Desde la moqueta del TechEd: el irresistible atractivo de “gratis”

Desde mi juventud, con las escapadas al Fitur para conseguir los fantásticos pósters de pájaros y árboles que realizaba el Ministerio, siempre he tenido claro que la distorsión mental que provoca la idea de que alguien regala algo hace que la mayoría de las personas pierda la conciencia (que se lo digan a Google que ha construido su imperio sobre esa certeza).

Pasemos rápido tantos años de SIMO y otras ferias donde la constante se mantuvo. Muchos años después, me encuentro en una feria profesional, podríamos decir que el santuario de los “Frikis”, esos que se pasan dias, meses, años, encerrados entre sus ordenadores programando y manteniendo la maquinaria para que los demás trabajemos sin preocuparnos. Esta es esa feria en la que ellos salen de sus “cuevas” para ver qué novedades hay que puedan utilizar para facilitar su trabajo, para conservarlo o para adelantarse a lo que les puedan pedir desde arriba “para ya” (es el caso de la solución que presentábamos).

El primer día todo iba normal, como cabía esperar. Se acercaba la gente, preguntaba, les explicabas, les escaneabas su acreditación y avisabas que en las semanas siguientes les contactarías para hablar más detenidamente. Sin embargo, en un momento dado, el jefe sacó del cajón un montón de camisetas (horrorosas para mi gusto, si me preguntáis, la típica camiseta promocional donde por delante y por detrás pone el eslógan de la empresa). Cuando las ví murmuré para mis adentros… “no sé que interés puede tener alguien en ponerse una camiseta así”. Os lo juro por el espectro de Jobs que lo dije.

Como moscas a la miel. Empezó a llegar gente al stand -el único requisito era que dejaran escanear su acreditación- y se acabaron las preguntas y las formas. Muchos directamente venían preguntando si les podíamos dar una camiseta.

Horas después de que se hubieran acabado las camisetas, seguía llegando gente diciendo que les habían comentado que regalábamos camisetas. Uno incluso se medio molestó conmigo cuando le dije que se habían acabado -pensó que no se la quería dar o algo así.

El momento en que se acabaron las camisetas dí gracias al cielo. Por fin podíamos centrarnos en el negocio. Está claro que da igual los años que pasen o lo profesional que sea la feria. Si alguien da algo gratis, la gente se matará por conseguirlo, incluso aunque sólo sea porque su vecino lo tenga y ellos no.

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pd.: mi jefe lo hizo porque de cara a la central americana era importante justificar una “gran asistencia” al espacio de la empresa, para que sigan apoyando este tipo de presencias. Por supuesto, luego nos tocará a los comerciales perder tiempo, dinero y esfuerzos en seguir presuntas pistas de gente que no tiene ningún interés en nosotros, pero querían una camiseta.