Hongos transgénicos contra la malaria

Especialistas en virología de todo el mundo siguen entregados a investigar medidas con las que combatir la malaria, una enfermedad infecciosa que afecta a los humanos y está provocada por el parásito Plasmodium, transmitido a través de la picadura de mosquitos. Ahora un equipo de investigadores del Reino Unido y Estados Unidos dirigidos por la Universidad de Maryland ha descubierto la posibilidad de combatir esta enfermedad empleando cierto hongo modificado genéticamente portador de un anticuerpo humano o bien de una toxina de escorpión contra la malaria.

Se trata de un método previsiblemente muy eficaz e inocuo para el medio ambiente. Los especialistas señalan lo positivo de este hallazgo en un momento como el actual en el que se observa una eficacia cada vez menor de los plaguicidas existentes contra los mosquitos transmisores de la malaria.

El artículo publicado al respecto en la revista Science destaca que este método podría servir para combatir otras enfermedades temibles transmitidas por insectos y garrapatas como la fiebre del dengue.

«Aunque en nuestro caso se haya aplicado contra la malaria, nuestro método basado en hongos transgénicos es muy flexible y permite el diseño y la administración de productos génicos dirigidos prácticamente contra cualquier artrópodo vector de enfermedades», explicó el profesor Raymond St. Leger, del Departamento de Entomología de la Universidad de Maryland, uno de los autores del estudio.

«En este trabajo mostramos que el rociado de mosquitos transmisores de la malaria con un hongo modificado genéticamente para que produzca moléculas dirigidas a los esporozoitos causantes de la malaria podría reducir al menos cinco veces la tasa de transmisión de esta enfermedad a los humanos en comparación con el uso de un hongo no transgénico.»

El equipo científico, formado por investigadores de Maryland, la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins de Estados Unidos y la Universidad de Westminster en el Reino Unido, creó el mencionado hongo transgénico contra la malaria empleando el Metarhizium anisopliae, que ataca a los mosquitos transmisores y al que se insertaron genes de un anticuerpo humano o de una toxina procedente de escorpión.

Según informan, tanto el anticuerpo como la toxina actúan de forma específica contra el parásito causante de la malaria, Plasmodium falciparum, un parásito protozoario de la especie Plasmodium. Seguidamente compararon tres grupos de mosquitos portadores de una gran cantidad del parásito de la malaria. A los mosquitos del Grupo 1 se les roció con el hongo transgénico, a los del Grupo 2 con una cepa natural o sin modificar del hongo, mientras que a los del Grupo 3 no se les roció con ningún hongo.

Conforme a sus análisis, en el Grupo 1 hubo una reducción considerable de la cantidad de parásitos en comparación con los otros dos grupos. En concreto, el P. falciparum estaba presente en las glándulas salivales de tan sólo el 25% de los mosquitos a los que se había rociado con el hongo transgénico, mientras que en los grupos 2 y 3 los porcentajes fueron del 87% y el 94% respectivamente. Además, señalan que en ese 25% de los mosquitos que aún presentaban parásitos tras el rociado se apreció una disminución de más del 95% en la cantidad de parásitos con respecto a los mosquitos rociados con el hongo en estado natural.

«Ahora que hemos demostrado la eficacia de este método y resuelto diversas trabas impuestas por la legislación estadounidense relativas a los productos de Metarhizium transgénico, nuestro objetivo es usar esta técnica en pruebas sobre el terreno, en África, lo antes posible», adujo el profesor St. Leger. «Pero también queremos probar algunas otras combinaciones para asegurarnos de que disponemos del patógeno óptimo para detener la malaria.»

Por otra parte, los mismos investigadores de Maryland están utilizando genes que codifican toxinas muy específicas para obtener patógenos hípervirulentos capaces de controlar diversas plagas como los chinches. «Los insectos constituyen una porción esencial de la diversidad natural y de la salud de nuestro medio ambiente, pero nuestros contactos con ellos no siempre son beneficiosos», apuntó el profesor St. Leger.

En concreto, los parásitos causantes de la malaria infectan cada año a cerca de 240 millones de personas en todo el mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la malaria provoca 850.000 muertes anuales, en su mayoría niños. El grueso de esta tragedia se concentra en el África subsahariana, si bien la enfermedad azota a 108 países de todo el planeta. La medida tradicional, consistente en tratar las paredes de las viviendas y las mosquiteras de cama con insecticidas, resulta cada vez más ineficaz porque los mosquitos están adquiriendo gradualmente resistencia a dichos insecticidas.

Según señalan los autores, «las estrategias de prevención de la malaria pueden reducir en gran medida la tasa de prevalencia mundial de esta enfermedad, pero los mosquitos no dejan de adquirir resistencia a los métodos empleados en la actualidad, por lo que se necesitan formas nuevas e innovadoras de combatir esta patología».

Para más información:

Universidad de Maryland:

http://www.ucsd.edu/

Universidad de Westminster:

http://www.wmin.ac.uk/

Organización Mundial de la Salud:

http://www.who.int/es/

Science:

http://www.sciencemag.org/

Fuente: Cordis

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