Te has preguntado alguna vez ¿Cuántas de esas cosas que haces día a día y que consideras como productividad son realmente productivas?. Llenamos nuestras aplicaciones de gestión de tiempo y tareas con multitud de cosas diarias, proyectos, tareas… Muchas de ellas están relacionadas con nuestro puesto de trabajo pero otras muchas son proyectos personales y en el caso de que seas autónomo, todo se mezcla en una bola enorme que no para de girar.
Los gurús de la productividad nos han vendido exactamente eso: todos tenemos muchas cosas que hacer y lo más importante es utilizar el sistema y las herramientas correctas para conseguir terminar con todos los elementos de las largas listas. Así, cambiamos de sistema, buscamos mejores herramientas, tratamos por todos los medios de llegar al final de esas listas, pero no miramos el núcleo central de esta cuestión.
Productividad no es hacer muchas cosas, sino que las que hacemos tengan un valor, cuanto más alto, mejor y algún tipo de retorno de la inversión hecha, empezando por todo el tiempo dedicado a esa tarea.
No somos capaces, de hecho, de hacer un ejercicio de introspección para asignar un valor real a las tareas que supuestamente nos hemos impuesto. Simplemente añadimos y añadimos tareas pensando que serán o que son importantes pero su valor, el valor real de las mismas muchas veces tiende a cero y es como si no hubiéramos hecho nada.
Pero seguimos estando demasiado centrados en las herramientas porque es lo que nos han vendido.
Hay que preguntarse “qué sentido tiene lo que queremos hacer y para qué sirve” y empezar a desechar multitud de tareas que al final son inútiles o innecesarias: la ley del mínimo esfuerzo para el máximo rendimiento. Así que empieza a pensar, antes de poblar las listas de tareas y proyectos, si realmente merece la pena o deberías empezar por otra cosa.
