Tómame la palabra: No es tan fácil reparar uno mismo un iPhone 3G, por Alf

Lo confieso: soy de esos que no se dejan impresionar por las novedades, y -aunque me gusta (ad)mirarlas desde el escaparate- cuando llega la hora de la verdad reconozco que no las necesito… y sigo con lo que ya tengo. Soy el que sigue usando el teclado blanco de Apple (probablemente el más sucio de la historia de los teclados), sigo con mi PowerBook 17 pulgadas (sí, de mucho antes de la era Intel)… y tengo un iPhone 3G.

Mi iPhone 3G sigue siendo excepcionalmente válido. Es cierto que con las actualizaciones del sistema ahora se arrastra un poco y que no es precisamente veloz en la ejecución de las órdenes. Pero pienso en lo que tenía hace dos años (antes del iPhone) y reconozco que sueno patético.

El problema que tenía mi iPhone 3G es la batería. Apenas le dura ya unas horas (no es que haya sido nunca uno de sus puntos fuertes). Ahora mismo ya supone una dependencia de un cargador allá donde vaya que realmente se ha convertido en un problema. Así que comencé a mirar con cariño las webs de auto-reparación del iPhone, concretamente la de iFixit, que me merece toda la confianza.

Así que, después de ver los vídeos, echar las cuentas de los costes, me decidí a pedir una nueva batería. Incluso decidí pagar por el envío por mensajero, ya que prefería amortizar los costes usando el teléfono que tener diez días de ansiosa espera sin saber si el pedido llegaría o no (¡ah, esa inamovible fe en Correos!).

Efectivamente, fieles a lo que prometen, a los dos días llegaba a mi puerta una caja con todo lo pedido: la batería (por cierto que es la misma desde los tiempos del primer iPod, según pone en la caja), y unas herramientas para poder hacer frente a cualquier posible contingencia… hey, si nos ponemos, ¡nos ponemos como profesionales!

Pero el problema surgió donde menos lo esperaba…

Resulta que hace falta una ventosa. Sí, una humilde y -seguramente- barata ventosa… que yo no tengo. Revolví la casa a ver si en algún momento había quedado alguna cortinilla de esas que se ponen en los cristales de atrás del coche. O para colgar algun paño de cocina. O para poner adornos en los cristales de las ventanas. Sólo cito estos ejemplos para que veáis que de verdad hice examen de conciencia intentando encontrar alguna situación en la que hubiera necesitado semejante aditamento. Sin suerte. Se ve que no somos una familia de ventosas.

Finalmente me volví -a la desesperada, lo reconozco- hacia el soporte de TomTom para el iPhone, la única cosa con ventosa de mi entorno conocido. Es enorme, evidentemente, y tenía bastante miedo de que simplemente la presión que hay que hacer para que la ventosa se fije rompiera el cristal (¡glups!).

Afortunadamente no fue así, aunque la fortuna duró poco.

En la guía de iFixit dicen, de una manera educada, que entre la pantalla y el borde metálico hay una goma y que hará falta hacer “un poco de fuerza”. ¡Ja! ¡Un poco de fuerza, dicen!. Creedme, sea por el tipo de ventosa que yo estaba utilizando, como porque de verdad está pensado para que no se mueva de su sitio pase lo que pase, la pantalla está encajada más que firmemente en su hueco (lo sé, esto es un plus en el 99% de los casos). Así que, a fuer de tirar, llega un momento en que te olvidas de la frase de la guía “Ten mucho cuidado al abrir el iPhone para que los cables que hay por debajo de la pantalla no se dañen”.

A partir de cierto tirón, se convierte en una cosa de “hombres”, en una cuestión de honor, sacar ese puñetero cristal de su molde… y tiras… y tiras… hasta que todo cede, de repente, por sorpresa. ¡Y notas que la sangre se acumula en tu cabeza, y que te arde la cara, porque te has dado cuenta de que has pedido de vista el objetivo! Y por eso pasa lo que pasa.

El adorable cable que une el conector del Dock a la placa base tiene un imán, que en mi caso (aunque no en las fotos de iFixit) se quedó “imantado” a la pantalla. Así que al ceder ésta, el cable se partió. No hace falta que os diga que ahí se acabaron todas mis ínfulas de Geek metido a mecánico electrónico. Está claro que es más fácil llevarlo cuando los iPhones los paga tu empresa para que hagas la guía y si se rompe compran otro.

Aún así, llegados a ese punto (y con la batería y las herramientas plácidamente reposando delante de mi -podía escuchar sus risitas) decidí acabar con el desmontaje, para poder ver qué otros problemas me encontraba.

El resto del desmontaje, esto es, una vez que el iPhone estaba roto, ya fue según las instrucciones. Tornillitos microscópicos y procedimiento metódico para ir quitando cada capa hasta llegar a la pared trasera del iPhone. La batería está pegada a ésta con un adhesivo bastante poderoso y no hay una manera elegante de despegarlo, según mi experiencia. Hay que meter destornillador y apalancar. Puedes hacer como sugieren, e ir recorriendo los lados de la batería buscando un punto menos resistente para acabar de desprenderla, pero en ningún caso es una operación limpia.

La batería de iFixit trae su propia pegatina adhesiva para poder fijar la nueva batería de nuevo a la pared interna de la carcasa del iPhone, ya que es una posibilidad que el adhesivo se despegue a la vez que la batería.

Remontar el iPhone es cuestión de deshacer el camino, algo relativamente sencillo si has sido metódico.

Uno de los problemas es que la guía está en inglés, así que cualquier lectura apresurada o cualquier malinterpretación del texto puede tener consecuencias fatales… como fue mi caso.

Tengo que decir que cuando empecé esta aventura (para un tipo conservador y temeroso de las leyes como yo, es una auténtica aventura) contaba con un respaldo que la mayoría de la gente no tiene: mi fantástico y generoso socio Carlos, que tenía en un cajón un iPhone 3G gemelo al mío, roto desde que hace por lo menos un año se le cayera por unas escaleras, dejando la pantalla como un mosaico romano. Gracias a su generosidad (¡Gracias de verdad, Carlos!), pude contar con repuestos de piezas que de otra forma habrían acercado el coste de la reparación a comprar uno nuevo.

De su iPhone 3G roto extraje la pieza de conexión al Dock, que además es la que conecta el botón Home con la placa base. Es decir, si se rompe ese cable, el botón Home queda inservible, además de no poder recargar la batería. Pelín crucial la pieza, ¿verdad?

En este aspecto, hay un aspecto crítico al que hay que prestar atención: cuando se coloca la pieza del Dock, hay que poner las guías para los tornillos por encima de las que tiene la carcasa. Si las pones por debajo, o si sólo pones una por encima (son dobles), no encajará bien en su sitio y el botón Home no hará contacto, dejando el iPhone prácticamente inservible, aparte de que el “peine” de contactos para el Dock no estará en su sitio, impidiendo que lo conectes. Créeme, tuve que montar y desmontar tres veces el iPhone para ver qué pasaba. Será una décima de milímetro, pero marca la diferencia completamente. Y puedes estar seguro que con la ventosa que estaba utilizando lo último que quieres es tener que insistir en quitar y poner la pantalla varias veces.

Finalmente conseguí dejarlo todo en su sitio. Todo funcionaba -aparentemente-. El botón Home respondía, la batería cargaba y todo estaba en su sitio. Con las lecciones aprendidas, eso sí, pero podía presumir, muy modestamente, de haberlo hecho (al fin y al cabo nadie de mi entorno va a conocer estos entresijos que os cuento a vosotros -y si alguien lo lee, siempre podré decir que es una dramatización de la vida real).

Fin de la historia, ¿no? Pues no. El destino me guardaba una última -y definitiva- broma de mal gusto.

Suena el teléfono, descuelgo. Hablo. Pero no oigo nada. ¡No puede ser! ¡el auricular está muerto! Sin embargo, el altavoz “secundario”, el que está en la parte de abajo y que se usa para reproducir música -y como manos libres del teléfono- sí funciona.

Al día siguiente tuve que volver a desmontarlo para ver si encontraba el problema. Utilicé el difunto teléfono de Carlos para estudiar cuál era el cable que tenía que vigilar y -por supuesto- era el más delicado. Es un cable que se sujeta con una especie de interruptor de pinza. Se levanta para sacarlo, se baja para “sujetar” (medianamente, tampoco es una mordaza) el cable en su sitio. Desgraciadamente para mi, es algo que descubrí -algo que leí- demasiado tarde.

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Fuera cuando quité por primera vez la pantalla, fuera al volver a ponerlo, obligándolo a entrar sin levantar el cierre… fuera cuando fuera, ese cable está dañado y no funciona. El precio de sustitución (se vende conjuntamente con toda la pantalla) hace que ya no merezca la pena seguir invirtiendo en arreglarlo.

Me veo condenado a ir como los locos, hablando solo por la calle -hasta que se fijen en que llevo un auricular Bluetooth- o a renunciar a cualquier privacidad en las conversaciones utilizando el teléfono en manos libres.

Conclusión

Es evidente que se puede reparar el iPhone con éxito. Mucha gente lo ha hecho. Pero créeme, no es tarea fácil ni se hace en un rato perdido. Y también hay muchas posibilidades de que acabes peor que empezaste.

Yo ahora tengo un iPhone 3G que tiene una batería nueva pero que no le funciona el auricular. Tengo que usarlo o bien en manos libres o bien con auricular Bluetooth -como esos locos que parece que van hablando solos por la calle, hasta que ves una lucecita que sale de su oreja ¿Me compensará una cosa por la otra? Es posible, a ciertas edades ya hemos perdido todo miedo a hacer el ridículo. Pero puede que a ti no.

Espero que esto le sirva a alguien alguna vez. Y así al menos el altavoz del auricular de mi iPhone 3G no habrá muerto en balde.

Seguiremos informando.

Alf

pd: si alguien tiene un iPhone 3G inservible en un cajón, pero con la pantalla y el auricular en buen estado, le mando un mensajero a recoger 🙂