Estábamos a mediados de la década de los 2000, Pedro (jardinero) y Raquel no tenían Internet en casa, ni un ordenador, y el interés en la informática era nulo. Sin embargo Internet ya traía muchas cosas interesantes de las que, si no estabas conectado, te lo perdías.
Así que decidieron comprar un ordenador (la única forma efectiva de usar Internet para tareas domésticas). No recuerdo el modelo, procesador ni memoria pero era un equipo medio de la época, ni de los más avanzados ni de los más baratos. El ordenador no recuerdo si venía con Vista o con 7 pero no era muy ágil, se le acabó poniendo la versión Starter de Windows 7, que era la que menos recursos necesitaba, con la intención de que fuese lo más fluido posible. El uso iba a ser de consumo de contenidos, algo de web, correo electrónico y algunas películas.
Pero aquello era un equipo que daba muchos problemas (había que estar siempre manteniendo) y un coñazo hasta para los usuarios.
El iPad
Llegó a casa el iPad 2 y el pobre ordenador… quedó en el olvido. En aquellos tiempos, los más metidos en las tripas de la informática teníamos claro que había que sincronizarlo con el ordenador para hacer copias, pasar las fotos, etc… ah, y para actualiza, vamos que tenía que vivir con el ordenador. Pero muy pronto prefirieron olvidarse de todo ello, incluso de las actualizaciones.
El iPad era rápido, sencillo, no daba problemas y cubría todas sus necesidades sin esperar minutos y minutos para ponerlo en marcha. Incluso cuando hablábamos de enchufarlo al ordenador para sincronizar era como si les quisieses hacer cargar con un carro de leña, preferían dejarlo así.
Y llegó un segundo iPad comprado usado a otro familiar (uno para cada uno).
Más adelante, incluso alguna vez que se le llevó la típica película en un Pendrive o algo así prefirieron no verla antes que encender el ordenador para copiarla.
Por suerte iOS avanzó y ya no necesitó el ordenador para actualizarse ni para nada.
La Empresa
Recientemente la empresa en la que trabajaba Pedro cerró y optó por intentar continuar con sus jardines por su cuenta, como autónomo. Pedro nunca había realizado labores administrativas, que ahora tendría que hacer, es más, lo más que había escrito eran algún correo y WhatsApp.
Hubiese sido más traumático obligarle a encender aquel ordenador que quedarse en el paro. De modo que buscamos una alternativa con el iPad.
Así probamos con Selfconta, un programa de facturación gratuito basado en web. En unas horas se había hecho con la funcionalidad, metido sus clientes, sus artículos y generando facturas.
Para la impresión se hizo con una Brother láser con AirPrint y ya estaban las facturas en el papel. Por último diseñamos el logo con Graphic y se lo pusimos a las facturas y a los sobres (con Pages). Para una persona que no había usado un ordenador casi nunca y no había realizado tareas administrativas, en pocos días ya estaba todo funcionando.
Ahora habrá que avanzar más, pero bastante me parece para el poco tiempo invertido.
Y es que para algunos un ordenador no es más que una cosa pesada y lenta en la que se entretienen algunos mucho tiempo, pero ¿qué atractivo tiene?