Discográficas

Llevo tiempo pensando acerca de este tema, en una forma que me da la peculiaridad de haber visto como se instauraban en España las discográficas sus negocios modernizados y probados en muchos países, tras la apertura política.

Desde el punto de vista en la que parte de esos años me tocó vivir del mundo de la música he podido ver como las discográficas implantaban su modelo de negocio clásico en nuestro país. Pero hay un antes y un después.

Un modelo de negocio basado en tres pilares

Antes del formato digital, las discográficas basaban su modelo de negocio en tres pilares: El single a 45 rpm, disco de menor diámetro, con 2/4 canciones por cara y el LP, un disco de mayor tamaño a 33 rpm que incluía varias canciones por cada cara y posteriormente, la cinta de cassette.

Entonces el mercado de la venta de discos en nuestro país (hablamos de los 80) estaba muy fragmentado en pequeñas y medianas tiendas con estilos propios, es decir, sabías que en tal tienda eran especialistas sobre todo en tal o cual aspecto musical, y en otra podías encontrar los últimos discos de importación para música de baile.

Esto no facilitaba mucho la tarea para las discográficas, que necesitan grandes concentraciones de espacio para reforzar sus lanzamientos, así como tener que disponer de catálogos amplios en muchos estilos musicales para satisfacer la demanda de los diferentes comercios (y usuarios).

La llegada de las grandes superficies y grandes almacenes (que hasta esa década eran testimoniales sobre todo en las ciudades de provincias) le puso en bandeja las cabezas de los minoristas: en 10 años, todas esas pequeñas tiendas de discos (e incluso muchas medianas) acabaron siendo canibalizadas por las grandes superficies por el motivo sencillo y simple de la comodidad de los usuarios de poder realizar varias compras de productos diferentes sin desplazarse mucho (o exprofeso).

El primer paso estaba dado, concentrar los recursos.

El segundo paso fue la desaparición del single, por el maxisingle, un disco del tamaño de un LP pero que giraba a 45 RPM. Con hasta 4 canciones por cara, normalmente sustituía al single, ofreciendo versiones instrumentales, acapellas y contenidos en general de relativo poco valor de uso. Y por supuesto era más caro de comprar (hasta incluso 4 veces más caro) que el single.

El primer precio estable de un Maxi en España fue de 400 pesetas, frente a las 200 pesetas que costaba un single. Y los singles desaparecieron a mitad de los 80.

Cuando llegamos a los 90, las discográficas ya habían puesto otra pica en Flandes. Una vez controlado el medio de distribución, vía grandes superficies que les permitieron deshacerse de los formatos menos “económicamente interesantes” para pasar a controlar el medio de publicitación. Y comenzó la radiofórmula.

Muchas cadenas de radio comenzaron a ofrecer radiofórmulas basadas en listas, ordenadas o sin ordenar. Para las cadenas musicales era también un sistema estupendo, porqué les facilitaba la tarea, les permitía deshacerse de locutores especializados y con un mínimo de personal no específicamente cualificado en conocimientos musicales se podía hacer una programación muy amplia.

El ejemplo clásico son los 40 principales, una lista de música ordenada por importancia. Sinceramente, en bastantes ocasiones he intentado, a través de la web de esta cadena de radio el votar por canciones porque en ocasiones las he considerado con la relevancia necesaria … o simplemente por cotillear. Y jamás he encontrado un sistema de votación, un servicio que en el mundo de internet es casi una “evidencia”. Si no es posible votar por internet (y posiblemente sea difícil votar de forma gratuita, si es posible, a través de SMS, porque será un servicio de pago si lo implementan o ya está implementado).

El caso es que entonces como se organiza esa lista? ¿Cómo se puede llegar a lo alto de ella cuando se omite un sistema de votación claro y obvio como sería internet?. Curioso.

Las radiofórmulas, amparadas por las discográficas, consiguieron colar un nuevo estilo de producción de música de mercado de consumo, incluso con fecha de caducidad (la canción del verano).

Mientras, el Maxi y el LP se morían en manos del CD. Si bien hubo maxis en formato CD (en discos de 8 cm) e incluso Singles en CD (también en formato de 8 cm). su presencia en el mercado fue testimonial y desaparecieron pronto de las estanterías: el CD se estableció, y de nuevo volvió a duplicar el precio del soporte.

Mientras, las cintas hacían su guerra particular. Al no ser un medio de reproducción estático (puesto que se podía grabar en ellas), comenzó el intecambio de música y sobre todo, al principio, la grabación de la radio.

Las entidades de gestión, al tanto del asunto, lograron el primer canon de la historia al imponerlo sobre las cintas de cassete, pero esa historia pasó casi desapercibida, puesto que entonces no había internet, y la información podía presentarse en segundo plano “y no pasaba nada”.

Con el CD, las discográficas consiguieron establecer un nuevo modelo de negocio que era todo ventajas para ellas: un soporte caro, un buen control sobre los medios de difusión y con ese control, la creación de artistas a medida de las necesidades de las divisiones de márketing de las empresas.

En La revista Disco Mix Club de octubre (si no recuerdo mal) de 1986, un medio muy especializado en música de baile, ya se hablaba de el uso de la estadística para conocer cual sería el éxito mas apropiado por parte de las discográficas usando las listas independientes (porque no pueden usar las suyas), para obtener resultados en forma de Tags (género, tempo, estilos y más) y alrededor de estas Tags, construir un artista.

Un breve interludio: cultura contra entretenimiento

Vamos a intentar diferenciar, puesto que las discográficas y sobre todo, las entidades de gestión parecen no interesarles diferenciarlo, cultura y entretenimiento.

Cultura, según varias definiciones, se encuadra como:

Entretenimiento: Cosa que sirve para entretener o divertir. Mi preferida es una un poco más dura: “Felicidad de aquellos que no saben pensar.” Y no es que la industria del entretenimiento sea mala, sino que en muchísimos casos (cine, televisión y audio) está basada en estudios de mercado concretos que buscan nichos concretos de público.

Cultural es posible que sea también, pero en realidad es un tráfico creativo basados en estadística … y creo que queda bastante lejos de la cultura como rasgo diferenciativo.

Volvemos al meollo

En el momento en el que las discográficas consiguieron un modelo vertical en el que todo estaba bajo control (o casi) simplemente se dedicaron a pervertir el mundo de la música, ajustándolo a sus necesidades comerciales, consiguiendo que el CD fuera considerado, en vez de un disco lleno de buenas canciones, en la recopilación de 3 ó 4 buenas canciones encuadradas en música de resto de serie.

Pero la gente no podía obtener música de otra manera, ni explorar más allá (de una forma económicamente viable) otros estilos musicales que no fueran los que la discográfica consideraba que eran los “adecuados” para nuestro país. En aquella época, los 90 y principios del milenio, fue duro para los amantes de la música. Si querías ir más allá de lo “formalmente establecido” tenías que ir a los astronómicos precios de la importación.

Mientras, la piratería se mantenía controlada: grabar una cinta era un proceso que requería dedicación (y dos pletinas) y la calidad de audio era de todo menos regular si no desembolsabas una cantidad extra por una cinta de “cromo” o “metal” además de que el soporte era de todo menos estable. No salía a cuenta, ni en tiempo ni en dinero.

Internet les hace daño

Si, de verdad. Les hace mucho daño, pero no por el hecho en si de que pierdan negocio debido a la piratería (después de todo lo que han hecho a los usuarios, muchos de ellos piensan que “payback its a bitch”*), sino que se resquebraja su estructura vertical de mercado. Pierden el control en dos sentidos:

Para la industria musical, es importante cortar la piratería por motivos económicos, y trabajan muy pegadas a las entidades de gestión de derechos porque de ellos reciben grandes cantidades de dinero en forma de los royalties que pagan los usuarios por escuchar productos de márketing, diseñados para arañar dinero en ese campo.

El segundo problema, la fragmentación de los gustos del público (y su implicita, forzosa, y sobe todo antieconómica disposición en esferas) será un problema que se corregirá solo y paulativamente en cuanto consigan volver a tener atadas las cadenas de distribución.

Sin embargo, sigue habiendo manteros y asiáticos por las calles. Esa piratería, que sería la primera en cortar, sigue su carrera mas o menos rampante mientras que tanto las entidades de gestión y las discográficas se centran en Internet, porque el usuario de a pie es más fácil de asustar y no hace falta un departamento de policía por enmedio con largas investigaciones para levantar una red: se pican 20 usuarios al azar (como hace la RIAA) y se da un “escarmiento ejemplar”.

El desliz

El desliz fue Apple. Apple se les coló por la gatera con una petición de negocio que hasta ahora tan apenas había tenido éxito, así que las discográficas dijeron “porque no?” con sonrisa de codicia. En una columna anterior del año 2003 El retorno de los singles, ya hablé de la necesaria recuperación (porque el consumidor lo demanda así) del retorno de la canción unitaria como opción musical.

Buerno, y ahora …. ¿Qué?

Pues el siguiente paso lo han de dar las discográficas, pero ha de ser un paso de corazón, y no de razón.

La salida de música del catálogo con DRM de EMI tiene mucho de maniobra mágica para impresionar al usuario pero quizás, está demasiado calculada: aunque hay un aumento decidido en la compra de música en línea, el usuario quiere comprar también “barato” y mientras haya barato, aunque sea con DRM, las canciones con mayor calidad pasarán a segundo plano, aficionados extremos o audiófilos.

Pero quizás el problema no está en el modelo de negocio, sino en la apreciación del consumidor, que sitúa a estas compañías ente ese “frente del mal del capitalismo empresarial” por su comportamiento hasta la fecha. Necesitan un lavado de cara y aproximarse al consumidor con otro talante, y eso cuesta mucho dinero. Veremos si son capaces de hacerlo. Y luego, ya haremos negocios con ellos.