Un grupo de amigos nos hemos reunido para hacer el Camino de Santiago desde el punto de salida en Madrid, jornada a jornada, hasta llegar a Santiago.
Un fin de semana al mes, vamos haciendo las jornadas. Claro que hemos parado dos años por la pandemia y la prohibición de circular. Pero ya hemos retomado.
Podría escribir infinidad de reflexiones sobre lo que aprendo de estas excursiones, y la cantidad de notas mentales que me hago para no olvidar.
Pero por empezar por el principio, te quedarías asombrada (querida persona) de saber que, efectivamente, a pesar de todo el progreso, el asfalto y los rascacielos, se puede salir de Madrid andando, por caminos públicos y adentrarte en la comunidad.
Claro que hay tramos urbanos, pero el hecho de sortear la plaza de Castilla, llegar a Tres Cantos, Colmenar Viejo… hasta llegar a la sierra de Madrid sin tener que coger ningún medio de transporte, sólo con unos calcetines que no hagan arrugas y una buena suela /ya es mucho más de lo que tenían los peregrinos originales, me ha causado profunda admiración y es algo que no olvidaré.
Sin embargo, quiero levantar hoy mi copa virtual en agradecimiento de todos los que me precedieron, y que se han molestado en ir marcando el camino roca, farola, hito o suelo, cada pocos metros, para que nadie (o casi) pueda perder sus pasos camino de Santiago.
Las flechas amarillas, todas uniformes, perfectamente pintadas, a lo largo de kilómetros y kilómetros, perfectamente ubicadas y apuntando al transeúnte en la dirección adecuada, son como una caricia que recibes cada pocos metros.
Alguien, con amor, dedicación, y altruismo, ha ido cargando con un bote de pintura y una brocha para que los que vinieran detrás lo tuvieran un poco más fácil. Y detrás de esos, otros han ido complementando las dudas añadiendo nuevas flechas amarillas.
Ahora ya vamos por Valladolid, así que no podemos volver a casa después de la caminata, y salimos el viernes para volver el domingo y aprovechamos para hacer dos etapas.
Como te decía, hay innumerables lecciones que encogen mi corazón con emoción al recordarlas, como la autonomía del viaje a pié, los paisajes, la libertad, los retos, la compañía, la convivencia… y así podría seguir.
Pero por hoy quiero quedarme en los secretos de una ciudad de la que se puede salir a pie y la generosidad de aquellos que me han precedido brocha en mano rehaciendo ellos el camino para que yo no me pierda.
Que sepan que hoy -seguro que años después de que lo hicieran- sigue siendo una labor apreciada y agradecida.
Espero que tu también puedas hacer algo así por alguien de tu entorno. Hacer algo sin esperar nada a cambio es, con mucha diferencia, una de las sensaciones más satisfactorias que experimentarás nunca.
Te lo deseo.
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