Un juez de Hawái tendrá que resolver próximamente sobre el fin del mundo. De acuerdo con los demandantes –un norteamericano y un español–, el acelerador de partículas llamado LHC, una máquina experimental capaz de generar lo más parecido al big bang, podría crear un agujero negro que acabaría engullendo a la Tierra. Y, según alegan, también al universo.
Puede que la noticia, desvelada recientemente por el New York Times, parezca salida de una película de ciencia ficción de ínfimo presupuesto, pero el caso está relacionado con algo que lleva preocupando a académicos y escolares desde hace años: cómo valorar el riesgo de los experimentos más avanzados y, sobre todo, quién debe decidir si resulta conveniente o no seguir adelante.
Desarrollado por la Organización Europea para la Investigación Nuclear –CERN, por sus siglas en inglés–, el acelerador de partículas LHC, el mayor de su tipo en el mundo, se encuentra enterrado en la frontera entre Suiza y Francia, dentro de un túnel de 27 kilómetros de circunferencia, y por él circularán rayos de partículas que colisionarán con energías análogas a las que se dan en las supernovas y los agujeros negros. Los mejores físicos del mundo –incluídos varios españoles– han trabajado durante 14 años en un proyecto que ha costado unos 5.000 millones de euros.
De acuerdo con la práctica totalidad de la comunidad científica, no supone apenas ningún riesgo –de hecho, ya ha habido otros experimentos similares, pero menos ambiciosos–, y su entrada en funcionamiento se espera para este mes. Con su demanda, Walter L. Wagner y Luis Sancho, de quienes no se conocen contribuciones a la investigación, pretenden paralizar su estreno hasta que el juez decida si el planeta puede o no desaparecer.
¿Se presentará CERN ante el juzgado de Hawái? Un portavoz de la organización europea, basada en Suiza, ya ha dicho que no cree que el tribunal norteamericano tenga jurisdicción sobre el caso, similar a otro en el que Wagner también ha participado. En 1999, presentó una demanda contra otro acelerador de partículas, situado en el estado de Nueva York. La demanda se desestimó en el 2001. La máquina funciona sin incidentes desde el 2000.
Fuente: El Periódico
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