El acceso a información en la Web no es independiente de la estructura de red que forman los enlaces entre páginas y dominios. Los buscadores reconstruyen mapas de esas conexiones para identificar los recursos más centrales y darles prioridad en sus algoritmos. Sin embargo, la estructura de la Web no responde sólo a la calidad de los contenidos: los enlaces esconden estrategias y alianzas que denotan asimetrías de poder. Los buscadores están fortaleciendo ciertos centros de gravedad de los que, como mínimo, merece la pena saber más.
¿Cómo se dibuja el mapa de un mundo cuyos confines se desconocen? La estrategia que siguieron los poderes del mundo en tiempos en los que todavía existía la terra incognita fue mandar expediciones que rastrearan caminos y reportaran de vuelta las rutas seguidas. Todavía existen hoy terrenos por descubrir, sólo que son virtuales, y los caminos adoptan la forma de enlaces electrónicos.
La Web, a la que la mayor parte de los usuarios accede mediante el uso de buscadores, es una red en constante crecimiento y cambio: cada segundo se añaden y borran incontables páginas, y todos estos cambios tienen lugar de forma descentralizada, sin que haya una autoridad que ponga orden y cense ese flujo constante de información.
Mantener un mapa de la Web que, si no completo, esté al menos actualizado, es un reto constante para los buscadores, y su estrategia se asemeja mucho a la de los Estados de antaño: mandar cartógrafos que recojan suficiente información para reconstruir la topografía que pisaron. La diferencia es que esos cartógrafos adoptan la forma de programas informáticos, o robots, que automatizan la función de seguir enlaces y reportar de vuelta los destinos alcanzados.
Tal y como ocurrió con el descubrimiento del nuevo mundo, esos exploradores electrónicos han permitido dibujar mapas que revelan continentes, y corrientes que revelan la forma en la que navegamos la red. La Web es una red en la que las páginas o documentos publicados son nodos, unidos por enlaces que los conectan. La conexión que une una página a otra no implica que desde la segunda también se pueda llegar a la primera: los enlaces en esta red son como caminos de un solo sentido y a menudo promueven flujos de no retorno.
Dada esta característica, la Web está dividida en un centro en el que las páginas están densamente conectadas y una periferia en la que las conexiones son más escasas y dispersas. Estos continentes están identificados en la Figura 1, que reproduce un mapa de la Web basado en las conexiones de más de 200 millones de páginas (Broder et al., 2000; Barabási, 2002: 166-167; Pastor-Satorras y Vespignani, 2004: 143-144).
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