Las patentes de diseño y el juicio de Apple y Samsung

Durante este largo fin de semana ha salido en una conversación el juicio de Apple y Samsung y cómo, para el entender de mis interlocutores, Apple no tiene ningún derecho a disponer de una patente sobre un elemento tan obvio como un rectángulo negro. Esto nos llevó a la legitimidad de las patentes por diseño, que siempre el que las tiene que padecer las considera como absurdas aunque hay mucho más detrás de las mismas de lo que parece.

Durante el juicio de Apple y Samsung por el que esta última empresa deberá pagar 930 millones de dólares a la empresa de Cupertino (una cifra que muchos consideran como “pequeña” en comparación con lo que ha obtenido la empresa coreana aprovechando la propiedad intelectual en diseño de Apple) se habló mucho sobre las patentes de diseño y cómo afectan al panorama industrial.  Cuando Apple lanzó el iPhone, se dedicó de forma sistemática a patentar el aspecto del mismo y no solo este aspecto sino el “look and feel” de casi cualquier característica del mismo porque preveía que iba a ocurrir algo que ya le había pasado con su sistema operativo para ordenadores y que no pudo parar porque simplemente no había patentado nada al respecto del diseño y funcionalidades del mismo.

En el caso del juicio con Samsung, Apple utilizó esas patentes de diseño contra la empresa coreana por sus copias del iPhone (está determinado por un juez así que no es una opinión personal: Samsung copió). Las patentes de diseño tienen una buena razón para existir aunque a algunos les parezcan ridículas y vamos a ver por qué.

Todos estamos familiarizados con el concepto de marca, que define no solo lo que hachean empresa sino también toque hace. Pero pongamos un ejemplo de marcas y vulneración de las mismas. Tony el Tigre es un elemento muy identificativo de los cereales de Kellogg y por ello está registrado. Durante años, la empresa petrolera Exxon utilizó un tigre para denominar un tipo de gasolina y la convivencia entre ambas empresas fue buena. Sin embargo, en los 90 Exxon empezó a utilizar un tigre para identificar un nuevo modelo de negocio de la compañía para alimentación lo que supuso el enfrentamiento entre ambas compañías. Kellogg argumentó que los consumidores podrían verse confundidos por el uso de dos tigres “dibujados” de forma que parecería que Kellogg estaba detrás de esos refrescos, café y otros productos alimentarios que comercializaba Exxon. El caso acabó en los tribunales y tras varios años de tira y afloja al final acabó ganando Kellogg, aunque tuvo que esperar a la apelación. Este caso es de libro y explica claramente el uso de una marca cuando hace referencia a un segmento de mercado.

Pero no hay que ir muy lejos a este respecto para encontrar dentro de la propia Apple un caso similar: mientras Apple utilizó su marca y nombre para vender productos tecnológicos todo fue bien hasta que lanzó la iTunes Store y comenzó a vender música. Inmediatamente los representantes legales de los derechos de los Beatles demandaron a Apple. Ambas partes tenían un acuerdo por el que la empresa de Cupertino podía usar esa marca para informática pero “no” para música. La demanda se produjo en el año 2003 y en 2007 Apple [Computer] y Apple Corps llegaron al acuerdo de que las marcas referidas a Apple serían propiedad de la empresa californiana y ésta se las licenciaría a la inglesa para que pudiera seguir usándola. Desde entonces, la agencia de registros y marcas canadiense ha revelado que el logo de la manzana que utilizaba la discográfica empleada por los Beatles se ha convertido en una marca registrada de Apple Inc.

En Marzo de 2011, para garantizar la propiedad del logo, Apple solicitó el registro del logo de Apple Corps en Europa bajo 14 clases internacionales que abarcan, entre otras, hardware informático, servicios de redes sociales por internet, teléfonos móviles, instrumentos musicales, juegos, ropa, publicidad, etc.

Desde entonces Apple Inc. es propietaria oficialmente del legendario logo, que muestra una manzana de la variedad Granny Smith, pero tuvo que pasar por los tribunales y eventualmente llegar a un acuerdo y pagar por poseer la marca que le permitía vender música sin problemas legales bajo su emblemático logotipo.

El valor de marca

Todo esto viene porque cuando una empresa lleva años en el mercado utilizando una marca, ésta adquiere un “valor de marca” (secondary meaning) que identifica la calidad y características de los productos de la misma. Así, cualquier otra empresa que utilice esta marca o incluso una “marca aproximada” está intentando añadir esos valores creados por la primera a su producto. Y si esos valores son reconocidos por el público como de calidad y servicio, se está aprovechando de los mismos para su propio beneficio. Precisamente por esto las marcas registran y patentan sus logotipos, pero también, sus diseños y el comportamiento de sus dispositivos o productos, precisamente porque estos diseños implican un valor añadido que se adquiere a lo largo de los años de trabajo y producción y que representan para el público un valor traducido en calidad y otros aspectos complementarios.

Es aquí donde las patentes de diseño entran en acción. Cuando una empresa cree que su producto podrá tener un valor añadido a lo largo del tiempo patenta ese diseño y la forma de interactuar con el de forma que con el tiempo, cuando el producto crece en el mercado y se convierte (como en el caso de Apple) en un icono al respecto de un segmento industrial, nadie puede copiar las formas y los modos sin tener que pagar una licencia. De hecho, en la legislación americana, una patente sobre un diseño ofrece una protección de 14 años hasta que el producto adquiere (o no) un valor añadido y por lo tanto pasa a estar totalmente protegido por la ley de propiedad intelectual y marcas. Así este tipo de leyes son fundamentales para empresas que hacen grandes apuestas en terrenos donde la investigación y desarrollo es my importante, pero también la inversión en lanzar productos  que causan disrrupción en los mercados por considerarse novedosos o incluso avances tecnológicos por encima de cualquier cosa hecha hasta el momento.

El caso del LG Prada

Llegados a este punto y hablando específicamente sobre el iPhone, es fácil que alguien saque del bolsillo el caso del LG Prada, un teléfono táctil anunciado antes del iPhone y que se suele utilizar como ejemplo de que Apple copió a LG para lanzar su teléfono y por lo tanto, cualquier protección que estableciera Apple sobre la forma de los teléfonos inteligentes era nula.

Hay, sin embargo, una diferencia importante en este aspecto: LG simplemente no patentó nada del Prada, especialmente al respecto del diseño. Al no haber patente de por medio, es justo que Apple (y de hecho, otras empresas) se pudieran influenciar en algunos aspectos del teléfono, pero al no haber patentes de ningún tipo, esta influencia no es medible en un juzgado. Sin embargo, para Samsung en su caso con Apple no podía alegar esa influencia porque Apple había patentado todo lo que podía patentar al respecto del iPhone y LG tampoco pudo demandar a Apple porque simplemente no había hecho sus deberes.

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