Allá por finales del siglo pasado, un joven director neozelandés llamado Peter Jackson se dispuso a llevar a la gran pantalla la novela de J. R. R. Tolkien: “El Señor de los Anillos”.
No solo consiguió convencer a la productora “New Line Cinema” de que diera luz verde a su proyecto, sino que también consiguió obtener unos valores de producción desorbitados para esos tiempos, con los que se aprovechó hasta el último centavo. “El Señor de los Anillos” no fue una película de fantasía medieval, fue LA película de fantasía medieval, aunque más que una película, fueron tres.
Este éxito se debió al excelente diseño de producción del director y de todos los productores involucrados en la filmación. Todo era perfecto: los efectos especiales, la fotografía, el casting, la adaptación del guión… Y en este último punto radica gran parte del corazón de la trilogía; en las películas no vemos a personajes de cartón, que carecen de un desarrollo o que son meras herramientas para que avance la trama; vemos a individuos con virtudes y defectos, con momentos de valentía y momentos de miedo… vivimos el viaje con ellos.
De hecho, Jackson es capaz de brindarle cuerpo incluso a los personajes secundarios y a desarrollar subtramas, haciéndolos relevantes e interesantes.
Además de esta virtud, Jackson supo darle una estética distinguida y elegante al universo que Tolkien dibujó en su mente; cada pueblo tiene una arquitectura, vestimenta, caligrafía, etc. específica y eso hace que el mundo sea más creíble y verosímil.
Y no nos olvidemos de las batallas, porque ¡qué batallas! ¿A quién no se le pone los pelos de punta al ver el discurso del rey Theoden frente a los campos de Pelenor?
No es de extrañar que “El Retorno del Rey” ganara 11 Oscars (récord que comparte sólo con dos películas más: “Titanic” y “Ben-Hur”), incluyendo el de mejor película que, incluso aunque para aquellos que difieren de que la tercera entrega sea la más destacada de la trilogía, se pudo considerar prácticamente un Oscar honorífico a la realización de esta.
Y así es como “El Señor de los Anillos” trascendió en el mundo del cine y más concretamente, en el género de la fantasía medieval: una trilogía para atraerlos a todos…
Aún así faltaba un terreno por conquistar, un terreno en el que un policía entregado, un mafioso italoamericano y un profesor de química que vendía drogas mostraron de lo que era capaz el medio: la televisión.
En 2010, dos guionistas con ganas de adaptar una buena historia llamados David Benioff y David. B. Weiss, tuvieron una reunión con el aclamado escritor George R. R. Martin, autor de “Canción de Hielo y Fuego” entre otras, para llevar dicho libro a la que dejó de considerarse hace tiempo como “la caja tonta”.
En efecto, “Canción de Hielo y Fuego” pasó a llamarse en la televisión “Juego de Tronos”. La obra es una fantasía medieval, pero a diferencia de los libros de Tolkien, esta obra tenía un tono radicalmente opuesto, con una visión mucho más realista y cruda del medievo: política, nobleza, crueldad, machismo, esclavitud… aunque tampoco renunciaba a la fantasía; hay magia, dioses, criaturas…
Era la oportunidad perfecta para hacer lo que hizo Peter Jackson en el cine, pero en la TV, y vaya si fue así; “Juego de Tronos” se convirtió en una de las series de televisión más aclamadas, tanto por la crítica especializada como por el público, de la historia de la televisión.
Pese a contar con un presupuesto modesto al comienzo del rodaje, se apostó por una serie que se alargaría por varias temporadas, una serie en la exploraríamos todo Poniente y Oriente, desde el Castillo Negro hasta la Bahía de los esclavos, una serie en la que conoceríamos los nombres de cada Casa y sus lemas como si de una clase de Historia se tratara, una serie en la que amaríamos (y destestaríamos) a sus personajes.
“Juego de Tronos” fue una serie que, por lo menos en sus primeras temporadas, era de guión denso; o estabas atento, o te ibas a pasar la mitad de la serie haciendo las típicas preguntas del espectador que tiene dividida su atención entre Twitter y el episodio, en vez de centrarse en la contundencia de las frases que Tyrion Lannister iba regalando en casi cada intervención.
Como dijo una vez un hombre sabio: “Para hacer buen cine necesitas tres cosas: el guión, el guión y el guión.” (Alfred Hitchcock).
“Juego de Tronos” cuenta con un buen desarrollo de personajes, teniendo algunos una gran complejidad narrativa. También aborda cada tema planteando preguntas sobre el honor, la guerra y el amor. Todo ello sin pretender ser una serie filófica. Lo hace enfrentando al espectador con los acontecimientos de tal manera que tiene que tomar partido y extraer sus conclusiones.
Por desgracia, la solidez del guión no es consistente en la totalidad de la serie. Tras terminar la quinta temporada, el novelista no había continuado escribiendo la historia, que posteriormente sería publicada en otros libros, y menos aún había ideado un final.
Es a partir de la sexta temporada cuando aparecen los temibles “Deus Ex Machina” y las lagunas de guión. Pese a ello, “Juego de Tronos” se coronó como una serie bien escrita y bien dirigida, con una base ingente de seguidores y fanáticos.
Respecto al apartado técnico, la serie no es un sobresaliente pero sí un notable alto. Da fe de ello tanto los efectos digitales como los prácticos: la animación de los dragones está muy lograda y hay decorados muy bien construidos como el del trono de Rocadragón.
Y es que, en este sentido, la serie no anduvo muy desencaminada con lo que “El Señor de los Anillos” hizo: combinar ambos tipos de efectos para dar lugar a una obra que envejecerá bien, tanto por saber administrar la presencia de efectos digitales, (y la dedicación que se puso en ellos) como el esfuerzo por grabar en espacios naturales (ojo a esos paisajes de Islandia) y usar siempre que era posible efectos prácticos.
Al igual que en la adaptación de “El señor de los anillos” realizada Jackson, el mundo que vemos en Juego de Tronos es visualmente atractivo y coherente.
Cada casa, ciudad y castillo tiene una estética determinada. Por ejemplo, Dorne es el reino ubicado más al sur del, el clima es cálido y su población se caracteriza por tener una tez más oscura y unas vestimentas que nos recuerdan a la cultura árabe. En la arquitectura, se rodaron escenas en los jardines de los Reales Alcázares de Sevilla, erigidos durante la ocupación de los árabes en la península.
Por último cabe mencionar la excelente banda sonora de Raman Djawadi, compositor que, al igual que Howard Shore (compositor de la trilogía de Jackson), establece temas musicales para algunas casas y personajes, dándole otra capa de profundidad a la narrativa de la serie (“And now the rains weep o’er his halls…”).
Son muchas las virtudes que han llevado a esta serie a ser lo que es, y al igual que “El Señor de los anillos”, ha hecho que millones de personas se den cuenta de que siempre hay cabida para las buenas historias en cualquier género, pese a que este en concreto, la fantasía medieval, tenga una fama que no le corresponde en el mundo moderno.
De hecho, en un futuro no muy lejano, Amazon publicará una serie sobre “El Señor de los anillos” que contará los eventos previos a la trilogía; se habla también de una posible serie sobre la “Crónica del asesino de reyes”, trilogía literaria escrita por Patrick Rothfuss, la cual tiene como primera entrega “El nombre del viento”, obra que ha obtenido un éxito apabullante y con un gran potencial para llevar su universo y sus personajes a la pantalla pequeña.
Incluso si uno no puede esperar a ver estas series, actualmente se encuentra disponible en Netflix la serie “The Witcher”, otra gran saga literaria de fantasía medieval, que por cierto, ha hecho las delicias de los fans de los videojuegos; por el momento, la serie ha cosechado buenas críticas y la segunda temporada se encuentra en actual periodo de rodaje.
Puede que sea algo osado citar a “El señor de los anillos” como el ciudadano Kane del cine de fantasía medieval y a “GoT” como su homólogo en la televisión, pero de la misma manera que Orson Welles motivó a una generación entera de cineastas a crear obras de gran ambición, tanto la saga de Peter Jackson como la serie producida por George R.R. Martin han abierto un mundo nuevo de posibilidades.
Solo toca esperar con qué grandes obras nos encontraremos en el futuro y si habrá un “Juego de tronos” para futuras generaciones y, sinceramente, creo que nos espera un futuro prometedor.
¿Qué pensáis?
Jaime T. Ugarte