Como el último sorbo del café

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Hace algunos días ya te hablé del primer sorbo y hasta qué punto somos incapaces de ir más allá. El primero es TODO, lo demás es, simplemente, más de lo mismo.

Hoy quiero hablarte de mi café con leche (que es como lo tomo). La mayor parte de las veces lo tomo acompañado (no me refiero a los picatostes, sino a seres humanos), lo que hace que muchas veces no preste atención al primer sorbo, ni al segundo, etc. porque lo que tengo delante es mucho más interesante y atractivo que lo que hay en la taza.

Pero tengo una manía (ya te dije lo que pienso de la autoindulgencia con las manías) así que no es una manía, es propósito, un método, un deseo: que el último sorbo me llene la boca.

Verás, además de leche, tomo azúcar (sí, soy de esos que no se han rendido a los “encantos” del aspartamo). Y el azúcar cuando no se disuelve (o cuando ya está saturada la disolución) se deposita en el fondo de la taza. Por muy restringido que sea el azúcar que me eche, ese último sorbo siempre tiene un golpe extra de dulzor, que me trae de nuevo al mundo, me hace darme cuenta de que me gusta el café, y me permite disfrutar, en el último momento, de todo el placer.

Es un momento único, sublime, glorioso, donde, invariablemente al tragar, contemplo la taza admirado por lo mucho que me ha gustado ese último sorbo. Exagerando (que para eso son reflexiones personales) diría que me da “plenitud”.

Claro, tu, que eres muy listo y muy pragmático, podrías decirme: “Pues tira el resto del café y quédate sólo con el último sorbo”.

Pero no, eso no funcionaría, porque ese último momento, momento glorioso de mi taza de café, se va construyendo con cada sorbo anterior. Tal vez desde el primero cortito que di para ver si quemaba, los intermedios, luchando por apartar la cucharilla -lo sé, podría quitarla del vaso y ponerla en el platillo, pero es que me fastidia manchar el plato sólo por eso-.

Para poder disfrutar del orgasmo cafeístico hay que habérselo trabajado. No valen atajos ni trampas. Todo el que ha compartido un café sabe lo insatisfactorio que es. Lo pronto que se acaba. Siempre te quedas con ganas de más.

Pero al igual que ese primer sorbo de Coca-Cola puede fallar, el último de café también puede ser fuente de frustración, coraje, enfado y -si fuera supersticioso- hasta de amargarme el día.

¿Cómo? te preguntas, pues el azúcar siempre está en el fondo. Fácil, por haber calculado mal. Si el penúltimo trago que di fue demasiado largo, y no ha quedado suficiente café para llenar mi exquisito paladar, esa mezcla de café y aire, sabiendo que es el último, que se ha acabado y que no hay más (por lo menos hasta dentro de tres horas) es un auténtico gatillazo.

¡Ah, qué rabia! Toda una taza esperando ese último sorbo, y me lo cargo por no haber prestado atención a la cantidad que quedaba.

Así que, aquí tienes mi reflexión de hoy. Disfruta lo que puedas del camino, del momento, porque el final puede no ser lo que esperas y puede que pase mucho tiempo hasta que tengas ocasión de volver a disfrutarlo.

No lo dejes todo para el último sorbo. Como hablamos ayer, puede que no tengas tiempo de apurarlo como pensabas.Disfruta del café, de TODO el café.

Alf

Propietario de www.faq-mac.com.

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