Comienza el día. No te voy a decir que me levante como si estuviera en un anuncio de leche chocolateada para el desayuno, pero al menos este día tiene un propósito definido que lo impulsa. Ya controlo la parte de la ciudad que tengo que recorrer y he peinado el suficiente número de veces la feria como para tener claro qué quiero visitar y qué no.
Así que me levanto de la cama más bien como el capitán América, con su refulgente escudo estrellado, pero el mío tiene el símbolo de faq-mac. Este es el día en que todos esos expositores multinacionales, que han venido aquí a vender y presentar sus mercancías se van a enterar de que en España hay alguien que quiere conocerles… si se dejan, claro.
Dedico unos segundos de silencio al sereno público que se divisa desde la vista de mi habitación, en recuerdo de todos aquellos que un día se levantaron con la decisión de conseguir algo, lo hicieran o no. Va por vosotros, amigos franchutes que impasibles contempláis mis tribulaciones.
Empiezo el día desayunando en el hotel con mi amigo Pete, capitoste del GUM más importante de Holanda, los MacFreaks, que organizan una vez al año algo que a mi me gustaría hacer en España, el MacFreak day, pero en plan faqmaquero. Intercambiamos ideas, experiencias y sugerencias sobre nuestros sitios y ser cada día mejores, y no me cabe duda, el café sabe mejor cuando construyes.
Me doy cuenta de que he debido llegar cuando la señora de la entrada había ido al baño o a fumarse un cigarrillo. Pienso en lo llamativo que resulta que con lo del aire puro en el puesto de trabajo, han dado permiso para ausentarse con una justificación tan vaga como «voy a fumar» a todo el que desee castigar su cuerpo. Como además no han reglamentado el tiempo que se tarda en fumar -o en ir al baño, o en hablar un momentito con mi casa o con mi pareja, que es una emergencia- pues resulta que los que no fuman están haciendo el trabajo de los demás durante un montón de rato al día, cogiendo avisos, dando razón de las ausencias y en general arrepintiéndose de haber sido siempre unas personas sanas, o de haber sido unas personas malas y perniciosas que no hacían más que envenenar a todo lo que les rodeaba, pero que se quitaron, y ahora tienen que pagar. Los unos por puros y los otros por pecadores. Todos pagan menos los que fuman. ¡Qué sociedad!
Así que la señora se ausenta dos minutos, de verdad que no han podido ser más de dos minutos, y un españolito de esos tan avispados aprovecha para sentarse y empezar a desayunar sin decir nada. Mientras hablo con Pete no puedo evitar pensar que en cualquier momento me van a dar un «Halt» como se ve que hacen los alemanes en las películas de la segunda guerra mundial y me voy a quedar con el croissant chorreando café a medio camino, con la boca abierta a punto de morder y con cara de no hablo francés y no entiendo. O peor aún, me van a dar el alto cuando tenga la boca llena de croasán, y no voy a poder decir nada y la madame se va a enfadar y me va a coger de la oreja y me va a sacar a rastras de la zona de desayunos, llamar al director y castigarme a copiar doscientas veces no me colaré en los hoteles franceses.
Según pasa el tiempo y caen los croasanes de chocolate, me convenzo de que no se ha dado cuenta y de que voy a ponerme las botas sin que nadie me diga nada. Me hace sentir mal, porque no soy de los que disfrutan colándose, pero me obligo a mi mismo al silencio diciendo que va por los tres euros que me cobraron ayer por una botella de agua de tercio de litro, o por los tres euros del café de la braserí del barrio que me dolieron como si me los arrancaran de la piel. Ya puedo presumir de otra cosa. He robado un desayuno en Francia. En París.
Cuando acabamos, me dispongo a enseñarle a Pete dónde se coge el autobús, le digo lo que cuesta, y cuánto se tarda en llegar. Y me mira como si fuera un parisino enseñando al turista cómo funciona la ciudad. Si él supiera…
Nos subimos y le pongo al día de mis impresiones de la feria. Que la propia Apple ha saboteado la feria presentando todo en otros sitios. Que se ha quedado en una feria muy local porque sin novedades no hay interés internacional. Y que los franceses son muy franceses y fundamentalmente sólo hablan francés. Que es una obviedad, pero que en una feria internacional no es tan obvio.
Pete me escucha con atención y empiezo a pensar que probablemente hace rato ha llegado a la conclusión de que soy un provinciano que ha salido a ver mundo, y que sólo me falta la comida del día en un pañuelo anudado a un palo que llevo sobre el hombro. Pero al final me dice que está de acuerdo y que los franceses son muy franceses y que además París está muy sucio. Claro eso es algo que puede decir un holandés, porque allí son cabezones, cuadriculados y muy limpios, y plantan los tulipanes en líneas perfectas y al que los pisa o los ensucia lo deportan inmediatamente. Me parece que en España no somos tan estrictos y hemos aprendido a vivir sin tantos escrúpulos. Pienso que estamos en un punto intermedio entre París y Amsterdam.
Hemos llegado a la feria y nuestros caminos se separan. Él tiene que darse un paseo y yo tengo una larga lista de visitas que realizar que ya no admite más dilaciones ni excusas.
No se si alguna vez has estado en una situación similar, pero si me vieras desde fuera probablemente pensarías que estás vigilando a alguna fiera en estado de ansiedad permanente, ya que una y otra vez tienes que volver sobre tus pasos.
Es como si fuera un juego de ordenador, en el que distintas puertas se abren cuando has pasado por otras fases. Sólo puedo pensar que a lo largo del día iré tachando los nombres, aunque no será en el orden en el que lo escribí, que es lo que me gustaría, porque así estoy seguro de no olvidarme nada. Pero vas a ver a alguien y te dice que no está, que está dando un paseo o en la sala VIP (que es para los expositores, donde ellos pueden tomarse un café tranquilos sin que les asalten españolitos con ganas de notoriedad, o pueden hacer sus aguas mayores y menores entre sus iguales, donde se sienten más cómodos porque todos están en la misma situación. Tiene que ser divertido eso de comentar con quién has coincidido en los baños y cada vez que pases por delante de su stand sufrir un ataque de risa porque hay que ver lo que le pasó, pobre. Y siempre procurando que no te vean reirte o que si te ven parezca que te ries de otra cosa. Pero, ay, que sería de nosotros si no fuera por estos momentos, con lo larga y pesada que es la feria).
– ¿Que no está? ¿Y cuándo estará?
– Pues no puedo decirle, pruebe dentro de media hora a ver si está libre.
Y tienes que decidir si te dedicas a pasear dejando que pase la media hora o si pasas al siguiente de la lista a ver si hay más suerte. Yo prefiero saltar al siguiente, porque esto es como jugar un partido, una vez que has calentado y has saltado al campo ya es mejor estar todo el rato corriendo, porque como te pares, te enfrías y luego cuesta más volver a coger el ritmo. Además, a cada visita que haces vas puliendo el diálogo de introducción, de forma que cada vez estás más cómodo.
En una feria como ésta, se sabe quién ha acertado y quién se ha estrellado. Y cuando vienes varios días, puedes ver como las grandes expectativas del primer día se van desmoronando a cada hora que pasa y como las caras se van agrisando, y como ya pasan el tiempo sentadas, han dejado de estar alerta y ya miran al infinito, con la vista perdida y una languidez que no quiere ser triste pero que lleva una gran decepción impresa indeleblemente, y pasas por delante una y otra vez y el stand sigue vacío y ellas solas, y me gustaría pararme y hacer como que me interesa mucho su producto, sólo para alegrarles el día, pero también pienso que eso no es honesto y que el mercado tiene que hacer su selección y sigues andando, y a medida que pasas más y más veces, dejo de ver las formas, y han desaparecido hasta las personas, engullidas por su propia desesperación y la sensación de fracaso, de dinero perdido. Y me centro en mis objetivos y tengo que dejar de imaginarme las situaciones porque entonces me amargo y pierdo las ganas de todo. Y tengo una lista muy larga que quiero completar.
En todo este ir y venir constante, tengo que resaltar a dos mujeres, las dos encargadas de relaciones públicas y que hablan español. Han sido un oasis entre tanto inglés y tanto no está, no te preocupes que vengo luego. Una es Sarah, una atractiva irlandesa que habla cinco idiomas y que me hace la demostración completa de todos los productos. Yo los conozco, sé lo que hacen y los he usado, pero habla español y estoy cómodo, así que le pregunto y le pido más y me gustaría que me preguntara si quiero un café e irme por ahí con ella a hablar de la vida en Irlanda, las ovejas y contarle cosas de España, de los quesos y los vinos. Aunque probablemente ella no tiene ni idea de ovejas y no digamos yo de quesos y vinos. Y de cualquier forma, no me ofrece un café ni le preocupa si estoy cansado. Estamos aquí para trabajar, y no para tontear. Concentración.
La otra mujer que ha salvado mi día es Maïca, así con diéresis. Una exhuberante francesita, también pluriligüe que avasalla con su juventud y entusiasmo. Está claro que le encanta su trabajo y le gusta presumir de las cuentas que lleva y que, no hace falta ser muy observador, le gusta reir, alto y claro, con la limpieza de la que todavía no se ha llevado patadas en la espinilla y con la ingenuidad de las que piensan que puedes divertirte con tu trabajo. Y me sorprende porque yo me divierto con mi trabajo, pero no me rio a carcajadas. Es que es como un soplo de aire fresco y me acompaña a conocer al dueño de la empresa que me suelta una disertación en inglés sobre la diversidad y las comunicaciones y yo tengo que apretar fuerte la mandíbula para que no se me escape un bostezo, y se me dilatan los agujeros de la nariz para dejar salir todo el aire, y sólo puedo rezar porque no se me escapen un par de lagrimones del esfuerzo que hago por no bostezar y cambio de postura y parezco interesado porque es su producto y quiero que me conozca y tengo que atender porque espera que le haga preguntas que le hagan sentir importante y que pueda seguir explicándome la importancia crucial para el futuro de la plataforma. Yo quiero que me manden sus notas de prensa y me inviten a sus ruedas de prensa y me manden sus productos para probarlos y hemos venido aquí porque somos los mejores y porque queremos ser aún mejores.
Pero también se acaba el rollo con Maïca, la vida sigue y ella y sus carcajadas se alejan de mi por un pasillo mientras inadvertidos paseantes me devuelven a mi jaula, paseo arriba y paseo abajo. Y tengo que volver a consultar mi lista y ver quién falta y nuevamente están de paseo y tengo que volver luego o mejor espera y me dan el móvil y me dicen que seguramente lo cogerá pero no lo hace y paso de dejar un mensaje, ellos se lo pierden. Y además no están en mi lista.
Y camino sin parar tachando empresas y recogiendo dosieres de prensa y me duelen las piernas y todo el día con el ordenador a la espalda. Pero estoy cumpliendo objetivos y empiezo a relajarme porque ha pasado lo peor, y puedo volver a España y contar mis andanzas sin que me miren diciendo que vaya vacaciones me he pasado, que el año que viene va otro.
Cuando llego al hotel, hay carteles por todas partes que dicen que es la «re-entré» pero como no hablo francés, no sé que dicen, así que subo a la habitación a cambiarme, y necesito comprar una tarjeta de conexión a Internet para enviar la crónica, y ya que bajo no puedo evitar acercarme a la barra del bar y pedirme una cerveza, a la salud de los expositores y porque este feria se ha acabado y sigo y vivo y coleando.
No quiero que me den las tantas así que me obligo a bajarme del taburete, y voy a comprar la tarjeta. Al «mesié» de la recepción le pido que me traduzca el cartel que tiene pegado en el mostrador sobre la «re-entré». Me dice que el director invita a todos lo huéspedes a tomar una cerveza gratis. Hasta las 10 de la noche. Y faltan cinco minutos. Ya estoy echado a perder desde lo del desayuno de esta mañana así que sin rubor ni vergüenza me voy a la mesa de la reunión agarro una copa de vino y me la sirvo. A mi alrededor grupitos de franceses se arremolinan hablando de sus cosas, supongo que además alaban al director por su buen gusto y su generosidad, pero como yo no hablo francés, pues a mi nadie me habla. Me bebo mi vino, acabo las pocas patatas fritas que quedan y me subo a mi habitación. Al menos me he caldeado el cuerpo.
Mañana de vuelta a España. Deséame suerte.
Realmente , me han parecido extraordinarios los artículos de Paris , ciudad que visité el año pasado.
Las tribulaciones que produce una gran ciudad cuando no se controla el idioma están maravillosamente descritas por el periodista.
Mi enhorabuena , son artículos dignos de un gran periódico.
Y felicidades a faq-mac por la lbor que hacéis
esta re byena