Todos nos hemos encontrado en una situación de incomunicación, desde la «avería del pobre» de quedarte sin batería, perder el móvil o la cartera, o situaciones más trágicas como un atraco en el que nos dejan con lo puesto.
Así, en un mundo en que las cabinas telefónicas son una excepción (aunque tampoco son lo mejor, dado el tema que nos ocupa), no es raro pedir que nos dejen usar (o incluso que lo ofrezcan espontáneamente) el móvil de otra persona.
Tal vez sea la urgencia de la situación, o nuestra naturaleza bondadosa y olvidadiza, pero no pensamos que vamos a colocar un cuerpo extraño cerca de las dos principales entradas de infecciones de nuestro cuerpo: la boca y el oído.
Estudios realizados hace un par de años en el departamento de microbiología de la Universidad Metropolitana de Manchester, Inglaterra, demostraron que un móvil podía tener una fauna bacteriana más poblada que la tapa de un báter (y no es metafórico o humorístico, es exactamente la comparación que utilizaron). Uno de los habitantes más numerosos de los terminales telefónicos móviles es el staphylococcus aureus, que puede causar una gran variedad de infecciones, desde infecciones menores de la piel (forúnculos, ampollas, vejigas) hasta enfermedades más graves como la neumonía o el síndrome del shock toxico (SST), entre otras.
La causa está clara: el móvil se utiliza en la cara -expuesta a todo tipo de agresiones, recibe salivaciones, sudoraciones, es manoseado… y luego lo metemos en un ambiente cálido como un bolsillo o bolso, donde los gérmenes y bacterias pueden desarrollarse a placer.
Por supuesto, en cuanto acercamos el dispositivo a la cara, nuestro cuerpo se pone a luchar contra los invasores. Aún no ha terminado la batalla cuando recibimos otra llamada y un nuevo pelotón guerrillero se suma al microscópico ejército que nos acosa.
Con el tiempo, nuestro cuerpo puede acostumbrarse al tipo de gérmenes y bacterias que se acumulan en nuestro móvil, pero ¿y si otras personas nos dejan usar el suyo? Nuevas cepas, nuevas variantes, enemigos inesperados… si esa situación se produce en un momento de defensas bajas (por ejemplo, podemos estar saliendo de un constipado, o habernos medicado por cualquier razón), las consecuencias pueden ser catastróficas.
Normalmente, una servilleta con un poco de alcohol es suficiente para limpiar la superficie y no correr riesgos. La industria también ha desarrollado diversas toallitas antibacterianas con las que asegurar la asepsia momentánea del aparato (no nos engañemos, es una batalla perdida) y los usuarios que han expresado su opinión han dejado claro que el perfume no está especialmente logrado, especialmente si consideras que vas a tener que colocarlo justo debajo de la nariz.
Pero sirva como aviso general: si usas a menudo teléfonos públicos o ajenos. Si tienes un catarro que no acaba de curarse, o irritaciones de piel que nada consigue curar, tal vez deberías volverte hacia ese que consideras tu mejor amigo y mirarlo con lupa, a ver si esconde una trampa mortal para tu salud.
El papel de los teléfonos móviles en infecciones nosocomiales
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