Ambos encontraron en total seis variantes genéticas que tienen actividad en el cerebro y que están asociadas con un aumento en el índice de masa corporal (IMC), la medida más común de la obesidad.
Esto sugiere que muchas de las variantes genéticas implicadas en la obesidad están vinculadas al cerebro y no a las funciones metabólicas, como el almacenamiento de grasa y azúcar.
“Este hallazgo sugiere que la gente simplemente puede estar ‘programada’ para comer en exceso”, afirma la doctora Cristen Willer, autora de uno de los estudios llevado a cabo en la Universidad de Michigan.
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