Analizan la piel de un reptil fosilizado mediante una nueva técnica no destructiva

Un equipo de científicos ha detectado residuos proteínicos en la piel de un reptil fosilizado de 50 millones de años de antigüedad. El hallazgo resulta más loable teniendo en cuenta que para ello no hubo que destruir la muestra. Además de ofrecer a la paleontología un instrumento con el que examinar muestras demasiado raras o valiosas como para destruirlas, este estudio podría esclarecer lo que sucede a restos sepultados por largo tiempo.

Se ha publicado un artículo al respecto en la revista Proceedings of the Royal Society B.

Cuando se habla de fósiles se suele pensar en estructuras duras similares a piedras y caparazones. Sin embargo, varios estudios recientes han demostrado que algunos tejidos blandos también pueden conservarse en el proceso de fosilización. Lamentablemente, el análisis de estos tejidos blandos obliga a destruir parte de la muestra. En el estudio referido, científicos de Reino Unido y Estados Unidos demuestran que es factible detectar e identificar restos de tejido blando en fósiles sin destruir las muestras.

El objeto analizado fue un reptil fosilizado de 50 millones de años de antigüedad hallado en rocas de la Formación de Green River, en Utah (Estados Unidos). La muestra se examinó empleando una técnica de infrarrojos denominada espectrometría FTIR (espectroscopia infrarroja por transformada de Fourier). La luz infrarroja proyectada provoca vibraciones en la piel fosilizada, y los investigadores se valieron de un truco relativamente sencillo para interpretar estas vibraciones.

El haz infrarrojo se proyecta a través de un cristal diminuto. La mayor parte de la luz es reflejada por la base del cristal, pero una pequeña proporción de ella lo atraviesa y alcanza el fósil observado. Los compuestos orgánicos que pueda haber en el fósil absorben parte del haz infrarrojo y modifican la señal, que es reflejada y captada de nuevo por el sistema. Desplazando el haz y el cristal de forma sistemática sobre la superficie del fósil, el equipo logró plasmar gráficamente los compuestos orgánicos detectados.

El equipo estudió asimismo dicha piel mediante otra técnica llamada SRS-XRF (fluorescencia de rayos X con barrido rápido en sincrotrón). Para contrastar la exactitud de sus hallazgos, los investigadores estudiaron también la piel de un lagarto moderno y emplearon técnicas convencionales para examinar la muestra primitiva, lo que sí obligó a destruir parte de ella.

«Las distribuciones de compuestos orgánicos y metales traza obtenidas en la piel de 50 millones de años de edad se parecen tanto a las representaciones que hemos hecho de la piel de un lagarto moderno para corroborar los resultados, que a veces es difícil distinguir cuál pertenece al fósil y cuál al lagarto moderno», señaló el Dr. Roy Wogelius, geoquímico de la Universidad de Manchester (Reino Unido). «Estos nuevos métodos de rayos X e infrarrojos sacan a relucir patrones químicos complejos que durante décadas no se pudieron detectar con los métodos tradicionales.»

La elevada precisión de la información química obtenida con los análisis realizados permitió a los autores formular una hipótesis sobre el mecanismo por el que se conservó la piel primitiva. Cuando los compuestos originales de la piel comienzan a descomponerse forman enlaces químicos con metales traza que actúan como una especie de «puente» con los minerales contenidos en los sedimentos. Los investigadores opinan que este proceso impide la disolución del material de la piel o un mayor grado de descomposición.

«En su conjunto, los análisis efectuados en este estudio sugieren de forma contundente que la piel del reptil fosilizado existente [en la muestra] no es una simple impresión, un sustituto mineralizado ni una capa amorfa de carbono orgánico, sino que contiene un vestigio parcial de la química original de aquella criatura, en este caso derivado de piel proteinácea», escriben los autores.

«Concluimos que ya es posible plasmar gráficamente compuestos orgánicos sin destruirlos y sacar a relucir la composición química de estructuras biológicas conservadas en organismos fósiles de una antigüedad de hasta por lo menos 50 millones de años», añaden. «Esto permite vislumbrar nuevas aplicaciones de la técnica de imagen FTIR en paleontología, por ejemplo para realizar análisis orgánicos de especímenes raros en los que no es posible obtener muestras por procedimientos destructivos.»

«La capacidad de analizar químicamente fósiles raros y de gran valor como estos sin tener que extraer material ni destruirlo constituye un avance largo tiempo esperado y de gran importancia en el campo de la paleontología», concluyó el primer firmante del artículo, Nick Edwards, de la Universidad de Manchester. «Se espera que de este modo surjan otras oportunidades de revelar información guardada en especímenes conservados de manera similar.»

Su colaborador Phil Manning añadió: «Este trabajo es fruto de la unión entre la física, la paleontología y la química, lo cual ha arrojado información de un valor inmenso sobre los elementos fundamentales de tejidos blandos fosilizados. Los resultados de este estudio poseen implicaciones más amplias, por cuanto facilitan la comprensión de lo que les ocurre a los residuos sepultados durante largos períodos de tiempo. El registro de fósiles nos proporciona material para un experimento de largo recorrido a partir del cual podemos aprender cómo solucionar problemas actuales.»

Para más información:

Universidad de Manchester:

http://www.manchester.ac.uk

Proceedings of the Royal Society B:

http://rspb.royalsocietypublishing.org/

Fuente: Cordis

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