¡Cómo te echo de menos, Steve!

Parece increíble pero ya hace dos años que nos dejaste, y prácticamente todos los días ocurre algo que me recuerda que exististe.

Tuve la oportunidad de verte en directo en plena presentación algunas veces, aunque la única ocasión que se me presentó para hablar contigo me pilló haciendo de buen samaritano intentando que no despidieran a una periodista enormemente torpe a la que todo le salió mal. Fue en Paris, y cuando por fin llegaba a la recepción, sólo alcancé a verte de lejos salir… así es la vida. Tomar decisiones y vivir con ellas.

Nadie imaginaba en esos momentos que ferias, keynotes publicas, y todo lo que conformaba el circo mediático de los lanzamientos iba a evaporarse como si se hubiera destruido un hechizo. ¡Qué lejos queda ya esa época!

Por lo demás, tu empresa sigue bien, gracias. Sigue presentando productos estelares y -por mucho que les guste ladrar desde la barrera- nada hace pensar que en los próximos años la situación vaya a cambiar, todo lo contrario, es probable que acaben dominando nuevas áreas, o sea que en ese sentido puedes seguir descansando bajo el manzano masticando peyote, o lo que quiera que hagáis allí para seguir en las nubes 🙂

Pero Apple, con todo su poder y su firmeza ha perdido teatralidad, drama, comedia, esos adornos que tú sabías poner como si se te acabaran de ocurrir. Incluso esa familiaridad que últimamente exhibe Phil Schiller (el eterno actor secundario), no es tan “íntima” como la que tú estableciste con tanta gente, cercana, lejana y desconocida.

Echo de menos tu presencia, tus andares y gafas de Gandhi americano, esa mirada acerada del que siempre ve más allá. Y, si recuerdo tu última etapa, echo de menos tu fragilidad, tu entusiasmo, tu convicción. Esa capacidad para improvisar siempre una respuesta que parecía preparada, de tan perfecta, rotunda.

Me sigue dando rabia la ramplona biografía que escribió de ti Isaacson, porque me pareció que desperdició una oportunidad única que nadie más va a tener de profundizar. Se conformó con lo que le decían, con lo que había leído, y no profundizó, no dejó tu retrato profundo para que dentro de cincuenta años los lectores entiendan cómo y por qué, cómo, qué conectaste, dónde oiste qué, de quién aprendiste o qué leíste que te hizo decir “¡Claro!”.  Todo eso se ha perdido para siempre. Los que lean tu biografía se quedarán con que eras un histérico, un llorica y un jefe atroz. Lo sé porque es lo que me han pedido que confirme. ¿A que es triste?

Yo sigo rodeado de objetos que conocí cuando tú los presentaste y que me han cambiado la vida. Y la de tantos. Por poner un ejemplo trivial, sólo porque el iPhone dió lugar a Whatsapp te puedes hacer una idea de lo importante que eres en la vida de millones de personas…

Llegará el Mac Pro, y el iWatch y puede que hasta el iCar… y seguiré echándote de menos porque, no nos engañemos, la vida era más divertida y excitante cuando tú estabas por aquí.

Un abrazo, no te olvido.