De repente el iMac: 25 años del ordenador que salvó a Apple

Muchas veces tendemos a pensar que la publicidad lo único que hace es disfrazar los defectos o exagerar las virtudes para engatusar a los potenciales compradores para que saquen la cartera.

Pero si hay un producto que puede contar una historia, sobre cómo él solo, consiguió que Apple volviera a atraer las miradas y las imaginaciones de usuarios, incluso aunque nunca hubieran pensado comprar un ordenador Apple (quién compraría un ordenador de una empresa que está a punto de cerrar? no hace falta que respondas, ya se la respuesta: nosotros) es, precisamente, el iMac.

Es fácil ahora pasar por encima de todas la revoluciones que se juntaron en el iMac, para propios y para extraños, que suponían un enorme riesgo para Apple. Igual que ahora hablamos de ello como una historia de éxito, perfectamente -si hubiera salido mal- podríamos haber dedicado incontables horas a cómo Steve Jobs está (estaba) tan lejos de la realidad que no sabía donde acababa ésta y empezaban sus delirios.

Para empezar, hasta la fecha los ordenadores de Apple utilizaban, para conectar sus propios periféricos un puerto propietario (el famoso ADB -Apple Desktop Bus) que ningún otro fabricante (que no quisiera expresamente ser compatible con Apple) utilizaba.

A medida que Windows conquistaba en lo que parecía un paseo imperial triunfante el mundo de la oficina y los hogares, uniformándolos con misma gris mediocridad y su pila inacabable de problemas y virus, menos y menos fabricantes mostraban interés por el decreciente mercado de Apple, reducido a los nichos tradicionales de creatividad: música, artes gráficas, vídeo, diseño… y aún así estos mercados corrían un serio peligro de tirar también las manzanas por las ventanas (ya me pillas el chiste).

Aquí puedes ver cómo cambio el iMac la forma de hacer ordenadores de Apple

Utilizar Apple cuando todo el mundo usaba Windows se convirtió en una resistencia heroica -bajo la apariencia de la alienación y la abducción marquista que ha sobrevivido hasta nuestros días para referirse a los seguidores/defensores de Apple- injustificada, que sólo nos aislaba más y más en un mundo que se escondía en las masas como justificante para su compra.

Aunque parezca increíble «es lo que todo el mundo tiene» o cualquiera de sus variantes era la frase favorita para justificar la posesión de un ordenador con Windows, y no sucumbir a la mayoría era una muestra fehaciente de algún tipo de carencia en la síntesis de proteínas o de tara mental no diagnosticada.

Lo creas o no -como veis, hablo a los más jóvenes- los usuarios de Mac éramos tachados de «tontos con dinero», incapaces de ver que estábamos pagando más por algo peor (aunque a continuación te contaran sus problemas con la placa gráfica, con la impresora o con los virus).

Y entonces llega el iMac

Es cierto que los Mac habían evolucionado para parecerse cada vez más en el aspecto físico a los PCs. Sus carcasas tenían un color similar y poco había de innovador en una CPU.

De repente Apple (a través de Steve Jobs) anuncia su nueva estrategia, a través de un cuadrante sencillo: por un lado el público de ordenador de sobremesa o portátil, por otro el usuario aficionado o profesional, y un ordenador para servir a cada nicho.

Concentración de la producción y mensajes claros y directos. Y colores. Colores como nunca se habían visto en un ordenador.

Para los seguidores de Apple el iMac era una nueva evolución de los ordenadores que la marca siempre había tenido. Desde los Classic (en blanco y negro y en color) hasta los Performa, Apple siempre había tenido un ordenador todo en uno, con un único cable que se conectaba a la red eléctrica y alimentaba CPU y monitor.

Pero mientras la parte de atrás de las máquinas eran… eso, la parte de atrás, algo a esconder, con poco interés y normalmente feo, con varios cables colgando indolentemente (añade el fax a los ya mencionados), el iMac introducía un plástico traslúcido que dejaba adivinar las tripas (supongo que los problemas de suciedad, polvo, etc. impidieron a Jony Ive hace un iMac completamente transparente, pero estoy seguro de que le hubiera encantado poder presentarlo, como el producto «inevitable», la evolución definitiva que hubiera eliminado la separación entre la electrónica y el usuario, entre el hardware y el software, entre el hombre y la máquina.

De repente el iMac introducía un evento nuevo, el color, el plástico traslúcido, que lo hacia diferente, intrigante incluso. Misterioso. Irreverente. Inconformista. De repente, Apple, la empresa que ya no contaba para nada, hacia todas las preguntas adecuadas al público adecuado. Todos los por qué tenían una respuesta en el iMac.

Y Apple, por primera vez en mucho tiempo, tenía algo que los demás no tenían, y no podían competir con ello (los chinos no estaban tan «al loro» como ahora).

Como decía al principio, es fácil pasar por encima del iMac como un ordenador simpático, diferente, pero uno más. Sin embargo, el iMac fue mucho más que eso. Inició una revolución subterránea que le dijo a los usuarios que podían pedir más, que podrían tener más.

Durante años seguirían (siguen) comprando sus PCs, que copian desvergonzadamente la apariencia de los Mac, aunque debajo sigan los mismos plásticos y los mismos ventiladores (y los mismos chips de Intel), pero ahora saben que están comprando una experiencia de segunda clase. No son un Mac.

Y por supuesto que hay gente que no lo entiende, y que siguen pensando que el Mac es un PC caro, y los maqueros unos tontos que se dejan seducir por el marketing (tal vez porque pocas veces Apple ha hecho un anuncio de Mac presumiendo de características concretas) sin mirar objetivamente lo que están comprando, no como los que compran PCs, que son perfectamente conscientes de que se están llevando a casa la misma m***da que todo el mundo, pero oye, lo tiene todo el mundo.

Y todo eso, lo empezó un pequeño ordenador todo en uno, llamado iMac, que presentó Steve Jobs el 6 de Mayo de 1998 (correcto, el siglo pasado) en el Flint Center de Cupertino ante una audiencia de periodistas y usuarios más bien escépticos.

¡Qué suerte haber podido vivir esos tiempos!

PD.: Sobre los puertos

Un poco más arriba he estado hablando de cómo era el mundo antes de los iMac, con Apple encerrado en su pequeño mundo de puertos propietarios, cada vez más aislada. Hasta la llegada del iMac, donde Apple abandonó todos esos puertos y los sustituyó por un nuevo estándar del que ninguno habíamos oido hablar y que los PCs apenas incorporaban: USB.

Se puede decir que Apple le dio al estándar USB el empujón que necesitaba para implantarse en toda la informática, poniéndolo en el mapa y haciendo de ese interfaz la única forma de conectar periféricos al iMac.

Tal vez te suene similar a la situación que vamos a vivir con el conector Lighning del iPhone y el USB, que va a dejar obsoletos todos los cables y accesorios que utilicen ese conector (prepárate para ir comprando adaptadores -de hecho, hazlo ya, porque seguramente subirán de precio cuando sea oficial).

La diferencia es que el USB ahora es ubicuo y en aquella época todo lo que teníamos iba con ADB, SCSI, etc. Nos encontramos con un montón de chatarra informática que no servía para conectarlo al iMac. Pero todos teníamos claro que estábamos viendo el futuro. De repente, todos nuestros ordenadores eran de el pasado. Y fuimos felices.

Alf

Propietario de www.faq-mac.com.

2 Comments

  1. Mizara

    Hola, Alf… Me ha encantado el artículo sobre el iMac del 98. Yo soy uno de esos raros que entró en la informática de casa a través del iMac, el azulito. Todavía lo tengo y funciona perfectamente. Nunca me ha dado mayores problemas. En su día lo actualicé a OS Tiger. Más tarde, volví a instalar el OS 9. Me encanta verlo. Lo tengo expuesto en una estantería de mi bajera.

    Sí, yo también me sentí un poco bicho raro. Vivía en un pueblo pequeño, nadie tenía un Mac. Ni USB. Pero me gustaba su fiabilidad, sencillez y belleza. Mis amigos «peceros» se desesperaban con su Windows. Yo era feliz.

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