A veces ni siquiera somos capaces de imaginar el peor escenario.
La cita era a las 4 de la tarde en el aeropuerto de Barajas. A pesar del monumental atasco consigo llegar a la hora justa. Ya han llegado allí Daniel de Blas (director de MacWorld) y Paco Lara (el responsable de comunicación de Apple España). Sólo faltan otras tres personas… de las cuales dos provienen de revistas de PC y la otra de un medio de información económico. Desde luego, no parece que el viaje fuera a producir profundas discusiones sobre cómo salvar Apple o si las demandas de terceras empresas tenían fundamento. El viaje toma más un cariz informativo que formativo… pero eso no tiene por qué ser necesariamente malo… evangelistas a mi 😉
En el viaje todo sale… como suele salir. Debajo de las tapaderas de los diferentes platos tan sólo encuentras la evidencia de que hay mucho que hacer en la alimentación en vuelo. No hay película, y en el bolsillo de mi asiento hay una revista de la compañía aérea que parece que han recuperado de algún baño público (además de ser absolutamente ininteresante… para uno que no entiende francés ;-).
Aterrizamos. Las maravillas de la tecnología moderna. Hace un rato comía en Madrid, merendé en algún punto indeterminado del espacio y ceno en París. Inconcebible. Y luego hablan de la esquizofrenia moderna. Es como si siguiera en España, pero en los carteles y señales de tráfico pone cosas raras.
Me bajo del avión y voy a encender el móvil, requisito sinecuanon para moverse en tierras lejanas. Apenas arraca, un mensaje (luego supe que era el aviso de cambio de operadora), el teléfono me pregunta si quiero cambiar de zona horaria, la pantalla se pone en negro y se apaga sola. ¡Dios mio! -pienso- he visto la pantalla azul de la muerte pero en blanco y negro y en mi móvil… Así que sólo tengo que hacer lo que se espera en estos casos: Volver a encenderlo, y todo será como antes.
Pero no. Hace el ruidito, parece que quiere, pero se reinicia, así hasta el infinito. Es el momento de decir que mi móvil es una aberración diseñada por Ericsson, con innovaciones tan inteligentes como la colocación del micrófono en la parte superior del aparato, de forma que se aseguran que capte todos los ruidos de la vida en la gran ciudad. Y si corre una leve brisa, el que te escucha piensa que estás en mitad de un ciclón. Otra de las geniales innovaciones -y que sólo ahora comprendo su alcance con plena consciencia de su gravedad- es que la batería no se «retira». No puedes quitarla. Va atornillada con tornillos de cabeza especial, parece -después poco más de un año de uso, hasta están ligeramente erosionados- como si tuvieran una cabeza de estrella de 5 puntas, nada estándar. El chip se quita y se pone a través de una compuerta en la parte superior.
Pruebo todo lo que se me ocurre. Utilizando ordenadores casi todo el día, se que a los programadores les gusta dejar puertas abiertas, así que lo arranco pulsando teclas, a ver si suena la flauta. Primero una, luego dos, y finalmente poniendo todos los dedos encima de las teclas, … sin suerte.
¡Qué angustia! Acabo de pisar la France, y no tengo móvil. Menos mal que no vengo sólo. Sin hablar francés, sin móvil,… empiezo a tener una mala vibración en mi nuca. Por primera vez, me planteo la posibilidad de que el viaje sea un fracaso, que yo no esté a la altura, que no sepa… en fin, un ataque de impotencia, que supero consolándome a mi mismo, diciéndome que sólo tengo que esperar a llegar al hotel, que tiene internet en las habitaciones (algo que había comprobado en la web del hotel antes de salir). Allí conectaré mi portátil, y a través de iChat AV podré hablar, por IRC chatear, mandar correos,… empezar a trabajar, en fin, que es a lo que he venido.
Salimos del hotel y la cola para coger los taxis era indescriptible. De repente el magma «taxístico» que uno encuentra al llegar a Barajas o a Chamartín, de filas de Taxis avanzando de forma ordenada para ir cargándose y salir disparados, me pareció que tenía un gran sentido. En Francia van de uno en uno, con respeto escrupuloso del orden y no entra el siguiente hasta que el anterior ha salido completamente del área de carga de pasajeros. ¡Válgame el cielo, creo que soy español! Echo de menos la anarquía de mi pais.
Cuando llegamos al hotel, después de un tiempo inhumano de espera para el taxi y de un tráfico absolutamente surrealista para la hora (eran alrededor de las ocho de la tarde) que significó alrededor de sesenta minutos para llegar al hotel, una sombra negra ya cubre totalmente mi espíritu. Sé que tienen que pasar más cosas… y no buenas.
(Un paréntesis. El hotel está justo enfrente del Palacio de Congresos, donde al dia siguiente Steve Jobs ofrece su conferencia. Ver esos grandes telones del iPod, y las marquesinas de París literalmente emadas con sus anuncios, era un bálsamo… aún quedaban esperanzas).
Nada más llegar al hotel, intento confirmar la información de que vamos a tener un área Airport para poder trabajar abajo. Sólo consigo desmentirlo. No hay tal zona Airport.
Ok. Así que enfilando a la habitación, para conectarme a internet. Tengo 10 minutos antes de bajar a cenar.
El hotel tiene un aspecto magnífico, una entrada amplia, una gran zona general con sofás de cuero, todo muy europeo y moderno… Al salir del ascensor, el panorama cambia radicalmente. De repente estoy en un hotel americano. Paredes y moquetas oscuras, con una lámpara cada x metros, y puertas cada poco.
«Esto es un truco para realzar las habitaciones -pienso- vienes de la amplitud de la planta baja, pasas por un pasillo estrecho y oscuro y vuelves a respirar al entrar en tu amplia e iluminada habitación».
Pero no estoy preparado para lo que encuentro. La puerta se abre, descubriendo un pasillo de espejos, que ocultan, a la derecha una habitación donde está la taza del báter, y a continuación otra donde están lavabo, bañera y bidé. A la izquierda, armarios. Pero no captais de verdad lo que quiero decir. Intento transmitiros que no había pared más allá de la puerta. El interruptor de la luz de la habitación está incrustado en el propio marco de la entrada. E inmediatamente, las paredes de puertas. La del «retrete» correspondía con la imagen que siempre había tenido de cómo serían las letrinas de la novela de George Orwell, 1984. Un cuadrado del tamaño que tiene una persona sentada, con un foco en techo, directamente sobre tu cabeza. Y además, justo al lado de la puerta de entrada. No quiero ni pensar si alguien tiene una mala digestión, o unos fuertes gases… cuando sale de su habitación, seguro que encuentra un corro de curiosos… o de gente muerta por inhalación ;-).
La parte dedicada al aseo era menos tétrica, más consonante con lo que uno espera, ya sabeis, jaboncitos, toallas, secadores,… Pero el caso es que atravesar el pasillo de Mordor llevaba dos o tres pasos.
Ya en el valle, dos camas individuales separadas por la mesilla, el aparato de televisión sobre la mininevera, una butaca y una mesa con una silla. Debajo de la mesilla, una biblia y unas páginas amarillas.
Encima de la mesa, un montón de folletitos explicando todo tipo de cosas, los números para llamar dentro, fuera y en medio, cómo pedir el desayuno en la habitación, solicitar que te planchen el traje… y ¡aquí está! conexión a internet… ¿Qué será, dhcp, datos personalizados por habitación? En la hoja, sólo dos instrucciones: configure su cuenta con el operador con el que trabaje y enchufe su ordenador a la conexión de teléfono.
¿Qué? ¿Con mi operador? ¿Y de dónde saco yo los datos para conectarme si tengo ADSL en todas partes? O dios mio… tampoco tengo internet en la habitación.
Toca consolarse con que no están maduras… «Al fin y al cabo, hacer una crónica del dia de antes tampoco es obligación… nadie lo espera, y por lo tanto nadie lo echará de menos…» (sigh, ¿a quién quiero engañar? me moría por compartir todo esto con vosotros, y estaba absolutamente frustrado… e incomunicado).
Cuando bajo a cenar, después de lavarme la cara para quitarme la resignación del gesto, me rindo y pido prestado un teléfono para llamar a casa (¡Gracias de nuevo, Begoña!). Cambié el chip por el mio y… ¡Maldición! todos los números nuevos los he guardado en la memoria del teléfono, no en el chip, así que de repente, me encuentro ante una agenda que tiene, por lo menos, un año de antigüedad. Muchos teléfonos no valen y, por supuesto, la mayor parte de los que necesito no los tengo. Es decir, necesito recuperar los datos de la memoria de mi teléfono, o me va a costar mucho volver a reconstruirla.
(Antes de que nadie se abalance sobre el teclado: si, reconozco que esto es un canto a los móviles Bluetooth y a la ventaja de tener una copia en el ordenador, pero la vida es así -ya en la Campusmac hablé con Jordi y con Juande de móviles Bluetooth y ofertas, pero no he encontrado el momento… y mira ahora).
Sobre la cena, la compañía, la conversación, el abundante vino… y los quesos de postre, nada que objetar, fueron perfectos. Vuelta al hotel y a la cama.
Antes de dormir, vuelvo a probar el teléfono móvil, a ver si el descanso le había sentado bien, pero sigue igual. Ya intento diferentes torsiones y golpes, a ver si consigo devolverle el sentido, pero nada, sigue con su cuelgue intermitente. Hundo la cabeza entre los hombros, y me meto en la cama.
Mañana es la keynote, transmisión por Airport, fiestorro a cuenta de Apple,… el dia promete. Dejo un visillo corrido para que la luz me ayude a despertarme. Pongo los despertadores del reloj cada diez minutos, y a dormir hasta mañana a las 8.
Amanece, que no es poco
Me despierto de golpe, la luz entra por la ventana y temo haberme dormido. Miro el reloj. Las 7 de la mañana. Está amaneciendo sobre París. La vista de mi ventana no es que sea muy estimulante, pero sobre el cielo dos grandes X, dejadas por aviones trasnochadores auguran un gran dia… o eso espero.
Vuelvo a encender el móvil, que sigue a su rollo. Lo apago. Vuelvo a sacar el chip, para llevármelo y mendigar un aparato para poder hacer llamadas, si es necesario. Ducha y vestirse.
Repaso la mochila: el portátil, la conexión a la corriente, la grabadora, las cintas, las tarjetas de visita, la cámara de fotos, la cámara de vídeo, el ratón portátil, libreta de notas, bolígrafo… ¿qué puede faltarme? ¿en qué situación puedo encontrarme y no estar preparado? No se me ocurre ninguna.
Levanto la mochila. Vaya. No estoy preparado para lo que pesa la condenada. Compruebo que llevo la tarjeta de banda magnética de la habitación y salgo a desayunar.
Después de desayunar, cruzamos la calle (literalmente) para entrar en el Palacio de congresos. Amogollonamiento. Con el hombro dislocado por el peso de la mochila y abriendo un hueco llegamos al control de entrada. En una mesa me hacen abrir la mochila, y apenas me dan tiempo. Se ve que piensan que si no tienes incoveniente en enseñarla es que no llevas nada peligroso. Subimos una escalera y encontramos a poca gente tomando café.
Paco Lara se acerca a saludarnos y confirmo una vez más que durante la Keynote tendremos Airport para transmitir. Y Paco me dice que acaba de saber que no hay. Se me cae el alma a los pies. dice no se qué del privilegio de oirlo en exclusiva y yo murmuro algo sobre la gente que se conecta a nuestra página y de los que van al chat esperando que yo escriba desde allí… Pero son habas contadas. Sólo yo necesito transmitir «en directo». Hasta los diarios tienen todo el dia para enviar la crónica.
A Paco se lo llevan las mil ocupaciones propias de su cargo, y yo me quedo allí de pie, cargado con una mochila llena de cacharros inservibles y que cada vez se hace más pesada (como si fuera «mi tessooroo»).
A pesar de todo, saco el portátil allí mismo, por si la información fuera errónea, pero aunque aparecen redes inalámbricas, todas requieren contraseña. Y la que no, te redirige a la página del propio Palacio de Congresos donde te indican que aceptan tarjetas de crédito.
O sea que no hay retransmisión. Por una vez, hemos dado información falsa. Y me ha tenido que tocar a mi. De frustración a rabia pasando por impotencia. Y tiro porque me toca. Vuelvo a pedir un móvil (Daniel, gracias por estar ahí y dejármelo) y… no sé que hacer. Los teléfonos de la redacción están en la memoria del móvil estropeado. En mi casa no hay nadie… Al final, llamo a la oficina, para que se conecten al IRC y al iChat y que avisen a los redactores que no va a haber retransmisión en directo y que se busquen la vida.
Efectivamente, había un escenario que no había contemplado, y prácticamente inutilizaba todo lo que llevaba en la mochila.
El escenario no parece prometer nada espectacular. Sin embargo, prefiero estar ahí para verlo 😉
Finalmente entramos en el salón, que es enorme. Un techo altísimo y paredes de cemento, con una gran pendiente que se precipita hacia el escenario. La riada humana no permite demasiado juego de cintura, y sólo puedes dejarte llevar.
Unos focos morados, las manzanas blancas de Apple y un generoso uso del recientemente puesto a la venta Soundtrack, han sustituido las raciones de pop festivo que tanto le gustan a Jobs.
Para el ojo experimentado (aunque sea a base de verlas en streaming) el escenario tampoco augura grandes cosas. Sólo está la mesa de Jobs. No hay otras superficies con aparatos para demostraciones, lo que indica que ha venido sólo, no va a haber alardes. Sólo el hombre y su público.
Bueno, puede que saquen la mesita «levitante» que utilizan para presentar los nuevos productos.
Mentalmente repaso lo que serían auténticas sorpresas: accesorios para el iPod, tienda en Europa, iTunes Music Store europea, fecha definitiva para la venta de Panther, etc.
Una versión de la canción In my life, de The Beatles, cantada por recientemente fallecido Johnny Cash (si esa es la canción más representativa que podían poner….) indica que su majestad va a hacer acto de presencia en el escenario.
Comienza diciendo que «tenemos cosas divertidas para vosotros hoy» y empieza por Mac OS X… la misma demostración de hace unos meses, punto por punto. Hasta el mismo vídeo. Cuando empieza explicar lo buenísimo que es Pixlet para todo el mundo, noto que los párpados se me cierran (luego descubrí que no fui yo sólo). De todo, lo más espectacular sigue siendo Exposé y los aplausos así lo demuestran.
A medida que la conferencia avanza, la voz de Jobs se va resintiendo. Y la sensación de rutina va ganando cuerpo. Presenta los portátiles, pero sin alardes, simplemente enumerando las nuevas prestaciones. No hay pausas, intriga, «momento». Apple espera en poco tiempo que sus ventas de portátiles igualen a las de equipos de sobremesa. Pero si no aumenta su cuota de mercado, quiere decir que los que ya tenemos Mac, nos estamos comprando uno nuevo. No sé, no capto la trascendencia de esa cifra.
Delante de mi, una mano se alza con un teléfono móvil. Evidentemente, están retransmitiendo la keynote. La ironía de la situación no se me escapa. Me juro que no me volverá a pasar.
Fin de la conferencia. Ha cumplido las expectativas, pero no las ha superado. Una de las periodistas que vienen de una revista de PCs, comenta la increible diferencia entre la forma tan profesional y comercial de presentar las cosas que tiene Jobs comparado con las que ella cubre normalmente, es decir, ejem, Ballmer (a lo cual yo me digo… sólo nos faltaría que hiciera números circenses :-P).
A la salida de la conferencia, todos a los autobuses directos a la feria. La mitad de nuestro grupo completa uno, y el resto nos subimos en otro. Después de otra buena dosis de tráfico para llegar al recinto ferial, nos bajamos. En mitad del flujo humano, pierdo contacto con el resto de la expedición. Genial.
Un respiro. Looney (del canal de IRC) me encuentra, y poco después nos encontramos con KillerTomatoes, a quien he leido en Macuarium. Hablamos unos momentos y Looney y yo nos encaminamos a la entrada de la feria.
Paso yo delante. Nuevo control para entrar. Muestro mi mochila. Me quedo esperando a Looney, pero no aparece (¿no venía detrás de mi?)… ya no le volví a ver en toda la feria. Me dirijo a la sala de prensa. Está hasta arriba. No hay sitio ni en el suelo. La conexión tendrá que esperar. Me voy a dar una vuelta por la feria para hacerme una idea.
Nada más entrar, te recibe un magnífico Smart con su iPod dentro… Casi consigue que me guste el Smart
Realmente está animada. Hay de todo. Desde distribuidores vendiendo G5 como si fueran CDs hasta desarrolladores de programas dentales, todos los programas de arquitectura, montones de soluciones para profesionales del sonido y la música, 4D, Adobe, Microsoft… un distribuidor especializado en extensiones para Quark y Adobe. ¿Por qué no puede suceder esto en España? Lo que Apple moviliza en el SIMO es patético, comparado con esto.
Me recorro todos los pasillos, en sentido longitudinal y transversal, repitiéndome a mi mismo que tarde o temprano me tengo que encontrar con alguno de la expedición… pero no ocurre. Vuelvo a la sala de prensa. No hay ni sitio ni alguien conocido. Vuelvo a la feria. sin móvil, sin idea de dónde van a comer, sin saber francés,… la situación empezaba a ponerse realmente divertida.
Entro nuevamente -lo reconozco- a la desesperada en la sala de prensa. Y por fin encuentro alguien del grupo. La chica de Cinco Días (el diario económico) está pegándose con un teclado francés para poder enviar la crónica. A estas alturas, ya no tengo ganas de escribir nada. Le digo que después de comer le dejo mi ordenador, que tiene el teclado español (qué raros son los franceses… fijaos que para escribir los números tienen que mantener apretada la tecla Shift -la de escribir con mayúsculas, además de que, donde nosotros tenemos la «A», ellos tienen la «Q», y viceversa, y otras variantes que realmente convierten la escritura para un español en una pesadilla, y no tienen la letra «ñ», claro)
El pasillo elevado que se veía desde la sala de prensa…
Después de comer, nos levantamos pronto de la mesa para que ella pueda escribir su crónica. Nos vamos a la sala de prensa, ahora más despejada. Descargo unos archivos sobre las cuentas de Apple que necesitaba y le explico rápidamente cómo funciona el Mac y dónde le dejo las cosas para que las utilice. Con el resto del grupo, he quedado que cuando acaben la sobremesa, pasan a recogerme a la sala de prensa para irnos a dar una vuelta por París.
Nunca vinieron. Nunca vi París. Me quedo merodeando por los alrededores de la sala de prensa, con el temor de que si me alejo y me vienen a buscar, no me encontrarán. Tampoco puedo seguir viendo la feria. Sin móvil, sin saber francés… y ahora también sin ordenador.
Finalmente, Paco acaba sus obligaciones en el están de Apple y viene a buscarnos para ir al hotel y prepararnos para la fiesta de Apple.
Así acaban las 24 horas más deprimentes de toda mi vida profesional (hasta la fecha). Llegados a ese punto, está claro que las cosas sólo pueden mejorar, aunque mi móvil sigue noqueado.
Seguiremos informando.
Continúa aquí
¡La puta de oros!. ¡Animo Alf!.
que excelente manera de empezar el dia. excelente nota alf
de principio a fin es buenisima
hay un momento en que logras meter al lector en esa fiesta
De seguro que la X que viste por la mañana al depertar no era buena señal
No hay nada como estar en casa verdad? 😉
Hombre, es que no se puede andar por la vida con tanto pesimismo. Es una de las notas más oscuras y deprimentes que he leído… ni siquiera comenta el momento de lanzamiento de los nuevos productos de Apple, la amabilidad de los franceses y la riqueza que se dio en el piso de la expo.
Es un canto al infortunio personal y la atención a si mismo, dejando de lado al lector, sin describir lo que interesa: La Expo, el discurso, la gente… Que desastre.
No se porque me da que esta crónica no termina aqui … y qu hay más partes ….
Yo ya me libre del Ericsson T65, y ahora soy feliz con un Nokia 6100. Se oye de maravilla, puedes usar el texto predicitivo sin límite de caracteres, GPRS, infrarojos…
Animo
Alf, en cuanto me abrieron la mochila un tio toxo maromo me pillo un brazo (el de seguridad) y me llevo a una sala a que me acreditara y no pude decirte nada, a la media hora salí de allí, pero por más que te busqué no te encontré :'(
Espero verte en otra ocasión y que los monstruos de Apple no me ataquen.
Saludos
Animo, aunque fué un poco decepcionante la keynote, la feria merecia la pena, y pena fue que no estubiera Macromedia, pero animo que no hay mal que 100 años dure…
Animo, aunque fué un poco decepcionante la keynote, la feria merecia la pena, y pena fue que no estubiera Macromedia, pero animo que no hay mal que 100 años dure… por cierto lo prometido es deuda, pero necesito unos dias para repasarlo… ya te cuento…
Un saludo
Ánimo Alf, al fin y al cabo no te lo pasaste tan mal, ¿no? 🙂
Es una pena tanto infortunio, pero la crònica creo que tiene un estilo con un ritmo vivo, que te mantiene interesado hasta el final. Enhorabuena por el relato y mejor suerte para la próxima.
LooneyMac y como fue eso?