…
La inmersión física y vivencia y relación directas no pueden ser suplidas por la visión virtual, el contacto a distancia o el acceso a la (enorme pero desestructurada) información disponible en la red.

– Dificultad para discriminar, priorizar y controlar la avalancha de “contacto social” y de información vanal asociada (más notable con adolescentes como es mi caso), que puede suponer una distracción importante en ocasiones.
Las pautas sociales de lo que se considera normal o correcto se están reescribiendo (ya no valen las que conocíamos) y ello está costando un tiempo y dedicación inmenso a nuestros hijos que interfiere de hecho con otros aspectos necesarios de su desarrollo o incluso de actividades que a ellos mismos les gustan.

– Cierta dependencia, actitud pasiva y de satisfacción inmediata.
Los creadores de contenido de consumo y juegos tienen ya un gran nivel y su oferta es muy atractiva, lo que es de valorar; pero es cierto que debe controlarse un poco, sobre todo si el carácter de nuestros hijos es propenso a “engancharse”. En ese caso se convierte en algo así como comer chocolate, comprar cosas o jugar con la c…
En este caso creo que la tecnología, los juegos o las series no son culpables, pero añaden una tentación más que es bastante difícil de combatir. Desde luego no es fácil hacerlo para los chavales, y para los padres es un auténtico desafío si no deseas prohibir y te obligas a ofrecer alternativas que puedan competir…

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