Reuniones Navideñas

Quién me iba a decir a mi que junto a los sempiternos temas de sobremesa de las inacabables comidas de Navidad, esa fiesta dedicada a ensalzar el colesterol y las relaciones familiares, la tecnología se alinearía con los grandes temas de actualidad como el “famoseo”, la política, el fútbol y lo guarra que es la vecina del quinto izquierda, que me pilla las esquinas de las sábanas con la ventana y se va de vacaciones.

Pero es que el tema se presenta el solo: no vamos a subir a casa de la cuñada con el coche debajo del brazo y ponernos a hablar de las perlas que ha hecho la bujía, pero… es tan fácil, al igual que los vaqueros (si, como en las películas), entrar “en el Saloon” y dejar el móvil encima de la mesa como si fueran dos pistolas… una maniobra además que se ha convertido (no se si en otros países, pero desde luego, en España si) en una declaración de intenciones: tanto vale el móvil que con descuido depositas en la mesa, tanto vales. Cuanto más moderno es, mejor te ha ido el año y siempre habrá un avieso cuñado que lo coja y te diga “No te van mal las cosas, EHHHHHHH??!!!” dando vueltas al móvil mientras tu rezas para que no se le caiga en el plato de bullabesa.

El caso es que en estas reuniones, en las que alguien de la familia se ha leído un artículo de un foro sobre cómo arrejuntar convenientemente a los familiares que más se odian siguiendo un estricto protocolo de tarjetitas que no te puedes saltar, siempre acabas entre el primo tonto que dice que los cables HDMI para Mac valen tres veces más que para PC (gracias, @autoy) y un cuñado que se cree a pie juntillas los artículos del New York Times aunque los tenga que leer usando el traductor de Google. Y en ese magnífico estéreo te encuentras tú, con una señora mayor enfrente que se duerme a mitad del segundo plato.

Jamás entenderé que cuando se habla de tecnología encima de un mantel, iniciar una conversación se reduzca exclusivamente a una toma de partido seguida de un insulto. Supongo que la tradición de hablar de fútbol ha parametrizado como hay que empezar una conversación en la que “por narices” (por no hablar de otros atributos masculinos) has de tener que tomar partido por un lado u otro. Así que en estéreo, el primo tonto y el cuñado   semi informado (por ser benévolo) empiezan con sus retahílas de desatinos, en busca de crear ese ambiente amable tan propio de estas fiestas. Acabáramos.

Como saben que usas Apple, lo primero, claro, es establecer los términos de la rendición: eres un tío raro, siempre lo has sido, no usas lo que usa todo el mundo y así te van de mal las cosas. Eso para que te vayas enterando. Las falacias se extienden después a tu capacidad mental, ya que hay que ser tonto (pero muy tonto) porque pagas mucho dinero por cosas que “hacen lo mismo” y si no mira mi teléfono, que hace todo lo tuyo, me costó nosecuantos euros menos (bueno, me lo regaló la compañía porque le puse un cuchillo en el cuello al comercial, soy “así de agresivo” negociando mi contrato de móvil) y mi tablet también me ha costado nosecuantosmás euros menos y además me bajo todas las aplicaciones gratis.

A esta altura de la reunión familiar, que suele estar sobre el inicio del segundo plato, tu te quieres morir. Si fueras americano, ya hubieras iniciado una masacre. Pero somos españoles y para estas cosas tenemos un aguante mayormente provocado por tratar de evitar los problemas posteriores, cuando tu pareja te dice que “no se que le has dicho a mi hermano que me ha dicho que eres un borde” cuando tu solo apuntabas, de forma muy fina, que su comprensión de la tecnología era similar a cómo los chimpancés de laboratorio pulsaban teclas porque les dan plátanos si aciertan.

A tu izquierda, por supuesto, el primo tonto te explica como un “8” será mainstream, que no te enteras de nada y que eso de cambiar la placa base de su Full equip Media Markt PC ha sido una muy mala casualidad, posiblemente porque el vendedor era tuerto y le miró de soslayo, pero que enseguida se lo van a devolver. Pero que el “8” es maravilloso y dominará el mundo aunque aún tiene que descubrir cómo descargar actualizaciones sin que se le bloquee, porque pagar es de paletos.

A la hora del postre, cuando tu estás ya lleno y sólo quieres escapar de allí para fumarte un cigarrillo en el balcón… es cuando llega un momento terrible. Te agarran del un brazo, fuerte, con toda la mano, para dramatizar el momento lo más posible y te dicen en un susurro “Oye, tengo un problema con…“. ¿No era yo el tonto de Apple? ¿Entonces? ¿A que viene ese momento telenovela?. La frase sigue con una descripción apocalíptica de un problema técnico que conforme te lo cuentan, empiezas a hilar las horas que te costará resolverlo. Sobre todo porque nadie recuerda los cuadros de diálogo que cualquier sistema alegremente salpica indicando que si se acepta, los Mayas tendrán razón. Pero como aquí nadie lee nada, todo el mundo da paso al apocalipsis apretando el botón de aceptar porque le tapa lo que hay detrás.

Y no digas que no, porque ya se encargará algún familiar con rango de Teniente Coronel o General de varias estrellas de recordarte que la sangre ata mas que el vino, y que una transferencia de inteligencia y tecnología es necesaria salvo penalizaciones futuras en forma de palizas dialécticas sobre tu maldad natural cuando se habla de electrones.

Después de acabar con ambos brazos con moretones de los apretones (¿¿y eso de las actualizaciones del 8, me lo podrás arreglar?? por un lado y Es que Mi S III baila sardanas con la Wi Fi de casa porque “le hice algunos ajustes”… por el otro) y mientras trato de dar cuenta de algún cacho de turrón, llega el gran final, cuando desde la otra esquina de la mesa se levanta una figura femenina para acercarse a tu oído y decirte “Oye, ¿¿¿puedes echarle un vistazo al ordenador de la niña?? Es que no sabe lo que le pasa” para acabar la reunión en un cuarto de pósters de chavalotes musculosos delante de un PC apaleado y una adolescente que solo sabe decir con cierta impertinencia que “No sabe lo que le pasa” y “No va” entre Whatsapp y Whatsapp y sin mirarte a la cara.

A ver si se acaban ya las Navidades. Por favor.