Un proyecto comunitario prepara un “cóctel de enzimas” para obtener un combustible más ecológico

La creciente inquietud por las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y la seguridad del suministro energético impulsa a los europeos a volverse hacia los biocombustibles como alternativa a los combustibles fósiles, que son recursos no renovables.

En este ámbito se centra el proyecto DISCO («Descubrimiento dirigido de celulasas y hemicelulasas novedosas y su mecanismo de reacción para la hidrolisis de biomasa lignocelulósica»), al que se ha adjudicado una financiación de casi 3 millones de euros para dar con técnicas nuevas para convertir materiales de fuentes renovables en biocombustibles. Los fondos proceden del Séptimo Programa Marco (7PM) de la UE por medio del tema «Alimentos, agricultura y pesca, y biotecnología».

La actividad industrial genera un gran volumen de residuos que podrían aprovecharse como fuente de energía renovable, y un grupo de expertos se ha fijado concretamente en el salvado de trigo, la paja de trigo y las virutas de pícea. Se sabe que la lignocelulosa es una mezcla de lignina y celulosa que refuerza las células de las plantas leñosas y aumenta la resistencia de este tipo de plantas y árboles. Pero para conocer la forma de emplear materiales lignocelulósicos en la producción de biocombustibles es necesario investigar más a fondo.

En un comunicado, el Instituto de Investigación Alimentaria del Reino Unido informa que las características moleculares de las lignocelulosas las hacen resistentes a la acción de diversos microorganismos que, de otra manera, podrían convertirlas en azúcares simples válidos para la producción de biocombustibles.

Aquí entra en juego el proyecto DISCO, que está coordinado por el Centro de Investigación Técnica de Finlandia (VTT) y que, desde que iniciara su andadura en 2008, se dedica a buscar microorganismos capaces de degradar material lignocelulósico. Se sabe que la energía de los microorganismos procede de la descomposición de moléculas orgánicas complejas, que a su vez se transforman en azúcares más simples y posteriormente en energía. Los socios de DISCO trabajan en la producción de bioetanol a partir de diversas fuentes, entre ellas salvado desechado en la molienda, paja de trigo y virutas de pícea de la industria papelera.

El consorcio, que incluye a especialistas de centros de investigación, universidades y empresas industriales, está reuniendo enzimas nuevas que podrían facilitar el proceso de producción. Sus investigadores aspiran a desarrollar herramientas enzimáticas celulósicas y hemicelulósicas más eficientes y baratas que mejoren la hidrolisis de biomasa lignocelulósica pretratada en condiciones de sacarificación y fermentación para la producción de bioetanol. En definitiva, el equipo determinará qué microorganismos son capaces de descomponer el resistente material lignocelulósico.

Los socios de DISCO emplean varias bibliotecas de microorganismos, una de ellas ubicada en la Universidad de Tecnología y Economía de Budapest (BUTE, Hungría), que es uno de los socios. La biblioteca de la BUTE contiene más de 4.000 microorganismos recopilados de diversas fuentes. Estas bibliotecas facilitan al equipo la tarea de hallar candidatos aptos cuyas enzimas descompongan lignocelulosa. En los laboratorios de algunos de los socios ya se trabaja en la caracterización de varios de estos organismos.

«Buscamos en la naturaleza recursos que permitan generar de forma eficiente la próxima generación de biocombustibles derivados de fuentes renovables, en nuestro caso los abundantes materiales de desecho de la agricultura y determinados sectores industriales», explicó la coordinadora del estudio, la Dra. Kristiina Kruus del VTT. «La solución podría encontrarse en el suelo, en algún microorganismo que ni se ha descrito ni se conoce aún.»

Este proyecto de cuatro años de duración proporcionará un «cóctel de enzimas» capaces de descomponer la compleja lignocelulosa para su uso en la producción de bioetanol.

Los socios de DISCO proceden de Estonia, Finlandia, Hungría, Países Bajos, Rusia, Suecia y Reino Unido.

Para más información: DISCO, Centro de Investigación Técnica de Finlandia (VTT) e Instituto de Investigación Alimentaria del Reino Unido. Fuente: Cordis

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